Durante los primeros meses de vida del bebé, las consultas rutinarias con el pediatra se suceden como un medio para controlar que el pequeño se desarrolla de forma correcta. Más adelante, esto probablemente solo ocurrirá cuando el niño presente algún malestar. Sin embargo, antes o después, muchos niños desarrollan un miedo al pediatra que convierte las visitas en algo angustiante para ellos y para sus padres.
Este temor puede constituir realmente un problema, ya que el pequeño necesitará acudir al médico en varias ocasiones a lo largo de su infancia. Percibir al pediatra como una figura amenazadora puede dificultar enormemente la exploración, el diagnóstico y el tratamiento, además de causar una innecesaria ansiedad al niño. Por ello, es importante que actuemos cuando detectemos señales de alerta.
¿Cómo se manifiesta el miedo al pediatra?
Es sencillo identificar cuándo un niño tiene miedo al pediatra, ya que sus reacciones suelen ser bastante claras y llamativas. Los más pequeños se aferran a los brazos de su madre y se esconden en ella cuando el pediatra trata de acercarse.
Con frecuencia, lloran y chillan para evitar que el médico pueda tocarlos o explorarlos. Se muestran inquietos y ansiosos durante todo el tiempo que dura la consulta.
Además, a medida que crecen, comienzan a ser conscientes de a dónde se dirigen incluso antes de llegar al centro médico. Por lo mismo, los síntomas de ansiedad y nerviosismo empiezan con anticipación. Lo mismo sucede con los niños más mayores a los que se les informa de que van a acudir a la consulta.
¿Por qué ocurre?
A continuación, vamos a ver algunas causas que pueden original el miedo al pediatra en los más pequeños.
Incertidumbre
Las causas por las que se origina el miedo al pediatra son diversas y dependen de la edad del niño. En las primeras visitas al médico, lo más probable es que la causa del temor del pequeño sea la incertidumbre.
El entorno no le resulta familiar y el pediatra es un desconocido del que no sabe qué puede esperar. Por ello, su reacción puede ser de temor, especialmente si el pequeño presenta un temperamento inhibido o retraído.
Asociación
Por otro lado, cuando ya ha acudido a la consulta médica varias veces, es muy posible que comience a realizar asociaciones. Si en el centro médico le pusieron una vacuna, le miraron la garganta con un depresor lingual o le generaron algún tipo de daño o malestar, lo recordará.
Así, la siguiente vez que se encuentre en la consulta de pediatría o sea consciente de que va a acudir a la misma en breve, se despertarán sus alarmas, su inquietud y su miedo a volver a sufrir.
El papel de los padres
Además de todo lo anterior, en muchos casos parte de la responsabilidad recae en los padres. Recordemos que ellos son las figuras en quienes los niños más confían y de quienes obtienen referencias para interpretar su entorno. Así, el modo en que los padres hablan del pediatra tiene un impacto en el niño. Igual que influye el estado de ánimo que los progenitores muestran antes y durante la consulta médica.
Es decir, si los padres perciben la visita al pediatra como un evento negativo, si lo viven con angustia, esta se transmitirá a los niños. Si la madre cree que dañarán a su hijo y sufre por ello, el pequeño percibirá y compartirá su temor y su sufrimiento.
Igualmente, si se utiliza la figura del pediatra para amenazar al niño ante sus malos comportamientos, estaremos contribuyendo a crear una imagen negativa. Evitemos realizar afirmaciones del tipo: “Si no te comes la verduras, el médico te va a pinchar”.
¿Cómo actuar ante el miedo al pediatra?
La actitud del pediatra hacia el niño tiene una importante influencia en la superación de su miedo. El hecho de que sea cariñoso, paciente y cercano es muy positivo. Por ello, trata de escoger un pediatra que te aporte seguridad.
Por otro lado, revisa tus propios temores y sentimientos respecto a llevar a tu pequeño al médico; recuerda que él compartirá tu estado emocional, así que trata de transmitirle calma, serenidad y confianza en el profesional.
Asimismo, si el niño tiene edad suficiente, puedes explicarle lo que ocurrirá en la consulta para reducir su incertidumbre. Ayúdale a gestionar su nerviosismo con tu propia calma, amor y comprensión, y felicítale por cada pequeño avance. Con el tiempo, el temor desaparecerá, pero si no lo hace, lo más conveniente será buscar orientación profesional.
Bibliografía
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