Mi mejor carrera en la vida: ser tu mamá

Ser tu mamá me ha enseñado cosas que en ninguna universidad pude aprender. Gracias hijo por enseñarme a disfrutar la vida y mostrarme lo que es el amor.
Mi mejor carrera en la vida: ser tu mamá
Elena Sanz Martín

Revisado y aprobado por la psicóloga Elena Sanz Martín.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 26 diciembre, 2021

Tecnicaturas, licenciaturas y posgrados. Da igual. Pues aun habiendo alcanzado las más gratificantes metas y contando con las mejores herramientas profesionales y académicas, puedo afirmarlo. Mi mejor carrera en la vida es, sin duda, ser tu mamá.

Por supuesto que alcanzar el título tan soñado fue una experiencia sumamente gratificante. Porque terminar la carrera elegida que tanto apasiona no es menos que cumplir un gran sueño. Resultar vencedora, conquistadora de objetivos.

Sin embargo, créeme hijo, de todas las carreras que seguí y de todos los títulos que más orgullos me dan, no escojo los otorgados en instituciones. Universidad, instituto, terciario, lo que sea. Nada se compara con lo que se aprende en la universidad de la calle. O mejor dicho, la universidad de la vida misma.

Es que no solo los padres tenemos mucho que enseñar a los niños. Eso es solo un mito difundido por una mirada adulta muy parcial. Porque, en realidad, los niños también se convierten en nuestros maestros. Sí, aun siendo tan pequeños, tienen tanto por enseñarnos.

Ser tu mamá me ha dejado un sinfín de enseñanzas

Ser tu mamá fue la mejor carrera que pude haber escogido. Sin horarios de clases fijas ni una organización de asignaturas, te has dispuesto a enseñarme demasiado. Sobre este loco mundo que nos rodea, sobre los misterios que esconde esta mágica y asombrosa vida.

Me enseñaste el modo en que la vida merece ser vivida. También a valorar los momentos felices que se nos ofrecen, y a superar aquellas nimiedades. A sonreír solo por placer, a vivir cada día como si fuera el primero y cada noche como si fuera la última.

Me explicaste con hechos en qué consiste el amor, y la manera en que la alegría puede hacer mella. Entendí a tu lado que somos instantes. Y que en nuestro paso por la vida dejamos huellas imborrables. En forma de vida humana, en forma de legados, de herencias no necesariamente materiales.

Comprendí a tu lado lo que es la complicidad y la buena compañía. El valor de los silencios y el peso de nuestras propias palabras. Incluso pude apreciar, gracias a ti, lo saludable que es contar con un confidente. Y cuán hermosa puede resultar la vida con cataratas de cariño y afecto.

A tu lado aprendí a cultivar paciencia y la templanza. Supe sembrar en mí y en ti semillas de perseverancia y tenacidad. De esta manera, aprendí a luchar por nuestros sueños con la osadía de millones de guerreros.

Ser tu mamá es un tesoro

Ser tu mamá es un regalo de la vida, quizás el más preciado. Es un valioso tesoro y lo mejor es que es todo mío. Por ello me siento afortunada y bendecida. Es tan gratificante verte crecer, enseñarte y ser a la vez marcada por toda esa sabiduría tan genuina de la infancia…

Nutrirme de tu concepción tan particular a lo largo de tu crianza. La posibilidad de ver todo a través de los inocentes ojos de un niño. Pasar por el tamiz de la frescura de las criaturas cada una de tus ocurrencias y reír hasta que duela la barriga.

Permitirse volver a la infancia, para dejar volar la imaginación y la creatividad. Inventar juegos, palabras y situaciones. Y disfrutar de las cosas más simples y sencillas. Ser feliz con muy poco, sentirse afortunado con apenas nada. Crear, creer. En fin, de alguna manera, volver a nacer.

Gracias, hijo

Regalarme cada día fidelidad a mí misma. Ser genuina. Ostentar una sinceridad brutalmente pura. Absorber la pureza de las almas más nobles. Por todo esto y por mucho más hijo, yo no puedo más que agradecerte. Por todo lo que me enseñaste a lo largo de estos años.

Pues todas estas enseñanzas son el divino tesoro de tu crecimiento. Es que todas estas virtudes no se enseñan en ninguna de las escuelas y universidades que he pisado. Porque nadie me ha podido dar tanto como tú lo haces a diario.

Y, fundamentalmente, porque no hay título que otorgue mayor satisfacción que ser tu madre, ni mayor orgullo que haber conseguido un hijo como tú. Eres mi mayor y más destacable hazaña. Mi mejor carrera y mi mejor título, ¡te amo tanto, corazón!


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