Es normal experimentar un suministro abundante de leche materna durante las primeras semanas de la lactancia, especialmente si te has extraído un poco para aliviar la congestión mamaria. Con ello le has dicho al cuerpo que tu hijo es un comilón y que necesitas mucha leche para él. En cualquier caso, el organismo es sabio y hace suyo el dicho popular “mejor que sobre a que haga falta”.
En cualquier caso, tener demasiada leche al principio no es un problema, ya que la producción natural de leche materna se irá ajustando de manera gradual a las necesidades del bebé. Sin embargo, en algunos casos esta condición se prolonga en el tiempo y provoca sus complicaciones, una situación conocida como hiperlactancia.
Para muchos, tener mucha leche puede parecer una bendición, pero esto no siempre es así. Cuando se produce una cantidad excesiva, puede causar dificultades en el amamantamiento y problemas de salud tanto para la madre como para el bebé.
A continuación, te contamos todo lo que debes saber al respecto. ¡No te lo pierdas!
¿Cuáles son las causas de la hiperlactancia?
Si bien la producción excesiva de leche puede ser común en las primeras semanas después del parto, cuando esto se prolonga hay algunas causas más específicas.
Por ejemplo, algunas mujeres padecen de una producción excesiva de la hormona prolactina. Esta condición se conoce con el nombre de hiperprolactinemia, y la principal función de esta sustancia es precisamente favorecer la liberación de leche.
También hay medicamentos conocidos como galactogogos que favorecen este efecto. Incluyen la metoclopramida, la domperidona y el supiride. Se utilizan generalmente con otras finalidades, por lo que algunas mujeres pueden experimentar la hiperlactancia como efecto adverso. Por último, la predisposición genética también puede influir.
Cómo afecta el exceso de leche materna a la madre y qué hacer
Cuando los pechos producen mucha leche se pueden generar algunos problemas de lactancia. Por ejemplo, la congestión de las mamas, la obstrucción de los conductos lácteos, las mastitis, las fugas de leche, el dolor en los pezones al inicio de la toma y la pérdida de peso excesiva en la mamá. Además, tener los pechos demasiado cargados puede provocar dolor de espalda, incomodidad y dificultad para descansar.
Cuando se tiene mucha leche, una de las principales cosas que hay que hacer es colocarse un buen sujetador de lactancia y cuidar la postura. Con el movimiento, la glándula mamaria se estimula y aumenta así la producción láctea. Entonces, cuanto más sujeto esté el pecho, menos dolor te provocará, menos problemas de espalda tendrás y menos estimulación se obtendrá.
Otra buena solución para el dolor provocado por el exceso de leche es vaciar el remanente luego de cada toma. Esto, además de aliviar el pecho, te ayudará a evitar la infección de los conductos y una mastitis. Pero recuerda que no hay que forzar, pues el sobreestímulo de la glándula aumenta la producción. Lo mejor es proceder a la extracción manual, porque el sacaleches puede provocar el efecto contrario al deseado.
La extracción manual de los restos de leche que quedan en la mama luego de la toma, ayuda a prevenir varias complicaciones del amamantamiento.
Cómo afecta el exceso de leche al bebé
La primera leche que sale de tu pecho tiene un bajo contenido de grasa, es decir, es un poco más “aguada” que la que vendrá luego. A medida que avanza la toma, aumenta su contenido en grasa e incluso, se vuelve más cremosa. Esta es la que ayuda a satisfacer el apetito del bebé.
Pero cuando hay demasiada leche materna, el bebé se puede llenar de esa leche aguada inicial y abandonar el pecho antes de conseguir la leche grasosa. De esta forma, sentirá hambre antes de lo esperado y buscará amamantarse con frecuencia. O lo que es peor, no ganará el peso deseado.
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Otro problema de tener demasiada leche materna es que se potencia el reflejo del amamantamiento, es decir, que se logra el llenado del seno en menos tiempo.
Esto dificulta el agarre del bebé al pecho, ya que al salir demasiada leche se atraganta y se fastidia. En consecuencia, toma y suelta el pezón varias veces y aumenta la ingesta de aire (aerofagia). De esta manera, se produce más hipo, gases, vómitos, llanto e irritabilidad al momento de descansar. Incluso, puede exacerbar la crisis fisiológica de los cólicos del lactante.
Si no se atiende oportunamente esta condición, el bebé puede rechazar el pecho de su mamá. Y al malinterpretarse sus señales, proceder al destete antes de tiempo.
Cómo ayudar a tu bebé si tienes demasiada leche
Para empezar, es conveniente que te saques un poco de leche de forma manual antes de poner a tu bebé a mamar. Al sacar tú la primera leche, el flujo será un poco más lento cuando el pequeño se alimente y estará mucho más cómodo. Además, llegará antes la leche final y se sentirá satisfecho pronto. Esto también espaciará la siguiente toma.
Para facilitar que el bebé no tenga que luchar contra el pecho, adopta una posición cómoda para ambos. Por ejemplo, siéntalo “a caballito” sobre tu falda o colócalo a él acostado sobre tu vientre. Así, la leche tendrá que luchar contra la gravedad para ser eyectada y esto ayudará a retrasar el flujo.
Por otra parte, si ves que el bebé se suelta, interrumpe la toma y ayúdalo a expulsar el aire que pueda haber tragado. Al liberar el aire habrá más sitio en su estómago para más leche.
Por último, conviene que alternes el pecho con el que empiezas a amamantarlo para evitar sobreestimular a una de las dos glándulas. Esto también ayudará a disminuir un poco el suministro de leche.
Finalmente, es recomendable que te contactes con una asesora de lactancia para que te ayude a resolver cualquier inconveniente o dificultad que surja en el proceso. Pues es posible convertir esta superproducción de leche en una verdadera bendición, si se efectúan los ajustes necesarios.
Bibliografía
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