¿Cómo pudimos equivocarnos con el sexo del bebé?

Son muchos los factores, incluso médicos, que pueden llevar a creencias erróneas sobre el sexo del bebé. ¡Aprende cómo sucede esto y qué puedes esperar de ello justo aquí!

A algunas madres les ha pasado que planificaron la llegada de una niña cuando en realidad se trataba de un varón, o al revés. Esta situación es bastante común, pero ¿cómo es posible equivocarnos con el sexo del bebé? ¿Cuánto tiempo dura esta equivocación?


Es difícil creer que con tantos avances tecnológicos aún se pueda producir semejante equivocación, pero sí sucede con cierta frecuencia. La explicación principal es que a pesar de que las ecografías son un procedimiento cada vez más novedoso, sigue siendo un resultado que queda a interpretación del ojo humano.

No es común que los doctores se equivoquen con el sexo del bebé, pero puede ocurrir más seguido de lo que creemos. Sin embargo, este error no tarda en corregirse; es posible que en las primeras ecografías no haya una clara respuesta, pero en las próximas se aclara la duda.

Creer por un tiempo relativo que esperamos una niña o un niño, puede hacer que afloren las emociones de la familia; pero mientras sea remediable no hay de qué preocuparse. No obstante, ha habido casos en los que una pareja cree estar segura de cuál es el sexo de su bebé, ha elegido un nombre, ha comprado la ropa según su género y tiene todo listo para el recibimiento… incorrecto.

El sexo del bebé en tiempos de la abuela

Hace unos cuantos años atrás era más factible equivocarnos con el sexo del bebé, pues no existían métodos científicos capaces de revelar este elemento. Es posible que las consultas prenatales fueran menos regulares o profundas, además era común utilizar técnicas de predicción bastante mitológicas.

En muchos casos, la experiencia de otras madres y también de las matronas, era capaz de determinar el sexo del bebé basándose en aspectos relativos al cuerpo de la embarazada. También se apelaba a la forma de la barriga, el andar de la madre o los antojos que se presentaban.

Por mucho tiempo, los mitos acerca de la predicción de este aspecto tuvieron cierto grado de éxito; razón por la cual la madre podía comenzar a hacer planes sobre su futuro hijo. Pero, a pesar de ello, no había más opción que esperar la llegada del bebé y a veces la sorpresa.

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Equivocarnos sobre el sexo del bebé en tiempos de la abuela, era lógico, pudo haber pasado desapercibido y en muchas ocasiones quedó como una anécdota. Hemos oído esa historia de personas adultas diciendo “a mí me esperaban como un niño y nací niña”, “mi habitación era toda rosa, mi ropa y mis juguetes, pero nací varón”; era más fácil equivocarse, pero no siempre era fácil sobrellevarlo.
Estudios indican que en ocasiones, el embarazo es mejor aceptado cuando “el sexo genital del feto satisface las expectativas de la familia”. No obstante, también se documentan casos en los que “mujeres que habían recibido una determinación incorrecta del sexo genital fetal por ultrasonido experimentaron conflictos matrimoniales y violencia doméstica”.

¿Nos puede afectar emocionalmente equivocarnos con el sexo del bebé?

Según la versión de familias que pasaron por esta situación, el hecho de enterarse después de mucho tiempo que se habían equivocado con el sexo del bebé, representó un choque emocional. Más allá del asunto económico de haber gastado dinero en algunas cosas que no le servirán a su bebé, supone una pérdida que puede tocar las emociones más profundas.

Algunas madres lo relatan como un duelo, pues significó para ellas la pérdida de esa hija o ese hijo que esperaban, quizá ya con un nombre y desde luego, con mucha ilusión. Desde que ese pedacito de nosotros comienza a crecer dentro, no solo es el amor que nos invade, sino también la expectativa y el deseo de cómo queremos que sea.

De igual manera, puede aparecer una especie de alivio, saber que va a ser un niño y que no debemos preocuparnos de un montón de accesorios de niñas que nos van a enamorar. También es posible que nos comprometamos con algún nombre y dejemos de pensar en otras opciones; por lo cual provocaría estrés tener que comenzar de cero.

Por otro lado, puede llegar a ser frustrante si se trata de una pareja que sigue intentando tener esa niña que no termina de venir, incluso luego de cuatro embarazos. Otras veces la desilusión puede parecer transitoria y sin muchos efectos sobre las emociones familiares, pero hay que estar en los zapatos de la madre para conocer los verdaderos sentimientos.

Bibliografía

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