Me acerco, pero me aleja; coloca su brazo como una barrera y me corre la cara si intento darle un beso. ¿Por qué mi hijo rechaza los mimos? Esta es una situación frecuente en numerosas familias. Existen diferentes razones para esta actitud. Algunas están vinculadas al temperamento, mientras que otras son más situacionales. A continuación, te brindamos algunas respuestas posibles.
¿Por qué mi hijo rechaza los mimos?
En primer lugar, vale la pena destacar que no existen respuestas cerradas al hecho de que un niño rechace el contacto físico. Las opciones abarcan una amplia gama de respuestas que incluyen desde su propia personalidad hasta el tipo de crianza que recibe. Así, existen diferentes motivos por los cuales un niño puede rechazar las demostraciones físicas de afecto. Veamos algunas de ellas.
Estilo afectuoso diferente
Las personas tenemos distintas maneras de expresar lo que sentimos por otros. Hay quienes prefieren el contacto físico, mientras que a otros puede resultarles incómodo. Se trata de validar el propio lenguaje del afecto de nuestro hijo y su autonomía en lugar de forzarlo a hacer algo que no desea.
Momento inoportuno
Muchas veces, buscamos el afecto cuando los niños realizan alguna actividad. Por ejemplo, cuando juegan con amigos, estudian o incluso descansan. En este sentido, muchos adultos lo toman como un asunto personal. Sin embargo, vale la pena un poco de autocrítica y preguntarnos si interrumpiríamos a otra persona en su actividad laboral para acercarnos y darle un beso. Seguramente la respuesta sea no. Pues entonces, lo mismo aplica para los más chicos. Si se encuentran en una actividad, respetemos ese tiempo y ese espacio.
Personalidad
En algunos casos, también se trata de un tema de personalidad. Hay niños que son más reservados y distantes, así como otros son más tímidos o sienten vergüenza. No se trata de un suceso puntual que haya ocurrido, sino simplemente de que siempre fue así. En estos casos, es importante medir junto a ellos cuál es su umbral de comodidad y respetarlo.
Etapa evolutiva
La etapa evolutiva que atraviesa el niño también es un aspecto a considerar. Hay momentos en los que ponen a prueba su autonomía e identidad individual. Empezar a tomar sus propias decisiones o elegir cuándo si y cuándo no es una forma de demostrar que están en pleno crecimiento y que son diferentes a sus padres. Se trata de una situación pasajera y, como adultos, podemos enseñarles que ser afectuoso e independiente no es algo excluyente.
Contexto particular
Si notamos que nuestro hijo cambió su comportamiento, quizás debamos preguntarnos el por qué. Por ejemplo, puede que rechace nuestro cariño porque le llamamos la atención sobre algo y no sabe cómo gestionar esa emoción. También, los cambios en el hogar pueden influir, como ser la llegada de un hermanito.
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Respetar la intimidad y la decisión del niño
Algunas creencias erróneas sobre las muestras de afecto merecen una mención aparte. Especialmente, porque son mensajes que circulan en la sociedad. Por ejemplo, muchas personas se preocupan demasiado porque su hijo no es afectivo y creen que eso perjudicará el vínculo de apego. Es importante destacar que el contacto es un condimento importante para establecer dicho vínculo, pero no es el único.
A su vez, es muy importante considerar que, bajo ningún punto de vista, debemos presionar o forzar a que el niño se muestre afectuoso si no lo desea.
Evitar el chantaje
A su vez, debemos evitar los chantajes para conseguir que nos den un beso. Muchas veces, les decimos «si me das un beso, te compro algo rico», «si no me das un beso ahora, luego no me pidas que te lleve de paseo».
Si bien el contacto físico es importante y es una forma de comunicación, puede no ser la elegida por los niños para demostrar su interés. Aquí lo importante es enseñarles a expresar sus emociones y sentimientos de la manera en que lo prefieran. Este es un modo también de señalar y de establecer límites.
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Reflexionar sobre nuestros propios comportamientos
Preguntarnos por el comportamiento de nuestros hijos es una oportunidad para observarnos en espejo. A veces, vale la pena pensar sobre cómo es nuestro propio estilo afectivo. Si no somos adultos cariñosos, es posible que nuestros hijos tampoco tengan referentes a imitar. O bien, si nuestro estilo de crianza es más rígido y distante, también es lógico que los niños se moldeen a dicho modo.
Si en nuestro hogar las demostraciones de afecto y de las emociones no son frecuentes o tienen una connotación negativa, es posible que los menores interioricen esos mensajes. Por ejemplo, en nuestra sociedad aún son frecuentes los sesgos sexistas, que están presentes en frases como «los varones son rudos» o «las niñas son más cariñosas que los niños». Sin dudas, la conducta del chico está influenciada por lo que vive y observa en su entorno.
Bibliografía
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