¿Te imaginas a tu niño pequeño subiendo por una escalera? Si va escalón a escalón, le resultará más sencillo alcanzar la cima que si lo hace saltándose algunos pasos, ¿verdad? Algo parecido sucede en la relación entre el gateo y la lectoescritura. A continuación, expliquemos dicha correlación.
Dos actividades que, a priori, pueden parecer tan diferentes son, en realidad, complementarias. ¿Por qué? Porque, como en el caso de la escalera, si superamos cada paso sin saltar ninguno, el proceso de aprendizaje es más sencillo.
Así lo simboliza la profesora especialista Laura Estremera, que diferencia entre la maduración del niño y su proceso de aprendizaje. Si no nos saltamos escalón alguno en su fase de desarrollo, lograremos que se minimicen las dificultades durante los primeros años del pequeño, pues estos son muy importantes para su futuro.
El proceso de aprendizaje y la relación entre el gateo y la lectoescritura
Así pues, el gateo, que es un logro que el pequeño alcanza entre los 9 meses y el primer año de vida, se vincula con la asimilación de la escritura y la lectura, de igual manera que con otros hitos que el bebé va superando durante su desarrollo temprano.
Se debe a que, cuando el bebé gatea, el cerebro humano, desde su cuerpo calloso, comunica ambos hemisferios y activa el patrón cruzado del movimiento. Así, puede mover de forma simultánea los dos lados de su cuerpo.
Según la profesora Estremera, el niño comienza con el gateo contralateral. Es decir, su desplazamiento hace uso de un brazo y del pie contrario de manera simultánea. Así, vemos la maduración de su cerebro, que en el futuro tendrá relación con el aprendizaje de la lectoescritura y otros movimientos del pequeño.
Dicho esto, mientras dura la etapa de gateo, el pequeño va trabajando ciertos aspectos físicos y psicológicos que marcarán su futuro desarrollo. Por ejemplo, la estabilidad, la motricidad fina y gruesa, el tacto en las palmas, la fuerza, etc.
El pequeño madura las vías cruzadas en el gateo y estas se vinculan a la dominación lateral, por lo que usa ya la mano con la que tiene más destreza. Por ello, cuando ya se sienta, por ejemplo, empieza a aprender cómo realizar una pinza con los dedos. Este movimiento estará íntimamente relacionado con el uso de lápices a la hora de escribir, que son agarrados por el pulgar y el índice.
Movimientos libres y lectoescritura
El niño, poco a poco, comienza a moverse con mayor soltura y desarrolla, a su vez, su capacidad exploratoria y la visión. Esta coordinación implica el uso de la mano, los ojos y todo su cuerpo para, por ejemplo, obtener un objeto que le interesa.
Con el gateo y el movimiento libre, el niño va concienciándose del espacio que le rodea, descubriendo la altura, la profundidad, la distancia… Todo ello le permite ir coordinando el ojo y la mano, hecho este que será muy relevante cuando el pequeño comience a escribir y unifique la información recibida con el fin último que buscará, que será leer o escribir, como ya hemos comentado.
Por lo tanto, el gateo, igual que la lectoescritura, es un proceso madurativo que va evolucionando, por lo que no es necesario contar con la presencia de un adulto todo el rato que quiera acelerar el proceso. Como afirma la pediatra especialista Emmi Pikler, el niño aprende por sí mismo a su ritmo y evoluciona cuando está preparado para ello.
Es perjudicial querer acelerar los procesos naturales de aprendizaje del pequeño. Así pues, tanto durante la etapa del gateo como posteriormente, cuando el infante aprende a leer y escribir, si ha subido todos los “escalones” naturales de su desarrollo, tendrá la oportunidad de manejar ambas acciones a su debido tiempo con soltura.
La relación entre el gateo y la lectoescritura y la no interferencia
Dicho esto, recuerda: deja que el niño marque sus ritmos. Es importante no interferir y acompañar y guiar desde el respeto. Será el infante el que, poco a poco, vaya pidiendo aprender más.
En la relación entre el gateo y la lectoescritura encontramos la misma situación. El pequeño asentará primero unos conocimientos que, en el futuro, serán vitales para que, posteriormente, siga aprendiendo hasta la edad adulta y más allá.