La preadolescencia es una etapa compleja en la que el niño o niña se debate entre convertirse en adulto o seguir en la infancia. Suele ser común que ocurra, entonces, que un niño no quiere crecer.
Lo más corriente es que haya padres que ejerzan una crianza sobreprotectora que impida a sus hijos comenzar a sentirse responsables e independientes.
Aunque la adultez es una aspiración desde pequeños, la infancia implica perder una serie de comodidades y ventajas. Por otro lado, hay niños muy inseguros a quienes la perspectiva de ese cambio los asusta sobremanera.
Cualquiera que sea la causa, cuando un hijo no quiere crecer, la familia se encuentra en una situación que puede afectar su bienestar. ¿Cómo deben actuar los padres?
Detectar cuando un hijo no quiere crecer
Entre los nueve y trece años, se viven grandes cambios físicos y mentales. En esa etapa ocurren dos fenómenos psicológicos que pueden encontrar resistencia. Son conocidos, metafóricamente, como la muerte psíquica de los padres y la pérdida del cuerpo infantil.
Lo más notorio en los niños que no quieren asomarse al umbral de la adultez es que evaden las responsabilidades. Por otra parte, desean continuar siendo conducidos y protegidos. Es posible que el preadolescente manifieste su dependencia a los mimos a los que estaba acostumbrado.
Son comunes las expresiones contradictorias del tipo “ayúdame”, “yo lo hago solo”, “ya no me quieres” o “déjame, no me toques”. Ante ello, el padre y la madre deben tener comprensión y empatía con sus hijos.
Otras señales de la confusión mental del niño pasan porque se muestra desorganizado, no presta atención, se le olvidan las cosas y suele estar distraído. Además, se le ve ansioso y se comporta de manera impulsiva o agresiva.
Dependiendo de su personalidad, incluso pueden aparecer síntomas corporales y desórdenes alimenticios, producto de la somatización de la ansiedad que siente. Una conducta común en esta edad son los evidentes deseos de agradar a los adultos y la evasión de las relaciones sociales con amigos de su misma edad.
¿Qué hacer si un hijo no quiere crecer?
Los padres o responsables son los primeros agentes capaces de ayudar a un hijo que no quiere crecer. La ayuda terapéutica es la opción cuando se sienten superados por la situación.
Las siguientes acciones son adecuadas para comenzar a abordar el problema:
1.- Determinar la causa
El primer paso es encontrar la razón por la cual hay resistencia del niño a crecer. Los motivos son variados: temor, inseguridad, comodidad e incluso el trauma por algún daño infligido por un adulto (abuso sexual). Según sea la causa, distinta será la solución que procede implementar.
2.- Permitir y promover la independencia
Muchas veces son los padres los que no permiten que el niño se conduzca correctamente hacia su crecimiento. La sobreprotección o amor desmedido, al contrario de lo que se cree, produce más daño que bien; en el fondo se trata de un tipo de manipulación emocional.
Con la debida supervisión, es necesario dar cierto grado de independencia a los hijos. Se puede comenzar permitiéndoles tomar algunas decisiones personales, adquirir sus propias cosas, hacer planes y escoger a sus amigos y actividades preferidas.
La idea de hacer partícipes a los hijos de las decisiones en el hogar es un buen recurso para que se sientan valorados y tomados en cuenta. Con ello, se favorece y se potencia su implicación en la familia.
3.- Dejar de tratarlos como niños de menor edad
Para ser acordes con la edad cronológica, los jóvenes necesitan que sus propios padres sean los primeros que se lo crean. El binomio padres-hijos tiene la cualidad de ser un espejo en el que se reflejan los deseos de cada uno.
“Lo más notorio en los niños que no quieren asomarse al umbral de la adultez es que evaden las responsabilidades; desean continuar siendo conducidos y protegidos”
4.- No emitir opiniones que induzcan a generalizaciones y juicios
Muchos padres dominantes viven cuestionando todo. Algunas de sus expresiones atemorizan a sus hijos y les crean prejuicios. En particular, los progenitores deben evitar cuestionar las acciones de los amigos de sus hijos, sus gustos o la forma como viven.
5.- Instruir en sentido positivo sobre los cambios en la adolescencia
Aunque la adultez está llena de problemas, quejarse de ello constantemente delante de los chicos los puede predisponer contra el crecimiento. Es preciso recuperar lo positivo de ser adulto y saber transmitirlo; con ello daremos una buena muestra de confianza a nuestros hijos.
6.- Buscar ayuda profesional
Esta última opción es preferible cuando los padres o responsables se sienten rebasados y temen seriamente por el correcto desarrollo psicológico de sus hijos. Los psicólogos cuentan con las herramientas necesarias para asesorar a la familia en este tipo de circunstancias.
La resistencia a crecer es una reacción que depende en gran medida de la madurez del preadolescente y su familia. Todos deben comprender que la vida es cíclica y que cada etapa tiene aspectos positivos y negativos; de esta comprensión y de la actitud de padres e hijos dependerá el desarrollo del adolescente.
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