En la actualidad, son cada vez más frecuentes los casos de violencia en las escuelas. Los distintos medios de comunicación reportan más casos de los que nos gustaría conocer. Las redes sociales muestran constantemente casos de violencia entre iguales. Pero ¿qué les impulsa a los niños a actuar de forma violenta? En las sucesivas líneas presentaremos el perfil del niño acosador.
Cuando la violencia se produce en el entorno escolar, se define como bullying. En el colegio podemos apreciar tanto el perfil de niño acosador como el perfil de niño acosado. Las características de personalidad que poseen los niños hacen que pueda pertenecer a uno u otro perfil. Pero, concretamente, ¿cómo es el perfil del niño acosador?
Las conductas agresivas por parte de los niños muestran una alta tendencia al psicoticismo por parte de los acosadores y, por parte de las víctimas, una tendencia alta hacia la introversión, además de autoestima baja. Este tipo de conductas intencionadas por parte de los niños son perjudiciales y pueden marcar tremendamente el futuro de los infantes.
“El error común de los abusones es asumir que porque alguien es amable o bueno, es débil. Esos rasgos no tienen nada que ver el uno con el otro. De hecho, se necesita fuerza considerable y carácter pera ser una buena persona”.
– Mary Elizabeth Williams –
Describiendo el perfil del niño acosador
Existen diversos elementos del perfil de los agresores, junto a algunos aspectos de tipo físico, como el ser hombre (en una proporción de tres a uno) y poseer una condición física fuerte. Estos niños establecen una dinámica relacional agresiva y, generalmente, violenta con aquellos que consideran débiles y cobardes. Se consideran líderes y sinceros, muestran una alta autoestima y considerable asertividad, rozando, en ocasiones, con la provocación.
Si hablamos de las variables de personalidad, encontramos que suelen presentar algunas dimensiones de personalidad específicas, como elevado nivel de psicoticismo, extraversión y sinceridad, junto a un nivel medio de neuroticismo. Estas características de personalidad son prácticamente opuestas a las que presentan los niños que son acosados.
Haciendo referencia a la perspectiva evolutiva, vemos que, con la misma edad, las chicas muestran mayor desarrollo cognitivo-social que los chicos, lo que facilitaría el uso de estrategias relacionales de acoso.
Siguiendo con esta hipótesis, se observa que, con la edad, aumentan este tipo de agresiones. Además, se aprecia que la madurez cognitiva en preescolar pronostica conductas agresivas o disruptivas en los chicos, y en las chicas conductas prosociales.
Asimismo, el acosador y sus cómplices manifiestan déficits en los aspectos emocional y moral de la empatía, siendo hábiles en la toma de perspectivas y dados a actuar de manera impulsiva. Normalmente, las víctimas pertenecen a un estatus inferior al de los acosadores, aunque las causas de la popularidad difieren según el género.
El acoso masculino se relaciona con el deseo de ser aceptado por otros chicos agresivos, mientras que el femenino lo está con la aceptación de los chicos, en general.
“¿Qué pasaría si el niño al que acosabas en la escuela crece y se convierte en el único cirujano que podría salvarte la vida?”.
– Lynette Mather –
¿Cómo podemos abordar este tipo de problemática?
Las diferentes situaciones de violencia y abuso entre escolares constituyen una forma de interacción frecuente y bastante generalizada en todos los centros educativos.
En la mayoría de los casos, este problema solo llega al conocimiento de los adultos cuando las conductas de agresión y de victimización están muy arraigadas, su repercusión es dramática y las posibilidades de reconducción son escasas. Frente a esta circunstancia, el profesorado y las familias demandan información precisa y pautas para poder controlar estas situaciones.
Así, deberíamos abordar el problema atendiendo tanto al ámbito escolar como al ámbito familiar. En cuanto al ámbito escolar, los profesores son la figura adulta más cercana, por tanto, deberían mostrar más atención con este tipo de niños, facilitando la reconciliación con las víctimas, desarrollando estrategias de ayuda y explicándoles por qué actúan de esa forma.
En cuanto al ámbito familiar, los padres han de enseñar a los niños otra forma de actuar frente a sus iguales. Lo más importante es trabajar desde el diálogo, estableciendo una comunicación asertiva en la familia.
Se trata de que los padres observen las conductas impropias de sus hijos y los ayuden a conseguir estrategias para modificar sus malas conductas. A veces, el castigo será inevitable pero necesario, y, en casos más extremos, será necesario acudir a un profesional experto que marque las pautas oportunas para resolver el problema.
“El acoso escolar paró cuando probé que no tenía miedo”.
– Randy Harrison –
Bibliografía
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