Jugar solo es fundamental para el correcto desarrollo de todo niño, en especial, durante los primeros años de vida, cuando los pequeños empiezan a explorar el mundo y el entorno que les rodea.
Por lo general, a los tres años, las dinámicas de juego cambian y los niños, además de jugar en solitario, comienzan a mostrar interés por compartir el juego con los demás.
Pero ¿qué ocurre si tu hijo prefiere jugar solo en lugar de socializar con otros niños? ¿Esto supone un problema? ¿Deberías preocuparte? En las siguientes líneas vamos a abordar este tema.
No obstante, ya te podemos adelantar que no existe una respuesta única a dichas cuestiones. Todo depende de diversos factores relacionados con el menor en cuestión y la situación en la que se encuentra.
Los beneficios del juego individual
Los niños que juegan con frecuencia de forma individual desarrollan un alto nivel de creatividad e imaginación, pues están acostumbrados a inventar historias en las que sus juguetes o ellos mismos viven multitud de aventuras.
Además, a través del juego en solitario, los pequeños aprenden a conocerse a sí mismos, a descubrir sus propios intereses y a construir un mundo interior amplio y diverso del que poder disfrutar a diario.
Otra ventaja de este tipo de juego es que los menores adquieren una mayor autonomía e independencia al relacionarse con el entorno en solitario. Además, en todo momento son ellos mismos los que toman todas las decisiones y asumen las consecuencias de las mismas, lo cual es muy positivo para el desarrollo de la responsabilidad y la resolución de problemas.
En definitiva, el juego individual resulta muy enriquecedor para el desarrollo infantil, pero esto no quiere decir que los niños deban jugar solos en todo momento.
Al igual que este tipo de juego es fundamental para el crecimiento y el aprendizaje de los pequeños, también lo es el juego en compañía de otros niños de edades similares, ya que jugando con los demás es como mejor se adquieren determinadas habilidades sociales y valores tales como la empatía, la cooperación, la negociación, el trabajo en equipo, entre otros.
“Jugar no es un descanso del aprendizaje. Es un aprendizaje interminable, encantador, profundo, atractivo y práctico. Es la puerta al corazón del niño”.
-Vince Gowmon-
Mi hijo prefiere jugar solo, ¿debería preocuparme?
Si tu hijo prefiere jugar solo en lugar de compartir esta actividad lúdica con sus iguales, en principio, no deberías preocuparte en exceso. Es posible que simplemente se trate de una fase.
Ten en cuenta que cada niño es diferente y va a su ritmo; puede que tu hijo ahora mismo no muestre un gran entusiasmo por relacionarse con otros, pero, con el tiempo, no tiene por qué presentar dificultades de socialización.
Sin embargo, la situación sí puede considerarse un problema cuando el pequeño se muestre continuamente reacio a jugar con otros niños, ya sea en el recreo, en el parque, en fiestas de cumpleaños, etc. En estos casos, es importante descubrir por qué ocurre esto. Puede que sea por timidez, por falta de habilidades sociales o por algún motivo más grave al que hay que tratar de poner solución de forma inmediata.
Por tanto, si tu hijo tiene preferencia por el juego individual, siempre que la cosa esté equilibrada y no manifieste de manera frecuente comportamientos negativos ante la idea de jugar con los demás, no deberías tener ningún tipo de preocupación.
La importancia de jugar solo y en grupo
En definitiva, como hemos visto hasta ahora, a través del juego, los niños adquieren multitud de competencias y habilidades útiles para la vida. De hecho, tal y como afirma el famoso pensador, psicopedagogo y dibujante italiano, Francesco Tonucci:
“Todos los aprendizajes más importantes de la vida se aprenden jugando”.
Pues bien, como madre o padre, siempre deberías tener presente esta frase y asegurarte de que tu hijo disfruta del juego en solitario, pero también del juego compartido. Ninguno debería sustituir al otro, sino que deberían ser complementarios.
Por tanto, es importante fomentar ambos tipo de juegos, de manera que el niño pueda beneficiarse de las ventajas que aporta cada uno de ellos para el correcto desarrollo cognitivo y emocional.
Bibliografía
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- Meneses-Montero, M. y Monge-Alvarado, M. Á. (2001). El juego en los niños: un enfoque teórico. Revista educación, 25(2), 113-124.