Como adulto a cargo de un menor parte de tu labor consiste en establecer ciertos límites, marcar algunas directrices y asignar diversas tareas. Sin embargo, debes hacerlo desde la flexibilidad, la paciencia y el respeto por el niño. De lo contrario, corres el riesgo de convertirte en una madre demasiado exigente y afectar negativamente al desarrollo psicológico de tu hijo.
En efecto, crecer con progenitores que ejercen una excesiva presión puede derivar en serios problemas. El niño puede convertirse en una persona perfeccionista e insegura, que teme asumir retos por miedo a no poder cumplirlos.
Además, es frecuente que se desarrolle dependencia y que cueste un gran trabajo tomar decisiones y desenvolverse de forma autónoma en la vida. La inflexibilidad transmitida de padres a hijos afecta a los menores en sus relaciones sociales, pues a menudo, estos no saben manejarlas adecuadamente.
El vínculo paterno-filial también se ve afectado. Así, los niños crecen mostrando una actitud sumisa que en el fondo esconde rencor y ambivalencia. O por el contrario, tienden a rebelarse ante cualquier orden de sus progenitores, como un mecanismo de reacción ante la elevada exigencia. Pero, ¿cómo puedes saber si has instalado estas dinámicas en tu hogar? Te lo contamos a continuación.
Indicios para descubrir si eres una madre demasiado exigente
Las señales de que eres una madre exigente puedes encontrarlas al analizar tu propio comportamiento o en las actitudes y las reacciones de tus hijos, ya que estas son un reflejo directo de tu labor.
A continuación, te compartimos algunos de los signos que muestran que quizá utilizas en exceso el estilo educativo autoritario.
1. Eres inflexible y no negocias
Crees que los niños deben obedecer siempre sin cuestionar los mandatos adultos. Por lo mismo, cuando estableces normas o reglas no permites que tus hijos den su opinión al respecto ni te abres a la posibilidad de consensuarlas con ellos.
Sin embargo, la realidad es que involucrar a los niños en la aplicación de la disciplina es muy positivo. Si sienten que su voz es escuchada, si comprenden el por qué de los límites y se les ofrece la oportunidad de opinar, van a mostrarse más dispuestos a colaborar y a cumplir.
2. No toleras el error
Cuando tus hijos cometen un fallo lo recalcas de forma incisiva y los regañas por su error. Bien sea que derramen la leche al servir el desayuno o que realicen mal una operación de sus deberes de matemáticas, te muestras severa ante las equivocaciones y les reprendes con muestras de enfado y decepción.
Esta actitud puede ser muy dañina, ya que el error forma parte del aprendizaje y debe ser utilizado para ayudar a los niños a mejorar. La paciencia, la tolerancia y la comprensión son las mejores forma de abordar los errores infantiles. De esta manera, tus hijos también aprenden a ser compasivos consigo mismos y a animarse a seguir adelante cuando tropiecen.
3. Pasas por alto los logros y los puntos fuertes
Sueles centrar tu atención en los fallos y en las áreas de mejora, pero pasas por alto los logros y las cualidades de tus hijos. Rara vez los elogias o reconoces sus méritos, pues das por sentado que estos deben producirse. Esta actitud puede desmotivar a los menores, mermar su autoestima y llevarles a pensar que nunca son suficientemente buenos.
4. Exiges a tu hijo por encima de sus capacidades
Es fundamental tener en cuenta cuál es el momento evolutivo en el que se encuentra el niño y cuáles son sus capacidades. Exigirle por encima de su nivel madurativo solo crea angustia y frustración.
Quizá pienses que con estos “retos” le desafías a ser mejor o potencias su desarrollo, pero es imprescindible respetar sus tiempos.
5. No tienes en cuenta sus necesidades y preferencias
Por ejemplo, te cuesta comprender que bajo ciertas condiciones (como el cansancio, el hambre o el sueño) es normal que tu hijo se muestre más irritable y malhumorado. Incluso, en estos casos exiges buenos comportamientos.
Por otro lado, en tu búsqueda de la perfección para tus hijos, es posible que los inscribas en una multitud de actividades. O también, que les animes a realizar demasiada tarea que, por ser excesiva, resulta contraproducente y solo genera más estrés. Las clases extraescolares pueden ser beneficiosas, pero han de tenerse en cuenta las preferencias y las capacidades de los menores para no saturarles.
6. Te exiges mucho a ti misma
En el fondo, tienes la sensación de que tus hijos son tu carta de presentación ante el mundo y es por esto que les exiges tanto. Sientes que sus errores te evidencian como una madre imperfecta y sueles compararte con otras familias. En realidad, es probable que todo parta de una alta exigencia contigo misma que terminas por trasladarles a tus hijos.
Si eres una madre demasiado exigente, es momento de hacer cambios
Como hemos comentado al inicio, ser una madre demasiado exigente puede generarles dificultades emocionales a tus hijos a futuro. Por ello, si te has visto identificada en alguna de las anteriores afirmaciones, es importante que te replantees tu estilo de crianza.
Los niños necesitan límites, sí, pero también afecto, flexibilidad y acompañamiento comprensivo en su desarrollo. Sin estos ingredientes, es probable que tus hijos obedezcan y cumplan, pero sin adquirir verdaderamente los valores y las estrategias personales útiles para la vida. Por el contrario, vivirán bajo una presión que les resultará absolutamente perjudicial.
Bibliografía
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- Rojas, M. (2015). Felicidad y estilos de crianza parental. Documento de Trabajo. México: Centro de Estudios Espinosa Yglesias. Disponible en: https://ceey.org.mx/wp-content/uploads/2018/06/16-Rojas-2015.pdf
- Agudelo, R. (1993). Estilos educativos paternos: aproximación a su conocimiento. Disponible desde internet en: http://www. pedagogica. edu. co/storage/ps/articulos/peda11_09arti. pdf.