“A veces siento que no he criado a mi hijo. No lo entiendo, no nos entendemos. Parece de otro planeta”. Estas son algunas de las expresiones de los progenitores que asisten a la consulta y que manifiestan no lograr llevarse bien con sus hijos. Aunque antes sí lo hacían.
Al respecto, muchas veces hay que devolver la pregunta acerca de cuál es el rol que ocupan los padres para que esa distancia o ese desencuentro se mantengan. Esto no tiene ánimos de buscar un culpable, sino de tender puentes para favorecer a la comunicación familiar y sacar la relación adelante.
¿Quieres conocer cuáles son los errores más comunes que cometemos los adultos? Entonces, no dejes de leer.
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Conoce cuáles son los errores que te impiden conectar con tu hijo adolescente
En los momentos de reflexión y de volverse hacia uno mismo, los padres son capaces de identificar algunos errores que con frecuencia cometemos y que interfieren en el vínculo con nuestros hijos adolescentes. Ese es el primer paso para cambiar la conducta y mejorar la relación que alguna vez supimos tener con ellos. Veamos de qué se trata.
1. Compararlo contigo
Este es uno de los errores más frecuentes que ponen una distancia emocional entre los adolescentes y sus padres.
Ponerse en un lugar de superioridad y recurrir a frases gastadas, como “en mi época…”, “Yo a tu edad…”, en lugar de promover un comportamiento deseado o de apelar a la reflexión, es un juicio moralista. Y esto bloquea cualquier tipo de escucha e intercambio.
2. Minimizar sus emociones
“No es para tanto” es una frase que empleamos a menudo con la intención de suavizar las emociones difíciles o de ayudar a nuestro hijo a afrontar una situación. Sin embargo, puede resultar invalidante y descalificadora.
Durante la adolescencia, muchas experiencias se viven con urgencia y con intensidad, como si de eso dependiera la vida o la muerte. Por eso, lo mejor es tratar de escuchar qué es lo que necesitan y comprender para qué o demandan. En caso de que no sea posible satisfacerlo, no lo juzguemos y expliquémosle el por qué.
Trabajar la inteligencia emocional junto a los jóvenes les facilita los recursos para aprender a afrontar y a resolver situaciones adversas.
3. No interesarte por sus asuntos, hobbies o aficiones
Es cierto que en la adolescencia los jóvenes pueden requerir su espacio y autonomía. Es que están aprendiendo a ser ellos mismos y a tomar sus decisiones.
Sin embargo, esto no quiere decir que no esperen que nos interesemos por ellos. No solo lo hacen, sino que esperan que les preguntemos cómo les va, qué tal resultan sus cosas y qué planes tienen. Eso sí, hay que saber respetar hasta dónde desean compartir.
4. Que hagas públicos aquellos temas que son privados
Por ejemplo, si tu hijo te contó una confidencia, no es respetuoso que en el almuerzo del domingo lo expongas delante de la familia. Ni siquiera aunque creas que es gracioso o que “ya pasó”. Estas actitudes destruyen la confianza.
5. No compartir tiempo con él
No se trata de que estés disponible 24/7, pero sí que generes algún tipo de espacio para poder conversar y compartir momentos con tu hijo. En esta misma línea, dar por sentado que él va a aprender ciertas cosas solo, que hay cuestiones “que se cuentan en los grupos” es un gran error.
Tenemos que ser proactivos al momento de abordar ciertos temas, como la sexualidad, las relaciones interpersonales, los límites. Pues nosotros debemos ser el primer filtro de la información.
6. Buscar tener el control de todo
La adolescencia se trata de la búsqueda de la libertad y de la autonomía. Es ese momento en el cual hay más “permitidos” para hacer cosas solos, en relación a lo que sucedía en la infancia. Sin embargo, los adultos no siempre facilitamos la libre exploración, pues controlamos en exceso, exigimos explicaciones y terminamos por agobiarlos.
7. Evitar o exagerar las muestras de cariño
Es decir, ir del todo a la nada. Irrumpir en su habitación para llenar a tu hijo adolescente de besos cuando está reunido con sus amigos es algo tan desacertado como establecer una distancia de frialdad.
Tanto las muestras de afecto como los elogios y el reconocimiento por aquellas cosas que hacen bien son necesarias. La adolescencia puede vivirse con cierta inseguridad: hacerles saber que estamos ahí y que no están solos ni perdidos es una forma de conectar con ellos y de acompañarlos.
8. No aceptar que nuestro hijo es diferente a nosotros
Tras años de educación y crianza, quizás creemos que modelamos a los hijos e hijas “a nuestra imagen y semejanza”. Sin embargo, es preciso aceptar que les dimos recursos y herramientas, pero que ellos actuarán según su propia manera de ser, según su estilo propio.
Por eso, cuando los perseguimos y nos volvemos muy detallistas en que hagan las cosas a nuestra manera, los hacemos sentir criticados, coartamos su libertad y su creatividad. Es importante dejarlos hacer y aceptar que también podemos aprender algo nosotros.
Volver a lo básico: escucharnos
Es cierto que nadie viene con un manual bajo el brazo acerca de cómo ser buenos progenitores. Nadie está exento de cometer errores y de no saber qué hacer en determinadas circunstancias. Sin embargo, la escucha, la empatía y la palabra pueden son herramientas que siempre pueden ayudar, incluso en la búsqueda de construir una solución en conjunto.
Bibliografía
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