Llenar tus vacíos es uno de los motivos que te impulsa a ser la madre exigente, sobreprotectora o egoísta que seguro no quieres ser. Es la motivación que te hace imaginar que es tuya la vida de tus hijos y apropiarte, de alguna manera, de sus habilidades y aptitudes para sentirte viva. Sus logros te entusiasman, más que como la madre de pequeños triunfadores, como la mujer que los alcanza por sus méritos.
Pero tus hijos no están para llenar tus vacíos. Desde ahora mismo debes convencerte de esto y poner remedio a la crianza, no tan sana, que les estás dando.
¿Por qué utilizas a tus hijos para llenar tus vacíos?
Si utilizas a tus hijos para sentirte realizada es porque de pequeña quizás no te dieron la oportunidad de hacerlo y de tomar el camino que realmente querías.
Puede que tus padres hayan sido peor de lo que estás siendo ahora y tuvieras que cumplir tus deberes para con ellos. Estudiar lo que quisieron, casarte con quien mejor entendieron que debías hacerlo; vestir, pensar, comer, respirar, vivir… según sus dogmas y deseos.
En tu niñez y juventud te privaron de ser la niña y la muchacha que deseabas ser. Creciste y tuviste hijos así como tus padres te indicaron, y hoy, cuando ya no están a tu lado, consideras que está bien hacer lo mismo con tus pequeños.
Pero quizás te pasó todo lo contrario. De niña tuviste todo cuanto quisiste y tus padres te dieron la libertad para actuar por tu cuenta.
Fuiste privilegiada y tuyo, según las personas que estaban a tu alrededor, iba a ser el mundo. Tus aptitudes y tu inteligencia así lo estaban constatando.
Entonces tuviste la mala suerte de lesionarte el tobillo en medio del Pas de deux del Cisne Negro: el acto III del ballet El lago de los cisnes o no diste la respuesta correcta en aquella entrevista para la universidad y no fuiste aceptada.
Fallaste en la salida del caballo de salto y te quedaste a un respiro de alcanzar la medalla de oro olímpica… en fin, tuviste la oportunidad, pero por peripecias del destino no pudiste cumplir tu sueño.
Por H o por B ahora pretendes realizarte a través de las semillitas que trajiste al mundo sin notar, o no querer ver, que ellas necesitan echar sus propias raíces, torcer su tronco según la luz del sol que reciban y crecer todo lo que quieran, puedan o tú les permitas.
El costo del error que cometes
El error que cometes en la crianza de tus hijos los hace diminutos, faltos de carácter, indefensos a tus intenciones.
Los vuelve sumamente competitivos e inconformes; y aunque esas dos cualidades forman al ser humano como un hombre de estos tiempos, no es menos cierto que en demasía también son las causantes de su infelicidad.
Tú, como ellas, se refieren constantemente a los dones de sus hijos: cuán bueno son en esta u otra materia, deporte, disciplina, arte…
Hablas tanto sobre las aptitudes de los niños que trajiste al mundo que haces desaparecer, o minimizar, las restantes cualidades que tienen, sobre todo, aquellas que pertenecen al ámbito emocional. Lo bondadosos y amables que son, cómo se hacen querer por el cariño que brindan… Su altruismo y gratitud, para ti, son menos importantes.
Como si tuvieras a tu cargo auténticas marionetas utilizas sus hilos para que continúen desempeñándose, superándose y esforzándose cada día más. La manipulación alcanza tal punto que tus hijos llegan a creer que son ellos quienes se ponen y desean alcanzar las metas que les trazas.
Tú les exiges más de lo que pueden dar. Eso les cuesta no pocas lesiones, un agotamiento extremo, el rechazo a la esfera en la que se destacan, la depresión, y las mentiras toda vez que no logran alcanzar el altísimo nivel que les pones.
El lazo afectivo que los une se sustenta básicamente en el orgullo que sientes por sus aptitudes, todo lo demás pasa a un segundo plano.
Los temas de conversación, la mayoría de las veces, giran en torno a esa área y los mejores premios emocionales: besos, abrazos, caricias… son mayores cuando ellos hacen realidad alguno de tus sueños.
Pero tus hijos no están para llenar tus vacíos, lo repetimos para que te conciences. El error que cometes en su crianza va a costarles su felicidad, autonomía, amor propio y seguridad emocional… un precio demasiado alto que no tienen por qué pagar. Tenlo presente.
Bibliografía
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