El estado emocional propio incide en las personas que nos rodean. De igual manera, las emociones de una madre a su bebé le afectan. De hecho, durante los nueve meses de embarazo, sus emociones van a incidir en el desarrollo del bebé y, sobre todo, durante el periodo de lactancia. En las sucesivas líneas explicaremos por qué.
Los malos hábitos como el alcohol o el tabaco, una mala alimentación o el abuso de café son perjudiciales mientras sucede el embarazo. Las nuevas investigaciones han concluido que el estado emocional de la madre también puede incidir de manera negativa en el bebé. Es por eso que hoy queremos saber cómo afectan las emociones de una madre.
“Una emoción no causa dolor. La resistencia o supresión de una emoción causa dolor”.
– Frederick Dodson –
Las emociones de la madre en el útero
En palabras del profesor Enrique García Fernández-Abascal: “Las emociones de la madre son un gran regulador de la fisiología de ella y del bebé. Las que son positivas, por ejemplo, generan una atenuación del sistema cardiovascular y una activación y refuerzo del sistema inmune. Es decir, que cuanto más alegres estamos, más vacunados, de alguna manera, estaremos contra el catarro. En cambio, cuando nos embargan las emociones negativas, segregamos hormonas tóxicas, el corazón se nos acelera y se deprime el sistema inmune, lo que nos deja más vulnerables ante las enfermedades”.
Esto no quiere decir que el embarazo consista en percibir siempre emociones positivas. No estamos libres de experimentar emociones negativas. Sabemos que la placenta protege al bebé de las emociones negativas. El problema surge cuando se cronifican y la madre no es capaz de sentir el bienestar y la felicidad.
Está claro que el estrés o la ansiedad en su justa medida no son malos, pero prolongados en el tiempo sí que son perjudiciales, tanto para el bebé como para la misma madre.
“Cuando digo controlar las emociones, quiero decir las emociones realmente estresantes e incapacitantes. Sentir emociones es lo que hace a nuestra vida rica”.
-Daniel Goleman-
¿Cómo afectan el estrés y la ansiedad a la madre y al feto?
Los estudios relacionan la ansiedad durante el embarazo con alteraciones fetales, trastornos hemodinámicos y del crecimiento fetal, también con el bajo peso al nacer. Por otro lado, la ansiedad aumenta la adrenalina y la hiperactividad simpática se relaciona con parto espontáneo y prematuro, con ruptura prematura de membrana, distocia hipertónica e hipertensión.
El estrés destruye neuronas y actividad sináptica, inhibe el desarrollo dendrítico y genera un desarrollo inadecuado del cuerpo calloso y del cerebelo. Investigaciones afirman que se producen alteraciones en el desarrollo de las actividades intelectuales y del lenguaje en el niño.
El útero, una cuna emocional
El período intrauterino se caracteriza por una alta vulnerabilidad y los impactos pueden tener efectos peligrosos en los sistemas y estructuras fetales y afectar el desarrollo neuroconductual al nacer. De hecho, se habla del útero como de una “cuna emocional”.
Reducir los episodios de llanto, depresión y en general de tristeza, reducen el proceso bioquímico que se activa en el organismo de la madre en respuesta a la depresión y ansiedad, mejorando el desarrollo neurológico del niño.
Afirma la enfermera especialista en ginecología y obstetricia, María Orviz que “Existen pruebas fehacientes de que, si la madre está estresada, ansiosa o deprimida durante el embarazo, aumenta el riesgo de que su hijo tenga una serie de problemas conductuales, emocionales o cognitivos“.
Las emociones de la madre en el periodo de lactancia
En este periodo es crucial una adecuada regulación emocional de la madre. Sabemos que a nivel fisiológico son innumerables las ventajas de la lactancia materna para la madre y para el bebé. Pues bien, a nivel emocional ocurre exactamente lo mismo y de ello va a depender, por ejemplo, el futuro desarrollo afectivo del bebé.
Si la madre está experimentando emociones como la tristeza durante mucho tiempo, esta va a afectar a la producción de prolactina y oxitocina, encargadas de producir la leche de las madres en el periodo lactante. Así, los cambios en el sistema endocrino no sucederán de manera adecuada.
En casos de estrés prolongado el organismo segrega una serie de hormonas como el cortisol, que nos preparan para la huida, la lucha o la congelación.
Cuando se disparan estas hormonas, se detienen las funciones que el cuerpo considera menos importantes para lidiar con esa situación, como las funciones del sistema digestivo y las del sistema inmune. Por tanto, esto va a afectar de forma negativa a las funciones del aparato digestivo y puede hasta disminuir la capacidad del organismo ante la aparición de una afección.
Siguiendo con lo anterior, estas hormonas que se encuentran en la leche materna pueden, a través del plasma sanguíneo, transmitirse al bebé. De este modo, se puede provocar en el bebé un enlentecimiento en su maduración neuronal e inmunológica, y una mayor dificultad para ganar peso, ya que ambos sistemas no se encuentran funcionando de manera adecuada.
“La palabra felicidad perdería su sentido si no se equilibra con tristeza”.
-C. G. Jung-
Importancia de la pareja en el apoyo emocional
En la actualidad han ocurrido transformaciones sustanciales en el modelo de pareja sobre la base de una mayor igualdad de derechos. El padre tiene cada vez mayor compromiso en el embarazo, el nacimiento y la crianza de los hijos, así como en el mantenimiento del hogar.
No obstante, siempre será necesario insistir en la importancia del acompañamiento de la pareja. Estudios indican que las madres que han tenido un acompañamiento inadecuado tienen mayor probabilidad de presentar depresión.
En efecto, la “falta de apoyo recibido por parte de la pareja durante el embarazo refuerza la depresión materna desde el embarazo hasta 30 meses después del parto“.
¿Cómo mejorar el estado emocional de la madre?
Además del importante apoyo de la pareja, es básico el acompañamiento de la familia y la generación de un entorno social favorable a la gestación. El estrés y la ansiedad de los problemas laborales, por ejemplo, o dentro del hogar, no contribuyen al buen desarrollo del feto y harán más complicado el parto.
Contribuir a una buena nutrición y acompañar a la gestante en un plan rutinario de ejercicios, así como hacerla participar de los beneficios de la psicoprofilaxis obstétrica, le darán confianza para asumir el alumbramiento y la crianza con mayor determinación.
En el hogar, todos deben incentivar un clima de cooperación y generar espacios de interacción y estímulo en los múltiples preparativos que la llegada del niño supone.
La habitación del niño, los elementos que cubren sus necesidades, la relación administrativa con el centro de salud, son solo parte de los dolores de cabeza que alguien debe asumir.
En fin, son muchas las minuciosas tareas que implica el nacimiento, y estas no deberían recaer en la madre, que ya tiene bastante qué pensar y soñar.
Conclusiones
A lo largo del artículo hemos podido comprobar cómo las emociones de la madre afectan a su bebé. Si bien no hay emociones ni buenas ni malas y todas son dignas de ser experimentadas, es cierto que algunas influyen negativamente cuando se prolongan en el tiempo o, aún peor, cuando terminan por cronificarse en la persona.
Por eso, las madres tienen que trabajar en el manejo de sus emociones para que permanezcan reguladas de una forma adecuada y, así, beneficiar favorablemente a su bebé.
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