Ser madre es uno de los trabajos más duros y exigentes. De pronto, una pequeña personita depende de ti en todos los aspectos de su vida y esto requiere una gran dedicación por tu parte. No obstante, cuando haces sentir a tus hijos que son un sacrificio, la relación materno-filial se resiente y las consecuencias psicológicas son importantes.
Todos deseamos sentir que nuestros actos son apreciados y valorados. Sentir la gratitud de tus hijos es la mejor recompensa a la ardua labor de criarlos, amarlos y protegerlos. Sin embargo, tener hijos es un acto de amor desinteresado: si lo haces esperando una retribución, la frustración empañará vuestro vínculo constantemente.
¿Por qué no debes hacer sentir a tus hijos que son un sacrificio?
1. Convertirte en madre fue tu decisión
Ser madre constituye una decisión personal. Es cierto que puede existir cierta presión social y familiar, y que las circunstancias particulares de cada persona son diferente. Sin embargo, la decisión de venir al mundo en ningún caso fue de tu hijo. Tú, como mujer adulta elegiste tomar este camino.
Quizá la experiencia esté resultando más dura de lo que imaginabas. Tal vez no creíste que tu vida cambiaría tanto con la llegada de un hijo. Pero esto no es motivo para cargar a un pequeño con ese gran sentimiento de culpa.
2. El amor incondicional es la base
Cuando un bebé llega al mundo, depende de sus principales figuras de apego para cubrir todas sus necesidades de alimento, afecto y protección. No puede valerse por sí mismo y, por tanto, es esencial que se desarrolle un sentimiento de total confianza en el que sus padres estarán ahí para él. Su vida, literalmente, depende de ello.
Es fácil comprender la enorme importancia que tiene una madre en el desarrollo psicológico de un hijo. Es su primera y más importante relación afectiva y su mayor referente. Crecer con una madre que constantemente repite el enorme sacrificio que supuso tu llegada, todo lo que le hiciste perder, te coloca en una incómoda y dolorosa posición.
Interiorizas que tú no eras su deseo, que no eres lo que esperaba, que no se siente feliz con tu presencia. La base que constituye el amor incondicional se rompe y te sientes confuso, perdido e insuficiente. Si la persona que decidió traerte al mundo y te ama más que nadie te considera una carga, ¿qué puedes esperar del resto de tus relaciones?.
3. Ser madre no implica dejar de ser mujer
Es común que, al convertirse en madres, algunas mujeres abandonen el resto de ámbitos de su vida. Muchas de ellas renuncian a su carrera profesional, sus amistades, sus intereses y se anulan como personas para entregarse a la crianza. Pero esto no es necesario ni saludable. A pesar de ser madre, sigues siendo un ser humano con necesidades, opiniones, gustos y una vida por vivir.
Cuando haces de tu hijo el epicentro de tu existencia, estás colocando en él una presión difícil de soportar. Dejas de hacerte cargo de tu propia felicidad para colocar esa responsabilidad en sus pequeños hombros. De esta forma, tu estado de ánimo pasa a depender totalmente de sus conductas y su éxito en la vida. Y, por ende, la frustración se apoderará del vínculo tarde o temprano, pues ningún hijo ha de llenar el lugar que te corresponde a ti.
Tu felicidad es únicamente responsabilidad tuya. Tú has de procurarte una vida completa y satisfactoria, y esta no puede recaer con todo su peso sobre tus hijos.
No hagas sentir a tus hijos que son un sacrificio
Tus hijos necesitan una madre que se sienta feliz y completa por sí misma para poder ofrecerles el amor y apoyo desinteresados que requieren para crecer saludables. Nunca hagas sentir a tus pequeños que son un sacrificio, que tu vida a su lado no es lo que deseabas, que su llegada te hizo perder.
Si lo haces, ellos crecerán con culpa, miedo y sentimiento de inferioridad. Vivirán una vida ansiosa tratando de complacer compulsivamente a las demás personas porque no se sienten merecedores de amor simplemente por estar vivos. Además, el resentimiento teñirá vuestra relación incluso hasta la edad adulta. Ama incondicionalmente a tus hijos, hazlos sentir que todo lo que haces es por amor, no por sacrificio.
Bibliografía
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Bretherton, I. (1992). The origins of attachment theory: John Bowlby and Mary Ainsworth. Developmental psychology, 28(5), 759. Feeney, J., & Noller, P. (2001). Apego adulto. Bilbao: Desclée de Brouwer.