Aritos en bebés, ¿sí o no?

Los aritos en los bebés no suelen ser peligrosos, pero su uso es algo controvertido. Aprende las ventajas y las desventajas de usarlos, ¡justo en este artículo!

Al recibir la noticia de que una niña viene en camino, muchos padres o familiares suelen comprar sus primeros pendientes, los cuales no podrán faltar en la maternidad el día del nacimiento para que las enfermeras hagan la perforación junto a sus primeras curaciones. Pero, ¿es recomendable usar aritos en bebés?
Aritos en bebés sí, aritos en bebés, no; se trata de una decisión muy personal e individual de cada familia, la cual evaluará cuán necesario es colocarle aretes a la recién nacida, aun a sabiendas de que los bebés recién nacidos efectivamente sienten dolor aunque no son capaces de manifestarlo.

Es que si bien hasta hace un tiempo colocarle los pendientes a los infantes era una costumbre inamovible, hoy ha pasado a ser una opción, dado que muchos padres prefieren no hacer orificios en las orejas de sus hijas. Pues son ellas quienes, en un futuro, decidirán si quieren hacerlo o no.

Esto mismo ha despertado la polémica e instalado un debate que generó que muchos progenitores reflexionen y se planteen esta cuestión. Entonces, respecto a los aritos en bebés, ¿sí o no?. Descubre en este artículo diversos aspectos de este mandato social que pesa sobre las niñas de todo el mundo.

Los profesionales de la salud hablan de los aritos en bebés

Por supuesto, en la actualidad se ha planteado el debate acerca de la necesidad o no necesidad de colocar pendientes a las niñas, así como de lo ético o poco ético que es hacerlo. Por ello surge inmediatamente esta pregunta: ¿Qué aconsejan al respecto los profesionales de la salud?

Por su parte, la Academia Americana de Pediatría recomienda esperar a que la niña sea lo suficientemente maduro para que pueda entender que se le perforarán las orejas y así tomar una decisión propia al respecto. Además, esto permitirá a la pequeña cuidarse para disminuir el riesgo de infección.

En caso de que los padres no deseen aguardar hasta que su hija tenga uso de razón, los especialistas aconsejan entonces prorrogar esta acción hasta que la beba cumpla 2 o 3 meses, es decir, hasta que la niña haya recibido sus primeras vacunas, con lo cual su sistema de defensas estará mejor preparado.

Asimismo, los expertos sugieren que es mejor realizar las perforaciones de los orificios en el consultorio pediátrico o de enfermería, y no en un sitio donde haya riesgo de infección elevado. Es importante también que la técnica sea adecuada, que los aritos sean correctos y que se respeten los cuidados en casa.

En torno al material de los pendientes, se recomienda escoger de oro o acero puesto que se trata de compuestos tenientes a causar menos alergias, disminuyendo el riesgo de presentar picazón y, consecuentemente, de generar una infección.

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¿Perforar o no perforar?… Esa es la cuestión

En algún tiempo no tan lejano se pensó que ese par de aretes definían el género del bebé y hacían más bonitas a las niñas, pues ayudaban a diferenciarlas de los niños al no tener rasgos definidos ni cabello largo. Así se evitaba la nunca bien ponderada y siempre tan fastidiosa pregunta “¿es nene o nena?”.

Sin embargo, son muchas las voces especializadas que se aúnan para aconsejar a los padres que esperen unos meses para perforar las orejas en tanto que el lóbulo puede desarrollarse distinto, con lo que el agujerito no quedaría centrado.

Asimismo, antes de colocar aritos en bebés ten presente otra pequeña “complicación” o molestia, más aún si eres primeriza. Algunas fibras que presenta la ropa del bebé pueden engancharse en los pendientes de la niña mientras intentas vestirla. Al menos, ten sumo cuidado hasta que te acostumbres para evitar accidentes.

Aritos en bebés, ¿duelen?

Aunque existe el difundido mito de la inexistencia del dolor en recién nacidos durante los primeros días de vida, la realidad es que ellos también los experimentan mas su reacción es tardía. “Qué tontería, nadie se acuerda de ese momento”, responderán algunos, pero a ningún padre le gusta ver sufrir a su hijo.

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Si eres de esos padres que enarbolan la bandera de la enorme importancia de transmitir seguridad y dar cariño a nuestros hijos, así como de escuchar sus llantos y quejas para atenderlos adecuadamente, aunque no recuerden este momento, sabrás que estará experimentando un dolor tan forzado como innecesario.

Incluso, puede que muchos recién nacidos no lloren mientras le colocan sus pendientes. Esto se debe a que estas niñas no son lo suficientemente maduras a nivel neurológico como para expresar su dolor a pesar de sufrirlo, pues la respuesta lógica no llega o tarda en llegar.

Algunas razones adicionales para el momento de decidir

  • Son sus orejas, y no las nuestras. Aunque es difícil comprenderlo, se trata de su cuerpo, por lo que ella debería de poder decidir sobre el mismo, menos aún sobre un asunto poco necesario o irrelevante. Dale la posibilidad de elegir respecto a esta cuestión tan personal. Al fin y al cabo, si intentas que tu pequeña sea autónoma y capaz de tomar sus propias decisiones, esta es una gran oportunidad.
  • Existen otras formas de diferenciar el sexo. “Es niño porque no lleva pendientes”, entonces muchas niñas llevaron pendientes para que se sepa que son niñas. No obstante, hay vestimenta propia de niñas e incluso accesorios, como por ejemplo diademas, que bien pueden diferenciarlas de los nenes. Además, no es tan complejo preguntar directamente el nombre de la criatura para evaluar si se trata de un príncipe o de una princesa.
  • Las orejas como representación de la cabeza. Según la auriculoterapia, una técnica mediante la cual se diagnostican y tratan enfermedades a través del estímulo de diversos puntos ubicados en la oreja, cualquier arete o piercing estimula la zona que representa de acuerdo a donde se ubique. En este caso se trata de los ojos, por lo que hay que tener especial cuidado con perforar las orejas de las niñas.
  • Respetar la integridad de los bebés como personas. Porque aunque olviden, sufren, y aunque no recuerden, pueden crecer con una extraña sensación de malestar por una mera cuestión cultural.
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