Se retuercen el cabello, se muerden las uñas, se chupan los dedos o se tocan la nariz; estas son algunas de las manías y tics en los niños que ponen de cabeza a muchos padres. ¿Se pueden evitar? ¿Causan algún daño?¿Cómo se les ayuda? Son las incógnitas más comunes que surgen tras observar estas conductas repetitivas en sus pequeños.
Las manías, conocidas como trastornos de ánimo, se manifiestan de varias formas. Pueden ser pasajeras, obsesivas o llegar a convertir en un trastorno bipolar o en un estado maníaco cuando presentan variaciones más graves. Suelen desarrollarse a partir de la necesidad de liberar emociones, ansiedad o frustración.
Estas conductas se exteriorizan en los niños con edades entre los 3 y 5 años. Suelen desaparecer con la madurez pero, en algunos casos, esto no ocurre. Por el contrario, se afianzan e interfieren en el desarrollo del infante.
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Manías y tics en los niños
Las manías son costumbres que se adquieren de forma inconsciente, surgen repetidamente y sin control, exteriorizándose en los niños con edades entre los 3 y 5 años. Suelen desaparecer con la madurez pero, en algunos casos, se afianzan y, en muchos casos, es difícil erradicarlas, ya que el niño las utiliza para sentirse cómodo en algún momento o para no aburrirse en determinadas situaciones.
Este hábito se produce cuando hay irritabilidad, ansiedad, fatiga o grandes estados de tensión o estrés. Pueden ocasionar lesiones corporales como malformaciones dentales por succionar un dedo o deformarse las uñas por morderlas tanto. También llegan a convertirse en motivo de burlas y, en consecuencia, afectan las relaciones sociales, en especial durante la edad escolar.
Para ayudar a erradicar este hábito, lo mejor es enseñarle al pequeño a enfrentar sus miedos dándole seguridad y confianza en sí mismo. Lo importante es no hacerle sentir diferente, para que no tenga otro motivo de preocupación, y dejarle claro que cuenta con apoyo parental para superar cualquier dificultad.
¿Cómo ayudar a superar las manías y tics en los niños?
Una de las actividades que más se recomienda en estos casos es que el niño aprenda técnicas de relajación y respiración infantil. Con ellas, es probable que él mismo descubra qué es lo que le produce la manía o el tic.
Fatiga, falta de sueño, calor y sobrestimulación ambiental por demasiadas horas de vídeojuegos o pantallas, aumentan su aparición. Pero si empeoran con el estrés, mejoran al desviar la atención, con tranquilidad y durante el sueño.
En ocasiones, también la escuela es causante de ansiedad. Sea por las dificultades a la hora de aprender o por situaciones incómodas que se viven en dicho ambiente. Como padres debemos estar alertas si las señales de inquietud o miedo se traducen en manías o tics al momento de pensar en la escuela o en los deberes.
Toca verificar que todo esté bien en las relaciones con sus compañeros y maestros y, por otro lado, que no esté sobrepasado con los deberes. No es necesario que se sienta presionado por dificultades con respecto al aprendizaje, ni agobiarlo con ello.
Conocer los periodos sensibles y los grados de desarrollo evolutivo que le permiten convertir experiencia en conocimiento, será de gran ayuda al respecto. Debemos comunicarle el valor de la paciencia y brindarle sin presión, apoyo y seguridades.
El juego, una alternativa para superar las manías y tics
Otra alternativa eficaz para ayudar a disminuir esos impulsos repetitivos es la distracción a través del juego. Por ejemplo, si el pequeño se chupa mucho el dedo o se muerde las uñas, se puede implementar una actividad lúdica que requiera tener las manos ocupadas en todo momento. Esto evitará que se las lleve a la boca.
Por otro lado, el ejercicio físico es la mejor alternativa para reducir el estrés. Andar en bicicleta o practicar natación los ayudará a despejar la mente y a crear una nueva rutina en sus vidas. No habrá espacio para la frustración ya que, al estar activo, no tendrá pensamientos negativos que lo puedan llevar a sentir ansiedad.
El tiempo, un aliado para la remisión de tics
Al detectar su origen se podrá trabajar en ello y así reducir esos movimientos súbitos y repetivos. Lo usual es que manías y tics en los niños desaparezcan con el transcurrir de los años, pero si esto no ocurre, se aconseja acudir a un especialista.
En efecto, aparecen antes de los 6 años y aumentan de gravedad entre los 10 y 12 años, sin embargo disminuyen en la adolescencia. De hecho, remiten de forma espontánea y tan solo en un 1 % de casos persisten.
Según leemos en el artículo Tics en pediatría de la psiquiatra infantil A. Díez Suárez, «La evolución típica es con períodos de exacerbación y remisión, independientemente del tratamiento». Explica además, que:
«Existe un cierto control voluntario sobre los tics, la mayoría de los pacientes afirman que si consiguen desviar su atención en otro asunto o cambian de actividad, logran inhibir los tics».
Tipos de tics
Los tics son movimientos o sonidos repetidos casi incontrolables, los cuales no presentan ninguna finalidad consciente y suelen ser indisciplinados. Estos gestos compulsivos aparecen en situaciones de mucho estrés o ante algo novedoso, que causa inquietud en el niño. Existen cuatro tipos:
- Motores simples: Son los más usuales, como el parpadeo o el guiño de los ojos, las sacudidas de cabeza y el movimiento de hombros, brazos o piernas. Generalmente son transitorios y tienen una duración de 1 a 12 meses.
- Motores complejos: Se trata de movimientos coordinados lentos, que comprometen a más de un grupo de músculos. Tal es el caso de golpearse a sí mismo, saltar o pisotear, ponerse en cuclillas o dar vueltas repetidamente.
- Vocales simples: También se presentan con frecuencia e incluyen acciones como aclararse la garganta, sorber por la nariz, resoplar o gruñir.
- Vocales complejos: Son los que se presentan cuando el niño repite las palabras que le dicen otras personas (ecolalia), dice una y otra vez sus mismas palabras (alilalia), y cuando emite palabras obscenas (coprolalia). Son tics crónicos que duran más de un año.
Origen y tratamiento de los tics
Esta conducta repetitiva es característica de niños tímidos, callados, aislados y muy sensibles. Los tics los ayudan a manejar la ansiedad sin que lo noten y, al hacerlo de manera inconsciente, son más difíciles de controlar. Incluso el tratar de corregirlos, puede causarles más ansiedad y vergüenza por no poder contrarrestarlos.
Estudios indican que el 30 % de los casos refiere historias personales de tics, depresión y Trastorno Obsesivo Compulsivo. 67, 9 % presentaban TDAH y 45,7 % Gilles de la Tourette. Estos últimos se caracterizan por tener tics multifocales.
Si notamos que alguno de nuestros hijos presenta algún tic o una manía, la prioridad es evitar que estas contracciones involuntarias se transformen en una enfermedad. Para ello, debemos enfocarnos en fortalecer su confianza y neutralizar las conductas adversas, vigilar de cerca su evolución y, si en algún momento notamos que no hay progreso, visitar a la brevedad a un especialista en el área.
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