Los hábitos alimentarios del bebé cambian mucho luego de su primer cumpleaños. Aunque los padres ofrezcan las comidas de siempre, puede que el niño ahora las rechace y no muestre interés por comerlas. Esta nueva conducta se relaciona con cambios físicos y mentales propios de la edad y se conoce comoinapetencia fisiológica del bebé.
A partir del primer año de vida, el cuerpo del niño crece a un ritmo más lento que antes. Esto ocurre como consecuencia de dos procesos independientes: por un lado, el metabolismo se “desacelera” con respecto al ritmo de los primeros meses de vida y por el otro, el nivel de actividad física aumenta al igual que el gasto de energía.
Entonces ¿debemos preocuparnos si a partir del año de vida el bebé come menos que antes? Probablemente la respuesta sea no. A continuación te daremos algunos consejos útiles para atravesar esta etapa tan particular.
Características de la inapetencia fisiológica del bebé
La inapetencia es esperable a esta edad. Se estima que alrededor del 30 % de los niños de 1 a 4 años presenta algún tipo de rechazo a la alimentación, pero solo el 1 % de estos tiene una enfermedad (Lambrischini Ferri, 2007).
De hecho, el doctor colombiano Ernesto Plata Rueda define como pseudo inapetencia a la pérdida del apetito en un niño sano, que mantiene una progresión de peso y un nivel de actividad adecuado para su edad.
Es habitual que los niños preescolares manifiesten algún tipo de dificultad durante la alimentación. Si bien esto no representa un problema para su salud, constituye una preocupación para los padres y un motivo de disputa familiar a la hora de comer.
Uno de los aspectos más destacados de la inapetencia fisiológica es la neofobia, que significa ‘miedo a lo nuevo’ y describe la tendencia a evitar nuevos alimentos. Esta condición aparece muy poco en la infancia, hace un pico entre los 2 y los 5 años de vida y declina en la edad adulta.
Si bien resulta algo engorroso para los padres, se presume que no es más que una conducta de supervivencia de los humanos.
La neofobia tiene una función protectora. Si bien los seres humanos necesitan consumir una dieta variada, el consumo de alimentos desconocidos supone un riesgo de enfermedad y toxicidad (Rozin, 1976).
Entonces, para definir que el rechazo al alimento es fisiológico se deberán cumplir todas las condiciones que describiremos a continuación:
- Niño sano, que no haya manifestado signos ni síntomas de enfermedades digestivas.
- Que mantenga una buena progresión de peso y de altura, según las referencias para edad y sexo.
- Con un nivel de actividad y estado anímico acordes a la edad.
¿Qué puedes hacer?
En primer lugar, debes saber que se trata de un cambio transitorio y esperable para la edad. Tal como te habrá pasado con los cólicos del lactante o las crisis de lactancia, entenderás que por mucho que cueste sobrellevarlo algún día dejará de preocupar.
A continuación, te ofreceremos unos consejos útiles para poner en práctica cada vez que la situación se vuelva complicada.
Calma y paciencia
La relación entre padres e hijos contribuye a modelar la conducta alimentaria. Por este motivo, cuanto más tensa se ponga la situación, peor será el resultado. Y esto aplica no sólo para la cantidad, sino también para la calidad de alimentos que el niño finalmente reciba.
Impresiona que las mejores estrategias de alimentación consisten en fomentar el consumo de alimentos saludables sin forzar su ingesta, restringiendo aquellos menos saludables y asegurando un ambiente social agradable (Falciglia, 2018).
Para que un niño incorpore un nuevo alimento a la dieta es necesario ofrecérselo al menos 5 a 10 veces a lo largo del tiempo. Las preferencias alimentarias pueden modificarse, si brindamos el alimento en distintas oportunidades (Birch, 1982).
Variedad de alimentos
Todos los humanos tenemos preferencias por ciertos alimentos y eso no es malo en absoluto. También es cierto que tendemos a copiar los hábitos alimentarios de nuestros padres o hermanos, ya que observamos estas conductas durante muchos años.
Además del contexto social y la conducta imitada existen factores genéticos implicados en las preferencias alimentarias.
En un estudio realizado por la nutricionista Graciela Falciglia se observó que las dietas de los niños con mayor neofobia eran más restrictivas que las de aquellos sin neofobia. A su vez, estas dietas restrictivas tenían un importante déficit de vitaminas y un alto contenido de grasas saturadas.
Por este motivo, siempre que se pueda, es importante ofrecer alimentos de todo tipo. Un consejo útil para lograrlo es asegurar que en el plato haya muchos colores y texturas. De esta manera estaremos brindando una buena variedad de nutrientes.
¡Comer es divertido!
Para pasarla bien el contexto debe ser apropiado. Es importante garantizar un ambiente calmo y distendido, sin distractores (como la televisión o el celular), donde todos los comensales puedan disfrutar de la experiencia.
Es importante evitar discusiones a la hora de comer o reproches al niño por comer poco, lento o de manera selectiva. Hay que aprender a respetar sus tiempos, sus gustos y la urgencia por terminar para volver a jugar.
También debemos ser prácticos y no prolongar demasiado la actividad. Si el niño comió con ganas la comida, aunque haya sido solo un poco, hasta mostrar signos de saciedad, entonces en ese momento habrá que dar por finalizada la comida. Tal vez mañana permanezca en la mesa un rato más.
Mejor sin trucos
Si el objetivo es que tu niño adopte hábitos alimentarios saludables, no debes poner el foco en que coma hoy todo lo que tienes en la mente. Tal vez esto lo hará con el paso del tiempo, pero a su propio tiempo.
Es importante que hables con tu pediatra o con un especialista en nutrición acerca de qué nutrientes son necesarios para cada etapa de la vida y en qué alimentos se encuentran. A veces no es necesario que el niño tome un vaso de leche como fuente de calcio, ya que algunos vegetales, como el brócoli, pueden aportarle todo el calcio que necesita.
Si mezclas varios ingredientes en una sopa o en una salsa seguramente le aportarás una gran variedad de nutrientes, pero definitivamente no estarás enseñando de hábitos alimentarios saludables.
No le fuerces
No hace falta forzar al niño para que coma, ni tampoco amenazarlo o sobornarlo. Es importante facilitarle el alimento y las condiciones necesarias para vaya adoptando nuestros hábitos. Por otro lado, cualquier acción bajo presión, puede traer consecuencias negativas a futuro.
Acerca de la inapetencia fisiológica del bebé
Ahora que has aprendido que esta conducta es esperable en niños de 1 a 5 años, podrás relajarte un poco más a la hora de comer. Recuerda asesorarte con tu pediatra sobre temas de alimentación saludable, para no pasar por alto algunos aspectos vinculados a la nutrición de los niños.
Bibliografía
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