Existe la falsa creencia entre algunos educadores de que la rudeza es el método que se debe seguir para que los niños aprendan mejor. Nada más lejos de la realidad. Suele ser, en cambio, parte de las características de un mal profesor.
Ante esta actitud los niños no prestarán atención y además le temerán, generando un conflicto que se desarrollará en el futuro.
Por desgracia, lejos de aplicar el aprendizaje positivo, este método de enseñanza casi militar aún persiste en muchos docentes. En este artículo queremos explicarte los rasgos que los identifican.
Un mal profesor siempre…
1. Busca culpables e infunde cierto temor
Le gusta exponer a sus alumnos ante sus fracasos e incluso ridiculizarlos. Además, este tipo de profesores suelen generar un mal comportamiento en el alumno, disminuyendo su capacidad de aprendizaje.
Logra que sus temores se acrecienten ante cualquier interrogatorio, sobre todo cuando por alguna razón pudiera equivocarse ante una pregunta formulada por el profesor. Esto llega a ocasionar ciertos grados de desconfianza en los alumnos y hace que sus intervenciones se minimicen por sentir temor a equivocarse.
2. No propicia la participación ni se basa en la evaluación continua
Un mal profesor nunca toma en cuenta la participación de sus alumnos, es otra de sus características.
Siempre quiere tener el control total y absoluto de la clase, negando incluso explicaciones adicionales cuando un alumno desea profundizar sobre un aspecto. Y en ocasiones lo hace argumentando que no se pueden retrasar en el programa académico.
Además, es común que no tomen en cuenta las intenciones de los alumnos en el desarrollo de las clases. O bien, cualquier actitud que estos tomen para mejorar su desempeño. Solo califica en base al examen.
3. Presenta problemas para llevar la clase
El profesor sin liderazgo pierde el control de la clase y solo puede conservarlo intimidando a los estudiantes. Le resultará imposible estimular la cultura del aprendizaje, la cual requiere emoción y deseo de inspirar prácticas de excelencia y compromiso con el impulso de la escuela.
Cuando se pierde el control de la clase, la construcción de conocimientos se interrumpe, los estudiantes pierden interés y terminan deseando que el tiempo pase rápido para poder salir del salón.
4. No entusiasma ni está comprometido con la institución
Como consecuencia de la falta de liderazgo dentro del salón, el mal profesor tiene entre sus características que llega a clases y se va sin dejar una huella perdurable, sin fomentar la discusión, la investigación, la duda constructiva.
Sin pena ni gloria transcurre su tiempo, desperdicia la oportunidad de emocionarse con la energía de los jóvenes y su capacidad de asombro. Valga apuntar que las emociones «encienden» las conexiones «para que el cerebro alcance el máximo de sus funciones cognitivas y mentales», así como potencian la creatividad y el aprendizaje.
5. Fomenta la competencia
Lo que pudiera ser una estrategia, se convierte en una práctica que va dejando en el aula sinsabores y rencillas.
La competencia estimulada provoca en los estudiantes peleas sordas e intestinas. Conflictos generados por alcanzar a como de lugar el favor del docente, dejando a un lado valores como la solidaridad y la cooperación.
Es sabido que el conocimiento es una construcción social y colectiva, pero la competencia, sobre todo cuando se legitima, y en algunos casos premia la superioridad, corrompe las relaciones sociales.
6. Culpa a los alumnos de los bajos resultados del conjunto de la clase
No se detiene a pensar por qué el 90 % del salón tuvo mala nota, aunque alega que todo es producto del desinterés demostrado por los alumnos por las materias estudiadas. Nunca hace una evaluación sobre cuál fue su cuota en todo esto.
7. Se pregunta y se responde a sí mismo
La pregunta es un activador de la participación. Pero será un mal profesor si pregunta y no espera a que los estudiantes piensen para responder, y en cambio se responde a sí mismo.
Con esta actitud solo logrará que los alumnos se inhiban. Pues siempre será más fácil esperar a que el profesor responda, antes que someterse al frío en el estómago que provoca el temor a equivocarse.
