Una casa se construye con las manos, una familia con el corazón

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Una familia la pueden conformar pocos o muchos miembros, pero las auténticas, las que más garantizan el bienestar de los más pequeños son aquellas que se construyen con el corazón, con los lazos de la empatía y los pilares de esa seguridad que les permite crecer en dignidad y felicidad.

Admitámoslo, en la actualidad el concepto de familia ha cambiado bastante y eso sin duda es algo positivo porque admitimos ya otros tipos de dinámicas. La mamá soltera ya es vista con otros ojos, la normalización de la familia monoparental ha llegado hasta tal punto que incluso no nos extraña incluso ver a muchos papás que crían solos a sus hijos.

El lugar donde nacen los niños, donde la libertad y el amor florecen, no es una oficina ni un comercio ni una fábrica. Ahí veo yo la importancia de la familia

-Gilbert Keith Chesterton-

Asimismo, no falta quien prefiere decir aquello de que a su hijo lo cría una “tribu”, es decir, a ese sistema antes reducido de la pareja y los niños, se le añade sin duda el indispensable papel de los abuelos, los hermanos, los amigos e incluso los educadores. Todas estas figuras son muy significativas en la crianza y la educación de los más pequeños.

Sin embargo, hay un detalle que no se nos puede escapar. No importa cómo sea esa familia, extensa o pequeña, habitando una casa de muchos metros cuadrados o en una más humilde y con menos habitaciones. Lo que construye el mejor hogar del mundo es el amor entre sus miembros.

Y tú… ¿qué tipo de familia has construido?

una familia dibujando en medio del desorden

Una familia es algo más que un escenario que actúa como agente socializador de nuestros hijos. Por encima de cualquier otra cosa, es ese contexto cercano capaz de nutrirnos emocionalmente o por el contrario, de crear carencias, vacíos y déficits que pondrán barreras al desarrollo integral de ese niño, de esa persona el día de mañana.

Así, y en primer lugar debemos diferenciar a la familia funcional de la familia disfuncional. La primera garantiza el desarrollo social y psicológico de sus miembros, la segunda afecta al desarrollo afectivo y relacional de los más pequeños.

Tras esta diferenciación esencial, podemos ya desglosar a los núcleos familiares según la relación de sus miembros. Asimismo, es importante señalar una vez más que no importan los tamaños, las formas o los lazos que conforman estas relaciones establecidas en el seno de un hogar.

No importa que una mamá esté sola ni que ese niño se adoptado, la calidad de una familia la edifica la autenticidad de los lazos emocionales.

Tipos de familias

  • Familia nuclear: la conformada por una familia típica, es decir, la pareja y los hijos.
  • Familia monoparental: en este caso tenemos un modelo cada vez más frecuente, ahí donde la madre o el padre se hace cargo de la unidad familiar, recayendo sobre alguno de ellos la tarea de mantener y educar a los más pequeños.
  • Familia adoptiva: aquí tenemos a la pareja que decide adoptar a un niño.
  • Familia de padres separados: otra dinámica también frecuente y que es necesario diferenciar de las familias monoparentales. En este caso, a pesar de que la pareja no viva en la misma casa, se ocupan de los hijos compartiendo distintas funciones en hogares separados.
  • Familia compuesta: al inicio de nuestro artículo hablábamos del concepto de “tribu”. Un ejemplo de este tipo de realidad lo vemos en las familias compuestas, ahí donde pueden convivir en un mismo techo varias familias nucleares.
  • Familia homoparental: aquí tenemos a dos papás o dos mamás del mismo sexo que crían a uno o varios niños. Otro ejemplo de familia que se está normalizando cada vez más en nuestra sociedad.

Tres cosas que hacen a una familia feliz

una familia 3
Cuando construimos nuestra propia familia es muy común tener como referencia la que dio forma a nuestra infancia, la que nos define, la que para bien o para mal conformó parte de lo que somos ahora. Ello hace a menudo que tengamos muy claro qué pautas seguir o qué dimensiones evitar a toda costa para dar a nuestros hijos la mejor crianza, la mejor educación.

Asimismo, a pesar de que tengamos claro que el material que edifica a las familias más felices es el amor, no siempre sabemos demostrarlo como se debe, no siempre lo dejamos patente o los demás lo reciben como nosotros creemos. Por tanto, es esencial que tengamos en cuenta estas sencillas estrategias.

El vínculo que une a tu auténtica familia no es de sangre, sino de respeto y alegría mutua

-Richard Bach-

Compartir momentos juntos

Es necesario saber que el hecho de compartir momentos no significa ni mucho menos saber hacer felices a los demás. Porque no basta solo con “estar”, hay que “saber estar” y ello significa saber atender a los nuestros, mirar sus rostros, leer sus emociones, escucharlos, arrancarles sonrisas, ofrecer apoyo, ilusionar, ser cercano, cariñoso…

Hablar sobre cómo nos ha ido el día

Cada día es único, y en el caso de los más pequeños cada jornada supone un descubrimiento o un desafío. Interesarnos por lo que han vivido, pensado y sentido es esencial para construir una auténtica confianza con nuestros hijos y por supuesto, con nuestras parejas.

Cuidar los detalles

Quien cuida los detalles cuida de su calidad de vida y de los demás. Quien se fija en las pequeñas cosas, cuida de las grandes dimensiones.

Quien es capaz de advertir las pequeñas sutilezas de la vida dispondrá de esa sabiduría con la cual, dar forma a una vida más consciente, más plena, más feliz.

Recordemos por tanto que para los niños todo detalle es un universo fantástico que atender y del que deleitarse, si estamos ahí con ellos para mostrárselo o compartirlo con ellos, estaremos invirtiendo en felicidad.

Bibliografía

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  • Moneta, M. (2003). El Apego. Aspectos clínicos y psicobiológicos de la díada madre-hijo. Santiago: Cuatro Vientos
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