Se cree que solo los adultos tienen trastornos del sueño; sin embargo, esto también atañe a los pequeños. En el siguiente artículo, te contaremos cuáles son las consecuencias de que los niños no duerman lo suficiente en relación a su crecimiento y emociones.
Trastornos del sueño en niños
Aunque no lo creas, cerca de la cuarta parte de los menores tienen problemas relacionados al descanso. De hecho, se trata de uno de los temas recurrentes en la consulta con el pediatra.
Muchas veces, estos trastornos están relacionados a malos hábitos familiares y a la falta de límites, debido a que los padres también se acuestan tarde o no son estrictos en cuanto al uso de pantallas antes de ir a la cama.
El insomnio es perjudicial a cualquier edad, pero en el caso de los niños aún más. Si no duermen bien, su reloj biológico se desequilibra y no pueden crecer o desarrollarse como corresponde.
Desde antes de nacer, los seres humanos tenemos neuronas cerebrales especiales cuyo trabajo es regular las horas de sueño y de vigilia. Se relacionan con el reloj biológico y son las encargadas de que los bebés, por ejemplo, duerman más horas en las primeras semanas de vida.
Claro que no solo es una cuestión biológica, sino que también dependerá mucho de ciertas condiciones externas. Por ejemplo, la claridad u oscuridad que haya en la habitación ayudará a un descanso más reparador. Cuando el ambiente es luminoso, el cerebro induce que es momento de estar despierto; allí es cuando no puede conciliar el sueño.
¿Cuánto debería dormir mi hijo según su edad?
Los recién nacidos duermen unas 16 horas al día, en varios episodios de cuatro horas cada uno como máximo. A partir de los tres meses, disminuye la duración de los despertares nocturnos y de a poco van durmiendo de forma más continua.
Ya para los dos años, los pequeños duermen unas 10 horas, en tanto que a los cinco su ciclo de sueño ya está lo suficientemente maduro como para no despertar en toda la noche. Asimismo, tampoco van a necesitar una siesta a mitad de la jornada.
En la adolescencia, puede que notemos que nuestros hijos duerman más. Eso se debe a los cambios hormonales que interfieren en el ciclo biológico; en promedio, ellos necesitan descansar unas ocho horas seguidas cada noche.
“Cerca de la cuarta parte de los menores tienen problemas relacionados al descanso. De hecho, se trata de uno de los temas recurrentes en la consulta con el pediatra”
Consecuencias de que los niños no duerman lo suficiente
Si los niños no cumplen con la cantidad de horas de sueño necesarias por día, los síntomas o signos no tardan en aparecer. Algunos serán más visibles o notorios que otros; por eso, como padres, debemos prestar mucha atención:
- Irritabilidad: mal humor, llanto o gritos a veces injustificados.
- Inquietud: Hiperactividad.
- Desánimo o decaimiento: no tienen ganas de jugar o de salir al parque.
- Problemas de memoria: no recuerdan cosas básicas.
- Desmotivación o falta de ánimo: no expresan alegría por actividades que antes les gustaban.
- Reducción del rendimiento escolar: malas calificaciones, problemas para comprender, falta de memoria.
- Dolor de cabeza: este problema puede aparecer en diferentes momentos del día y afectar su vida cotidiana.
- Accidentes menores: se golpean con lo que hay a su paso debido a la disminución en sus reflejos.
- Más propensos a las enfermedades: la falta de sueño debilita el sistema inmunitario.
- Crecimiento lento: si no duerme, el cuerpo no puede fortalecerse.
¿Cómo lograr que el niño duerma bien?
Es muy importante que nuestros hijos cumplan con una rutina de sueño y que esta también la lleven a cabo los adultos; no olvides que el ejemplo es la mejor manera de enseñar.
Como primera medida, se debe establecer horarios para ir a la cama, sin excepción y que incluyan los fines de semana. Lo mismo para la hora de levantarse; permitir que los sábados o los domingos “se queden hasta tarde” es contraproducente para su salud.
Además, se recomienda que las siestas de la tarde no sean demasiado extensas —como máximo, de una hora— y que finalicen antes de las 16 horas. De esta manera, no habrá interferencias con el ciclo nocturno de sueño.
Por otro lado, la alimentación también está relacionada a cómo dormimos: la cena debe ser ligera y contener una mayor parte de verduras en el plato. Los platos fritos, los azúcares y las harinas hacen que la digestión sea más lenta y se sientan más pesados para conciliar el sueño.
En última instancia, pero no por ello menos importante, es necesario evitar el uso de pantallas y aparatos electrónicos antes de acostarse. La luz que irradian estos dispositivos ponen al cerebro en estado de alerta; mejor leer un libro de papel o jugar con muñecos de manera tranquila.
Bibliografía
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- Cruz Navarro IJ. Alteraciones del sueño infantil. En: AEPap (ed.). Curso de Actualización Pediatría 2018. Madrid: Lúa Ediciones 3.0; 2018. p. 317-329.
- Ugarte Líbano R. Insomnio infantil en Atención Primaria. En AEPap ed. Curso de Actualización Pediatría 2015. Madrid: Lúa Ediciones 3.0; 2015. p. 117-28