Cuando hablamos de la violencia de género en el hogar, muchas veces el abordaje se limita a las mujeres que la padecen. Sin embargo, sus secuelas se extienden a todos los integrantes de la familia. En el caso de los niños, la situación es más delicada, ya que ser testigos de que la madre es víctima de maltrato tiene efectos semejantes porque ellos también viven en la violencia.
Consecuencias sobre los hijos que son testigos de maltrato
Estar expuestos y ser testigos de que la madre es víctima de maltrato es una de las situaciones más estresantes y dolorosas para los niños. Además, esto puede tener consecuencias a nivel físico, conductual y psicológico.
Algunos de los síntomas más comunes en los niños que observamos ante esa situación son los siguientes:
- Dificultades para conciliar el sueño, pesadillas y despertares nocturnos.
- Trastornos somáticos, como alergias, malestar estomacal o dolores de cabeza.
- Cambios en la alimentación, como ser la pérdida de apetito.
- Regresiones en la conducta, como por ejemplo, la pérdida de control de esfínteres o volver a meterse el dedo en la boca.
- Experimentar ansiedad o miedo cuando se encuentran con la persona que maltrata o con cualquier otro extraño. También se pueden presentar sentimientos de ira, de culpa o de vergüenza.
- Dificultades en el rendimiento académico. Suele haber hiperactividad y pérdida de concentración.
- Pérdida de habilidades sociales. También experimentan problemas al relacionarse, tanto en el presente como en sus relaciones adultas. Por ejemplo, durante la infancia pueden experimentar problemas de conducta, como agresividad, impulsividad, enfrentamientos con sus pares o crueldad con los animales, entre otros. Dado que se crían en un ambiente hostil y tóxico, aprenden que eso es lo habitual y pueden ser tanto víctimas de maltrato en relaciones posteriores como futuros victimarios.
- Baja autoestima, debido a que presentan sentimientos de indefensión y de desprotección.
- Conductas delictivas o vinculadas al abuso de sustancias.
Cambios en las relaciones con sus progenitores
Merece un apartado especial el modo en que la violencia impacta en la relación que ese niño tiene con sus progenitores. Las infancias pasan por un torbellino de emociones, porque no comprenden qué es lo que sucede. Así es como, con el tiempo, se les plantea la ambivalencia de tener sentimientos negativos tanto hacia su padre por maltratar a la madre como hacia la madre misma, que fue incapaz de irse del hogar y de evitar que sus hijos se críen en un contexto hostil. En ocasiones, cuando la mujer es víctima de maltrato, no pueden verla de ese modo, sino también como responsable por no haber reaccionado ante esa situación, lo cual los deja envueltos en la culpa, al tiempo que interfiere en la relación que tienen con ella.
Es así como el vínculo con ambos progenitores se ve desgastado y atraviesa todos estos altibajos emocionales que ponen en jaque la salud mental de los niños.
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Factores que determinan el impacto de la violencia
Ahora sabemos que, cuando la madre es víctima de maltrato, las consecuencias también alcanzan a los hijos que son testigos. Sin embargo, el impacto se verá atenuado o será más complejo en función de ciertos factores. Entre ellos, la edad y el nivel de desarrollo del niño, el tiempo en que estuvo expuesto a la violencia y el contexto familiar. En ocasiones, contar con otros familiares que brinden apoyo y acompañamiento puede ser de gran utilidad.
Más allá de la violencia en sí misma, lo perverso de este círculo vicioso es que los niños reciben un mensaje confuso y ambiguo: la violencia hacia alguien que quieren proviene de alguien a quien también quieren. Ante esa situación, los menores no saben cómo hacer frente a la violencia. Más aún, si los pequeños tienen entre 4 y 5 años, suelen sentirse culpables y creen que ellos son la causa de “esas cosas malas que pasan en casa”. Por eso, la intervención temprana es clave.
No está todo dicho
Está claro que ser testigo de que una madre es víctima de maltrato no es una condición ideal para la crianza y, seguramente, dejará secuelas. Sin embargo, esto no debe desanimar a estos niños, que luego devienen en adultos, a buscar y a aprender nuevas formas de relacionarse.
Será muy importante trabajar sobre lo que se cree de la violencia, ya que esta empezó a formar parte de la vida a temprana edad. Dado que los progenitores son nuestro ejemplo a seguir y nos formamos a la luz de lo que vemos y escuchamos de ellos, esto puede ocasionar que se hayan creado modelos mentales distorsionados. Por otra parte, también se deberá trabajar sobre el trauma y las consecuencias del estrés postraumático.
Bibliografía
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- Bedoya, M. H. & Giraldo, M. L. (2011). Vivir la violencia materna. La voz de los niños y las niñas. Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 2 (9), pp. 607 - 617.
- Barudy J, Dantagnan M. Los buenos tratos a la infancia. Parentalidad, apego y resiliencia. Ed Gedisa, 2005.