Un buen profesor propicia el intercambio de ideas y despeja el camino para que los estudiantes respondan con sus propios argumentos, y si están errados, al menos darán pie a otras miradas o posibilidades.
En un ambiente de discusión y construcción de ideas, no hay errores a priori. Por lo tanto, las equivocaciones no son juzgadas sino aclaradas y contraargumentadas a partir de evidencias textuales y científicas.
8. Quiere ser la autoridad
Para algunos profesores mantener una distancia prudencial con sus alumnos es algo que les brinda un gran beneficio porque serán vistos como la verdadera autoridad. Sin embargo, se considera que todos aquellos profesores que llegan a relacionarse de manera estrecha con sus alumnos, son los que mejor respeto y admiración adquieren de ellos, llegando a suministrarles un nivel de confianza y seguridad para el resto de sus vidas.
El mal profesor, además, asume que las decisiones las toma él y solo él. Los estudiantes se deben acoger a los dictados, al capricho y al humor, y a veces el mal humor, del profesor que no considera otras opiniones.
Basa su comportamiento en una idea distorsionada de la autoridad, que se expresará en calificaciones y descalificaciones que imparte y reparte desde una altura pretendidamente incontestable.
9. No profundiza
Solo le interesa enseñar a sus alumnos las cosas básicas sobre los temas estudiados. En consecuencia del miedo que infunden, los alumnos no serán capaces de pedir una mejor explicación al profesor.
10. No se actualiza
Parte del problema de no profundizar es que tampoco se dedica a actualizarse. No investiga, no tiene curiosidad por aprender y cree que ya lo sabe todo acerca de las materias que imparte. No invita a los estudiantes a indagar y a expandir las formas de conocer, yendo más allá de los libros de texto y consulta básica.
Una de las principales características de un mal profesor es que siempre tiene una línea de enseñanza enfocada a la antigua. Asimismo, se excusa en mitos, tabúes o desconocimientos, propios de la brecha generacional.
Por ejemplo, no se preocupa por mejorar, actualizándose con las nuevas tecnologías. Incluso muchos no permiten que sus alumnos utilicen estos recursos modernos y avanzados.
Él mismo no revisa los avances en pedagogía y didáctica, los cuales lo ayudarían a explorar técnicas y procedimientos exitosos a la hora de enseñar.
11. No se organiza
La docencia es particularmente compleja. Se necesita formación, actualización, entrega y dedicación cotidiana a las actividades no solo docentes, sino administrativas. De modo que la organización es una de las características imperativas si no se quiere ser un mal profesor.
Esa necesidad de organización se refleja en el hecho de que los buenos profesores «se involucren afectivamente con su labor, en una escala mucho mayor que cualquier otro trabajador del sector de la industria».
Implementando pedagogía y didáctica, debe preparar las clases y evaluaciones; pero además, tomar en cuenta su cuidado físico. Todas estas claves son parte de su día a día y, entre las exigencias, destaca la puntualidad. Fallar en una le traerá problemas que no prescriben y al contrario, se acumulan como un alud.
Si un profesor no se organiza, colapsa.
Por último, a un mal profesor no le gustan los niños
Si lo más natural es que un profesor tenga cierta empatía con cada uno de sus alumnos y procure que disfruten su estancia en clase, ¿por qué existen unos a quienes no les gustan los niños? Estas son algunas de las razones:
- En las escuelas primarias el motivo principal son los gritos y la algarabía que suelen originar los alumnos, algo normal a esta edad.
- En las de secundaria el caso es que son jóvenes y, muchas veces, los usuarios consideran que no son capaces de prestar atención o poner interés, que les importan más otras cosas.
- Y en la universidad, los profesores son personas más exigentes por lo poco que cobran, necesitando más esfuerzo para enseñar y exigiendo mayores dosis de sacrificio. Si la motivación es nula, la consecuencia está clara.
Más allá de las características de un mal profesor descritas, algo común persiste en estos educadores: poseen una falta de compromiso con sus alumnos y muchas debilidades en sus conocimientos.
Tratar de esconder esto último suele ser el verdadero motivo de sus arbitrariedades, falta de planificación y motivación en el aula. En fin, del maltrato disfrazado de método exigente.
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