No importa qué tan difíciles se pongan los días. No importa qué tan lejos esté. Lo cierto es que llevo conmigo una especie de amuleto de la suerte. Cargo en mi ser con tu mirada como estandarte siempre. Es mi protección a donde quiera que vaya.
Hijo mío, estoy segura de que por tu mente no pasa el desorden emocional que provoca tu mirada. Porque tú vives ajeno al torbellino de emociones que surge en mi interior al contemplar esos grandes y expresivos ojos. No te percatas del modo en que mi corazón se acelera al asomarme, por esas ventanitas, a tu alma.
Y es que tu mirada me corta la respiración, abraza mi alma y acelera mis latidos. Me inspira y motiva, me empuja a continuar. Es mi motor, mi fuerza y la visión más hermosa que he llegado a contemplar.
Por eso, siempre la llevo conmigo, como bandera. Es la remembranza de todo lo lindo que me ofrece la vida. Es el recordatorio que insiste en cada caída: “vale la pena luchar”. Equivale a toda esa seguridad que quizás mi personalidad no puede detentar.
Tu mirada, mi motivo de admiración
Tu mirada es motivo de admiración. Pues con el correr del tiempo se ha convertido en la más potente fuerza motriz. No hay más poder que el de esos bonitos ojos expresivos a la hora de ayudarme a intentarlo, a superarlo. Esos ojitos guardan los más misteriosos secretos de la humanidad.
En tus pupilas se esconde la fuerza y valentía que irradias para transitar este camino. Pues esa mirada tiene el inmenso don de despejar dudas e inquietudes. Disipa miedos y temores, convirtiéndolos sin más en certezas y objetivos tan asombrosamente factibles y alcanzables.
Verte a la cara me confiere la osadía de salir a la vida para arrebatar mis sueños y los tuyos. Hace que crea en mí y en ti, en nosotros. Me demuestra el valor que tenemos y con el que cada uno de nosotros cuenta, y mucho más aún estando juntos.
Tu mirada tiene la admirable capacidad de contarme el mundo, tu mundo. Y es en ese preciso momento en que todo lo demás ya no importa. Pues monopolizas la contraseña de la vida y sus pormenores entre el calmo océano de tus pupilas y la curvatura de tus perfectas pestañas.
Con ese bello par de ojos negros no existe la mentira en el mundo. Pues simplemente gritan, de la manera más genuina y natural, aquello que la humanidad toda calla. Pues esa facción de tu rostro es imposible de corromper y siempre confesará todo lo que acontezca.
Amo comunicarme con tus ojos
Tus ojos me guían vaya a donde vaya, y así será siempre. Puedo recordar con gran facilidad cada gesto, cada mueca. Y es que amo profundamente el modo en que puedes comunicarte de la manera más fiel y sencilla con tu mirada. Días malos o buenos, emociones y sensaciones, tanto por decir a través del mismo embriagador elemento.
Tu mirada enamora, hipnotiza. Es una de las cosas que detienen mi mundo, junto con tu sonrisa. Porque tú, contagias la alegría de vivir e irradias amor a través de tus pupilas. Siento que un ángel se oculta tras tu mirada. Por ello es que una y otra vez, desde que te vi por primera vez, prefiero perderme en tu mirada aun habiendo tantos otros ojos.
Esos ojos son los únicos que consiguen que mi mundo se eleve. Me invitan a tocar el cielo. Y allí comprendo que la vida es extremadamente bella, y que por este tipo de milagros merece ser vivida intensamente. Sintiendo su calor, ardiendo con pasión.
Tu mirada me hace grande
Será precisamente ese calor que irradia esa bonita facción de tu rostro la que finalmente me devolverá todo aquello que hemos perdido. La esperanza y la ilusión retornarán para quedarse de nuestro lado para siempre. Me hace creer en lo infinito, en la eternidad a tu lado.
Hijo querido, definitivamente siempre llevaré tu mirada como estandarte. Es que un día sin tu mirada es como un cielo sin estrellas. Es el color de tus bellos ojos lo que tiñe mis días grises con los más imponentes colores. Permíteme perderme en ella cada día para encontrar allí mi mejor reflejo.
Bibliografía
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- Escaño, A. (2017, enero 13). Emociones tras la maternidad. Recuperado abril de 2020, de https://lamenteesmaravillosa.com/emociones-tras-la-maternidad/
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