Ikuji: el método japonés para criar niños felices y exitosos

¿Sabías que el Ikuji, un método japonés de crianza para niños, promueve desde temprana edad valores como el respeto familiar, la disciplina y la responsabilidad? Descubre cómo aplicarlo en tus hijos a continuación.

Ikuji, método de crianza japonés

En los últimos tiempos, diversas disciplinas, incluida la psicología, han subrayado la importancia de una crianza cercana y afectuosa, en especial durante los primeros años de vida de los niños, como un fundamento esencial para su bienestar y salud mental.

Existen varios métodos de crianza que buscan proporcionar herramientas a los adultos a lo largo del desarrollo de los niños. Uno de estos métodos es el Ikuji, originario de Japón, que comparte muchos valores con la disciplina positiva. A continuación, encontrarás información sobre su enfoque y propuesta.

¿Cómo es el Ikuji, el método de crianza japonés?

Este método de crianza busca inculcar valores como la responsabilidad, el compromiso y el respeto. Utilizando una metáfora, desde este enfoque se considera que los niños son similares a las plantas: requieren atención y cuidados para crecer y desarrollarse.

Aunque es un enfoque de crianza diferente de la disciplina positiva, comparte muchos de sus valores. Por ejemplo, enfatiza la importancia del trato respetuoso, el fomento del apego y la construcción de un vínculo positivo y de confianza.

Desde el Ikuji, se sostiene que la afectividad y el respeto son esenciales; cuando los niños se sienten queridos y respetados, también aprenderán a amar y valorar la comunidad a la que pertenecen.

Las etapas del Ikuji

Para comprender mejor este método, es esencial explorar las etapas que lo componen. A continuación, analizaremos detenidamente las etapas del Ikuji y cómo influyen en el desarrollo y el bienestar de los pequeños.

Primera etapa, comprende desde los 0 a los 5 años

En esta perspectiva, al niño se le considera como un ser curioso al que se le debe permitir explorar el mundo y dar rienda suelta a su curiosidad de forma libre. Sin embargo, es importante no confundir la noción de «Dios» con la falta de límites. Este método de crianza no interpreta la libertad como un pretexto para el abuso o el libertinaje.

Más bien, los adultos se esfuerzan por estar cerca de sus hijos para acompañarlos en su proceso de descubrimiento del mundo, siempre fomentando el respeto hacia los demás. En este enfoque, se trabaja en el establecimiento de límites y en el fomento de la autonomía desde una perspectiva positiva y educativa, evitando el recurso a castigos.

Segunda etapa, desde los 5 a los 15 años

En esta etapa, el niño cuenta con múltiples recursos para asumir responsabilidades acordes a su edad, lo que le permite desarrollar un sentido de pertenencia en la comunidad en la que se desarrolla. Dado que coincide con la entrada del niño a la escuela, prevalece un enfoque educativo basado en el espíritu colaborativo.

Tercera etapa, comprende desde los 15 años en adelante

Esta etapa coincide con la adolescencia. Aquí, el joven es considerado como un igual, alguien capaz de comprender su rol en la sociedad. Por lo tanto, recibe el mismo trato que un adulto y se le considera responsable de sus acciones. El enfoque se centra en su autonomía, desarrollo y preparación para los nuevos desafíos que la vida adulta le deparará.

Valores del Ikuji

Los valores de este método de crianza se fundamentan en principios que promueven el desarrollo saludable y equilibrado de los niños. Estos valores no solo influyen en la forma en que los niños son criados, sino que también tienen un impacto significativo en su crecimiento y en la sociedad en general. Algunos de los principios sobre los que Ikuji asienta este método de crianza japonés son los siguientes.

1. Las rutinas son positivas

En el proceso de fomentar el desarrollo de hábitos saludables, es fundamental que los niños sigan rutinas estructuradas con horarios específicos. Estas rutinas no solo proporcionan un marco organizativo para la vida diaria, sino que también desempeñan un papel esencial en la formación de valores cruciales como la responsabilidad, el compromiso y la disciplina.

A través de la adherencia a estas rutinas, los niños aprenden a gestionar sus tareas y responsabilidades de manera efectiva, lo que sienta las bases para su crecimiento y desarrollo en un entorno estructurado y orientado hacia el éxito.

2. Los niños tienen responsabilidades

Además de las actividades escolares, los niños también desempeñan un papel fundamental en las tareas domésticas. Estas responsabilidades se ajustan de acuerdo a la edad del niño. Por ejemplo, algunas de las tareas habituales incluyen colaborar en la preparación de la mesa, recoger sus juguetes y su ropa, así como organizar los elementos que necesitan para la escuela, entre otras.

3. Las consecuencias existen, no los castigos

Hay límites que indican lo correcto de lo incorrecto. Cuando los niños no los respetan, enfrentan consecuencias por sus acciones. No se trata de aplicar castigos, sino de ayudarlos a comprender las implicaciones de no cumplir con sus compromisos. De esta manera, se busca que los niños asuman responsabilidad, reflexionen y aprendan de sus experiencias.

4. Los padres explican a los niños el sentido de lo que hacen

Antes de realizar un pedido, los padres explican al niño el propósito detrás de esta acción. Son claros acerca de su importancia y cómo beneficiará al niño.

Por ejemplo, al pedir al niño que guarde sus juguetes después de usarlos, le señalan su utilidad: facilita el orden, lo que le permitirá encontrarlos fácilmente la próxima vez que quiera jugar; también asegura que los juguetes se mantengan guardados y protegidos contra pérdidas o daños, entre otras razones.

De esta manera, se enfatiza que no se trata de un capricho, sino de una cuestión de disciplina. Además, se sientan las bases para que los niños aprendan a tomar decisiones basadas en beneficios, desarrollando su propio criterio, en lugar de limitarse únicamente a obedecer.

5. El rol de la madre es crucial

Este método de crianza concede importancia a la figura de la madre por encima de otros adultos. En este sentido, es común que las madres dediquen mucho tiempo al cuidado y atención de los niños, en especial en los primeros años de vida.

Este punto resulta un tanto controvertido en algunas sociedades, ya que no todas las familias parten de una misma situación común, y el contexto sociocultural y las circunstancias laborales también son variables.

Sin embargo, más allá de esto, lo importante es identificar cuáles son los valores que se desean transmitir e intentar organizar la educación de los niños en torno a ellos. Esta idea se puede adaptar a una crianza con un sólido vínculo de apego con los adultos referentes.

Se trata de reflexión, no de presión

Al hablar de sugerencias relacionadas con la crianza, no se busca presionar a los progenitores para que lo hagan de una única forma o para que se adhieran rígidamente a las reglas.

Por el contrario, se parte del entendimiento de que nadie nace sabiendo cómo acompañar a los hijos; es una experiencia gratificante, pero también conlleva incertidumbre y una variedad de emociones.

Ahora bien, lo que se sugiere a los adultos es que sean conscientes y que intenten reflexionar sobre el tipo de educación que desean proporcionar a sus hijos. Por lo tanto, es importante que revisen su propia historia personal y que se esfuercen por conocer al niño que tienen frente a ellos para comprender lo que necesita.

Bibliografía

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