La crianza es, quizás, uno de los temas sobre los que más se escribe, se opina y se habla. “A mi me funciona tal cosa”, “eso no deberías hacerlo”, “eso ya no se usa”.
Es un tema que está plagado de recomendaciones, mandatos y sugerencias basadas en las teorías del momento. A todo eso hay que sumarle la propia visión de lo que implica acompañar la educación de un hijo. Por este motivo, la crianza no está exenta de obstáculos ni de dificultades, sobre todo cuando resulta del trabajo conjunto entre dos individuos distintos.
Veamos a continuación cómo conciliar las diferencias que surgen entre progenitores a la hora de educar a los hijos.
Progenitores: ¡son un equipo!
Cualquiera sea la forma en la que esté conformada la pareja, ambos tienen que poder entenderse a sí mismos como un equipo que busca el mismo objetivo: lograr el bienestar y una educación sólida de los hijos.
De esta manera, es necesario tratar de evitar las discusiones inútiles respecto de quién lleva la razón o quién tiene la mejor idea. Por el contrario, se trata de poder compartir responsabilidades, apoyarse mutuamente en todo y resolver juntos aquellos desafíos implicados en el desarrollo de los infantes.
Los estilos parentales se refieren a aquellos comportamientos, pautas educativas y prácticas que los progenitores llevan adelante para orientar a sus hijos hacia los valores que se consideran adecuados.
Dichos comportamientos no son rígidos, sino flexibles y aplicables a las distintas situaciones. Pero lo que sí debe mantenerse estable es la coherencia, pues los mensajes ambiguos y contradictorios confunden a los niños. Por eso, el diálogo entre los cuidadores es una herramienta fundamental durante la crianza.
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Algunas recomendaciones para afrontar las diferencias en la forma de educar
La crianza es una tarea multifacética, que nos enfrenta permanentemente a nuevos desafíos sobre distintas cuestiones. En general, no se llega siempre a un acuerdo en todas ellas. Por eso, a continuación te acercamos algunas recomendaciones para abordar las diferencias de la pareja en las formas de educar a los hijos.
Hablar, hablar y hablar
Las personas no solo llevan su historia singular a la pareja, sino también la de sus familias, sus tradiciones, sus valores y sus creencias. Si se cría en compañía, es importante poder dialogar sobre lo que se desea, sobre aquellas ideas que se tienen, sobre lo que se quiere y también, sobre lo posible.
En algunos temas habrá acuerdos más fáciles que en otros, pero nada debe pasarse por alto. Además, algunas veces será necesario negociar y en otros, habrá que vivir a “prueba y error”.
Ser respetuosos con el otro
Más allá de las diferencias en la forma de educar, siempre debe prevalecer el respeto por el punto de vista del otro. La asertividad al momento de expresar disconformidad con algunas ideas es esencial para cuidar la relación de pareja.
Además no hay que olvidar que los niños y las niñas nos observan todo el tiempo, aunque no nos demos cuenta: si no cuidamos el trato, lo notan y eso nos hace perder lugar con ellos. Si la conversación sube de tono, es conveniente continuarla en otro momento cuando se recobre la calma.
No desautorizarse delante del niño
Si no están de acuerdo o no saben qué piensa el otro progenitor, es importante que no tomen decisiones sin contemplar su punto de vista. Mucho menos, que contradigan al otro delante del niño.
Esto supone una especie de quiebre de la autoridad, que no solo puede molestar a nivel personal, sino también traer consecuencias a futuro en la conducta del niño.
Reflexionar sobre la propia crianza para trabajar las diferencias en la forma de educar
Nadie nace con el manual de crianza bajo el brazo. Sin embargo, tenemos ciertos antecedentes y referentes en relación a la propia crianza. El ejercicio de la parentalidad invita a reflexionar sobre la experiencia personal y a pensar cuáles son aquellos aspectos a conservar y a modificar.
No ser cómplice del niño o niña, así como tampoco culparlo
En primer lugar, es importante evitar mentirle al otro progenitor. En segundo lugar, cuando una situación se desborde o tome un camino que no era el acordado, es importante poder expresárselo a la pareja. No es saludable quedarse con el enojo, sino preguntar qué sucedió y sincerarse.
Por otro lado, tampoco hay que culpar al niño respecto a la decisión tomada ni alegar que montó una rabieta y por eso nos convenció. Siempre hay que hacerse responsable y asumir que uno es el adulto a cargo.
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La familia es un modelo a seguir
La insistencia en la crianza respetuosa y en la generación de un buen ambiente familiar radica no solo en la calidad del día a día, sino también en la orientación hacia el futuro.
Todo aquello que los niños viven en sus hogares, lo aprenden y lo repiten. Pues allí, en el núcleo familiar, adquieren los valores, las ideas acerca de cómo comportarse y los recursos emocionales para resolver sus conflictos.
Por último, si bien se trata de determinar una cierta tendencia educativa, es igualmente necesario pensar a quién tenemos al frente y qué necesita: no todos los niños son iguales y es importante poder ser flexibles en el abordaje educativo de cada uno de ellos.
Bibliografía
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- Cuervo Martinez, Ángela. (2010). Pautas de crianza y desarrollo socioafectivo en la infancia. Diversitas, 6(1), 111-121. https://doi.org/10.15332/s1794-9998.2010.0001.08
- Ramírez, María Aurelia. (2005). PADRES Y DESARROLLO DE LOS HIJOS: PRACTICAS DE CRIANZA. Estudios pedagógicos (Valdivia), 31(2), 167-177. https://dx.doi.org/10.4067/S0718-07052005000200011