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Mi hijo es muy exigente, ¿qué puedo hacer?

5 minutos
Frente a un hijo exigente, es importante analizar los propios comportamientos para detectar si somos nosotros mismos quienes criamos desde la exigencia.
Mi hijo es muy exigente, ¿qué puedo hacer?
Última actualización: 03 abril, 2023

Pensemos en esta escena: un hijo pide una leche chocolatada a su padre. El adulto se la prepara, pero cuando llega a la mesa, el niño le dice que no es como a él le gusta. Entonces, el progenitor repasa que la taza tiene leche tibia, chocolate y una cucharada de azúcar, por lo que no logra ver en qué ha fallado. Acto seguido, se lo pregunta al pequeño, a lo que este contesta que no ha batido el chocolate antes de poner la leche y que no la hizo en su taza verde.

¿Cómo sigue la situación? Hay quienes dirán que se trata de gustos del niño y que no hay nada de malo en satisfacer que tome la leche batida en su taza verde. En un sentido, hay algo de razón en ello. Ahora bien, ¿puede que estas medidas de corto plazo también enseñen otro tipo de conductas? Sin darnos cuenta, quizás fomentamos que el menor sea muy exigente. A continuación, veamos de qué se trata y qué hacer al respecto.

Características de un hijo exigente

A continuación, te presentamos un listado con algunas de las señales que podrían indicarnos que estamos frente a un niño exigente:

  • Lo quiere todo y lo quiere ya.
  • Suele presentarse una baja tolerancia a la frustración: cuando no consigue lo que quiere o las cosas no salen como desea, puede sentir rabia.
  • Puede ser rígido respecto al modo de conseguir las cosas. Por ejemplo, cuando quiere algo, quiere eso y no otra cosa, o lo quiere de determinada manera.
  • Puede ser bastante crítico respecto a la conducta de los otros.
  • Nunca está satisfecho.
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Al lograr acuerdos con el niño, este no solo sabrá que no todo responde a su antojo, sino que también aprenderá que tendrá que poner de su parte para conseguir lo que desea.

¿Cómo acompañar a un hijo exigente?

La exigencia no es una cualidad negativa, ya que es una invitación a mejorar y crecer. Sin embargo, cuando se transforma en hiperexigencia suele ser negativa, tanto para el propio bienestar, como en las relaciones con el resto. Por eso, si acompañas la crianza de un hijo o de algún niño exigente, puedes aplicar algunas de las siguientes estrategias:

  • Enseñar la diferencia entre pedido y exigencia. El pedido siempre deja la puerta abierta a que las personas puedan satisfacer nuestra demanda, como a no hacerlo. Implica el respeto y la consideración del otro. Sin embargo, la exigencia arrincona. Incluso, la diferencia se nota hasta en el modo en que se formula y el tono en que se hace.
  • Enseñar a formular pedidos. Con relación al punto anterior, se puede enseñar a hacer peticiones. Esto implica también acompañar desde el desarrollo de las habilidades sociales y la empatía.
  • Establecer límites. Los límites señalan que no todo se puede en todo momento ni cuando se quiera. Es preciso que los niños aprendan a pensar en terceras personas y a no dejarse llevarse únicamente por lo que ellos desean. Poner límites es también ayudar a desarrollar el autocontrol.
  • Fomentar las actitudes de agradecimiento. Debemos enseñarles el valor de las cosas y el esfuerzo por conseguirlas.
  • Enseñar a ser paciente. Al principio, el concepto puede resultarles muy abstracto, por eso es importante acompañarlo de ejemplos.
  • Llegar a acuerdos. Los acuerdos funcionan muy bien para regular un poco la ansiedad y no conceder todo de inmediato. Es posible pensar en alternativas, como por ejemplo, permitirle comer galletas cuando termine la tarea.
  • Dejar que se esfuerce para conseguir lo que quiere. Debemos ayudarlos a establecer metas alcanzables para ellos, pero es importante que desde pequeños aprendan el valor del esfuerzo.

Qué debemos evitar ante un hijo exigente

En ocasiones, no nos damos cuenta de que son nuestras propias conductas las que refuerzan el comportamiento del niño. A continuación, te contamos algunas de las situaciones que se deben evitar:

  • No es posible ceder ante todos sus pedidos, por más que haya una rabieta. En todo caso, siempre se debe tratar de resolver el conflicto desde una gestión de las emociones. Por ejemplo, podemos invitar al niño a que se exprese y explique por qué quiere o no quiere tal cosa. Pero nuestra respuesta general no puede ser siempre un «sí» sin más. Esto resulta contraproducente no solo en la familia, sino en todos los otros ámbitos en los que participa el menor.
  • No debemos perder la calma ni contestar de manera irrespetuosa. Tenemos que ser un modelo o ejemplo a imitar. Los límites deben ponerse desde la cordura.
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Si acostumbramos a decir «porque lo digo yo» como un argumento para conseguir el comportamiento deseado de un niño, luego este aplicará el mismo razonamiento.

Debemos revisar nuestros propios comportamientos

Durante la crianza, los progenitores y adultos son los modelos a seguir por los niños. Es por eso que, ante un hijo exigente, es necesario hacer un repaso de aquellas conductas que tenemos con ellos. Por ejemplo, si desde pequeños los hemos acostumbrado a consentirlos en todo y a satisfacer sus caprichos, es esperable que ante cada pedido espere lo mismo.

También, debemos revisar aquellas explicaciones y modos que empleamos cuando les solicitamos que hagan algo. Es posible que, muchas veces, seamos nosotros mismos los que lo hagamos desde un papel de exigencia.

Es bueno buscar alternativas positivas para hacer pedidos y dar explicaciones verdaderas acerca de por qué determinados pedidos o permisos tienen o no lugar. Asimismo, debemos preguntarnos qué tan tolerantes somos con los errores. Con los niños, solo nos separa una distancia de edad. Ellos son tan personas como nosotros y tienen los mismos derechos, por lo que debemos acostumbrarnos a tratarlos como nos gustaría que nos trataran.

La educación es un proceso

En síntesis, la crianza se acompaña de matices. En ocasiones, resulta sencillo tomar algunas medidas, pero en otros momentos resulta un caos. Sin embargo, es importante no perder de vista que los adultos aportan herramientas para el desarrollo del niño, lo cual debe hacerse desde un lugar de apoyo y respeto.

La educación no es algo que se logre de un momento a otro, sino que es justamente la suma de intervenciones a lo largo de un proceso. Nosotros mismos debemos considerar si somos exigentes o no y adecuar nuestras medidas de acuerdo a ese niño en particular y el ciclo vital en el que se encuentra.


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  • Capano Bosch, Alvaro, González Tornaría, María del Luján, & Massonnier, Natalie. (2016). Estilos relacionales parentales: estudio con adolescentes y sus padres. Revista de Psicología (PUCP)34(2), 413-444. https://dx.doi.org/10.18800/psico.201602.008

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