Ejercer la maternidad es una tarea tan dura como gratificante. Sobre las madres recae una gran exigencia (externa y propia) y una elevada presión. Amas tanto a tus hijos que anhelas profundamente hacerlo todo bien. Pero esto no siempre es sencillo; la crianza nos presenta problemas que, muchas veces, no sabemos cómo resolver. Lo importante es que recuerdes que no necesitas ser una madre perfecta, basta con que seas una madre consciente.
Podemos leer libros y artículos sobre educación y pedir opinión a parientes, amigos y profesionales sanitarios. Podemos devanarnos los sesos aprendiendo técnicas de crianza democrática y tratando de implementarlas a rajatabla. Pero, al final, no se trata de un conjunto rígido de actividades, sino de una mentalidad. Si el amor y el respeto incondicional hacia tu hijo guían tus pasos, sin duda, crecerá sano y feliz.
¿Qué implica ser una madre consciente
No eres de mi propiedad
Muchos padres sienten que, al haberles dado la vida a sus hijos, estos les pertenecen. Ser una madre consciente implica comprender que nuestros hijos no son de nuestra propiedad. Son un regalo. Personas a quienes tenemos el honor de acompañar en su camino. Son seres individuales que merecen vivir y experimentar.
Así, comprende que tu misión no es que tu hijo te obedezca, sino que comprenda e interiorice los valores que guiarán sus pasos. El objetivo no es que siga tus órdenes como un autómata, por miedo o por la autoridad que ejerces sobre él, sino que comprenda las repercusiones naturales de sus actos y elija cómo comportarse.
Del mismo modo, ese niño no ha venido al mundo a cumplir tus sueños ni a seguir tus pasos. Tiene derecho a desarrollar una personalidad propia, a tener sus gustos, preferencias y opiniones, y a expresarlos libremente. Así, puedes guiarlo y aconsejarlo, pero, finalmente, será él quien decida qué actividades deportivas o artísticas desea practicar, quien desea que sean sus amigos o cuál será su estilo de vestir y su profesión.
Respétalo profundamente como ser humano. Escúchalo y compréndelo. Oriéntalo desde tu experiencia, pero nunca impongas u obligues. Pues, finalmente, sois dos personas distintas e individuales.
Cuido mis actos cotidianos
Ser una madre consciente significa exactamente eso, ser conscientes de los pasos que damos cada día en la educación de nuestros hijos. Implica no actuar de forma automática, impulsiva o descontrolada, sino cuidar las palabras y acciones que les dirigimos. Así, seremos capaces de pensar y respirar antes de decir algo de lo que luego nos podamos arrepentir.
Del mismo modo, seremos capaces de recapacitar y pedir perdón si nos pudieron los nervios y no actuamos bien. Pues sí, los padres también pueden pedir disculpas a sus hijos. Y se trata de un ejercicio muy sano y honesto que fortalece el vínculo y la confianza.
Por otro lado, es importante proporcionar al niño un espacio en casa que sienta como propio. Su habitación ha de ser su santuario, un lugar en el que se sienta seguro. Por ello, hemos de respetar su intimidad. Y, así, como permitimos que decore y utilice ese espacio, también habrá de tomar el compromiso de mantenerlo limpio y ordenado.
Igualmente, hemos de ser muy conscientes a la hora de hablar de nuestros hijos. No utilices etiquetas ni adjetivos para nombrar su comportamiento. No hables de él como un niño tímido, desordenado o desobediente. Estas afirmaciones calarán hondo en su mente y moldearán su personalidad. Permítele ser sin juzgarlo ni etiquetarlo.
Como madre consciente, te doy lo mejor de mí
Por último, como madre consciente, decido darte lo mejor de mí. Pero sabiendo que esto no implica sacrificios inhumanos ni obligaciones que luego te reprocharé. No significa abandonarme como mujer y dedicarme a ti en cuerpo y alma, pues esto me llevaría a la frustración y la insatisfacción. Y, tarde o temprano, sentiría que estás en deuda conmigo.
Por el contrario, elijo cuidarme, respetarme y proporcionarme a mí misma una vida plena. Me hago feliz para poder ofrecerte lo mejor de mí sin cargarte con la responsabilidad de mi estado de ánimo. Me esfuerzo en trabajar mis propias heridas, mi autoexigencia y mi sentimiento de culpa. Y, así, cuidándome, soy capaz de cuidarte a ti. Amándome y respetándome, te amo y te respeto.
Bibliografía
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- Rojas, M. (2015). Felicidad y estilos de crianza parental. Documento de Trabajo). México: Centro de Estudios Espinosa Yglesias.
- Aragón, R. (2018, 6 junio). Tus hijos no son tus hijos, son hijos e hijas de la vida. Recuperado de https://lamenteesmaravillosa.com/tus-hijos-no-tus-hijos-hijos-e-hijas-la-vida/