Es un hecho que todos los hijos nos parecemos a nuestras madres, más, si cabe, que a nuestros padres. Algunos, incluso, somos un copia casi exacta de ellas. Y no solo en los rasgos físicos, sino también en el carácter. ¿Existirá una base genética que justifique esta fuerte herencia materna?.
¿De dónde proviene la herencia materna?
En el interior de nuestras células, en su núcleo, es donde encontramos el material genético, el cual está organizado en 23 pares de cromosomas. La enorme biblioteca de genes que los conforman hacen de nosotros quienes fuimos, somos y seremos. En ellos está contenida la información necesaria para formar un organismo y controlar su desarrollo.
Sin embargo, existe otro orgánulo en el interior celular que, aún no pudiendo competir en importancia con el núcleo, también alberga cierta cantidad de información genética; son las mitocondrias. Entre sus funciones principales está la de producir la energía en la célula, pero ¿qué hace tan interesante al ADN Mitocondrial?
Durante el proceso de fecundación, cuando el espermatozoide, en una carrera frenética por llegar el primero, alcanza el óvulo, logra introducir en el interior de este su cabeza, la cual alberga un pronúcleo con 23 cromosomas. Las mitocondrias, responsables de su motilidad, quedarán fuera, por lo que este nuevo ser tendrá 46 cromosomas, 23 de cada progenitor, y las mitocondrias de su madre.
“El óvulo tiene alrededor de 200000 mitocondrias, mientras que los espermatozoides poseen solo unas pocos y las que consiguen entrar en el óvulo suelen ser destruidas. Por tanto, las mitocondrias y su ADN se heredan exclusivamente de la madre”.
-Douglas Wallace (genetista)-
Líneas genéticas matriarcales
Si damos un paseo por el laberinto de la evolución humana a través de nuestro ADN materno, veremos que, aunque en nuestra herencia genética hay una marcada hibridación incluso con especies ancestrales de homínidos como neandertales o denisovanos, existe una constante en todos nosotros que se mantiene casi inalterable con el paso del tiempo: la línea genética materna.
La presencia de este material genético de origen exclusivamente materno nos permite realizar un árbol genealógicos de milenios de generaciones más allá de los estudios anatómicos. Parece posible que en nuestro interior seamos especies matriarcales; el ADN mitocondriual no solo determina nuestro origen, sino que, además, controla ciertas actividades del ADN nuclear.
Este linaje materno posibilita buscar parientes a lo ancho y largo de este mundo y de la historia. La presencia de unos genes mitocondriales denominados ‘halogrupos’ indican de qué tribu de la historia provenimos y si individuos con orígenes similares están emparentados. Así, elaborando una línea matriarcal podríamos remontarnos hasta nuestros orígenes en Africa, hasta la ‘Eva mitocondrial’.
Es sorprendente comprobar lo que distan las fronteras geográficas actuales de las genéticas. La historia del mundo, sus guerras, invasiones, intercambios culturales e incluso el aislamiento de algunas tribus podrían ser contadas solo a través de su herencia materna. A través de lo que podríamos llamar nuestra ‘huella genética’.
¿Qué hay impreso en nuestra huella genética?
Al igual que el ADN mitocondrial parece un ‘chivato’ capaz de dar con los huesos en la cárcel de algún que otro criminal mediante una prueba genética de parentesco, también determina cuán parecidos somos a nuestras madres, ya sea para bien o para mal.
Un estudio reciente de las Universidades de Monash en Australia y Lancaster en Inglaterra muestra la existencia de una razonable relación entre la longevidad y el ADN mitocondrial. Curiosamente, esta mutación, que acorta nuestra vida, afecta en mayor medida a los hombres.
“Es fascinante observar que estas mismas mutaciones no tienen efectos en los patrones de envejecimiento de las hembras”.
-Dr. Damian Dowling-
Varias enfermedades como el Parkinson o el Alzheimer están relacionadas con mutaciones en el material genético mitocondrial y, debido a este origen materno, resultan difíciles de eliminar de la línea germinal.
Conclusiones sobre la herencia materna
Quizá todo esto no signifique nada o sea la causa de que nos sintamos más próximos a nuestras madres y abuelas, de que exista una conexión inapreciable responsable de que compartamos gustos, pasiones, manías, aunque nos separen kilómetros de distancia, aunque todo lo que compartamos esté oculto en el interior de nuestras mitocondrias.
“Quien no cree en la existencia de un sexto sentido claramente no ha considerado a su propia madre. Cómo es que aquellas saben todo lo que saben de ti, incluso esos secretos que encerraste con tanta fuerza en los compartimentos de tu corazón. Esto sigue siendo uno de los grandes misterios del mundo”.
-Narissa Doumani-
Bibliografía
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