Pedí un deseo y te hiciste realidad

Pedí un deseo y te hiciste realidad
María Alejandra Castro Arbeláez

Revisado y aprobado por la psicóloga María Alejandra Castro Arbeláez.

Escrito por Valeria Sabater

Última actualización: 01 diciembre, 2021

Tener un hijo es mucho más que un deseo, más que una ilusión e incluso el siempre discutible ideal de realización femenina. Tener una nueva vida entre nuestros brazos es poner en nuestro horizonte un proyecto de vida, es tener el corazón fuera del cuerpo y disfrutar cada momento de esa criatura perfecta.

A menudo, en el mundo científico y de los estudios psicológicos abordan el tema del por qué una mujer desea ser madre. Podríamos decir sin duda que tal deseo es algo privado, algo íntimo y a veces inexplicable. Sin embargo, los científicos, deseosos siempre por aislar variables nos dicen que casi siempre se debe a tres razones.

La primera es afianzar el vínculo con la pareja creando un proyecto en común, un proyecto de vida. La segunda es realizarse como mujer. La tercera, y algo más trascendental, hallar un significado a la propia existencia al formar parte del proyecto más hermoso, el de ser madre o padre.

Puede que estemos de acuerdo con alguna de estas dimensiones, sin embargo, en lo que sí podemos coincidir sin duda en que “hay algo más” que todo esto. Porque el deseo de tener un hijo en ocasiones, no es compartido por el otro miembro de la pareja. Hay diferentes enfoques y situaciones.

Hay veces incluso en que ese bebé llega sin que se le espere y se convierte sin duda en lo mejor que nos puede ocurrir. Tener un niño va mucho más allá del mero deseo. Te proponemos reflexionar sobre ello.

Pedí un deseo que tardó en llegar, pero al fin te tengo a mi lado

mamá con su hijo disfrutando del presente

Hay niños larga y pacientemente deseados. Criaturas soñadas que tardan en llegar, madres que no pueden concebir, padres que sueñan con serlo y familias que han visto frustrados todos sus intentos, hasta que al final… Acontece el milagro y el deseo cobra forma.

Ya sea de forma individual o en pareja, hay personas que desean tener niños y esperan el momento más adecuado. Ese instante en que lo afectivo y lo económico se combinen y propicien ese instante mágico. Sin embargo, justo cuando ven el momento perfecto descubren que no es posible, que las pruebas siempre dan negativas y que la concepción no surge. Es entonces cuando no hay otra opción  más que la de buscar ayuda, que recurrir a las técnicas modernas de reproducción asistida.

A su vez, algo de lo que no siempre se habla es de la “noria” psicológica y emocional a la que se ven sometidas estas mamás y sus parejas. El estrés, las ilusiones, las esperanzas y las frustraciones crean en ocasiones un tejido que dificulta aún más el proceso. Son situaciones muy complejas marcadas por el fuerte deseo de ser padres, y que en gran parte de los casos acaba en éxito.

El “niño imaginario” que vive en nosotros

Este bellísimo cuadro pintado por Henry James Draper a finales del siglo XIX representa ese instante mágico en que una ninfa ve cumplido su deseo de ser madre. El propio autor explicó que se imaginó a la joven muchacha paseando con tristeza por una playa hasta que de pronto, en un promontorio rocoso, se encuentra una gran concha envuelta en algas.

Sin pensarlo, tira de una de estas algas y al instante, la concha se abre dejando a la vista un bebé rosado, perfecto y dulce sumido en un tranquilo sueño en esa esfera nacarada. La ninfa entonces, le da las gracias al mar y coge en sus brazos al pequeño.

Este mismo sueño por la llegada de un hijo y la maternidad, se acompaña siempre por la práctica mental del “niño imaginario”. Lejos de ver esta imagen emocional y psicológica como como algo poco adecuado, en realidad puede ser inmensamente beneficioso siempre y cuando, eso sí, se mantenga la perspectiva de la lógica y el realismo.

  • No se trata por ejemplo de atribuir a ese niño soñado virtudes de exquisita belleza e inteligencia, de dotarlo en nuestra mente de características como la obediencia, el éxito escolar o de una personalidad siempre afectuosa y dócil.
  • Lo ideal, es soñar con una misma siendo feliz en compañía de ese niño. Ese pequeño no tiene por qué ser abogado, pianista o futbolista. Será lo que él desee. Demos forma en nuestra mente a un pequeño que el día de mañana sea capaz de alcanzar lo proponga, imaginémonos a nosotros mismos educándolo, ayudándolo, siendo su mano siempre cercana y su luz constante en cada época de su vida.

Para concluir, el deseo por ser madre o por ser padre responde sin duda a múltiples razones que no pueden ser objetivadas en un laboratorio. Es simplemente, el ansia por completar nuestra vida, por dar al mundo una criatura feliz, digna y libre a la que darle alas para volar y raíces para que recuerde de dónde viene y quien lo amará siempre.

Los deseos primero se sueñan y más tarde se disfrutan cuando se hacen realidad. Disfruta cada día de tu pequeño tesoro…


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