Los sentimientos más profundos vienen a menudo propiciados por las cosas más pequeñas. Cuando tu bebé no es más que un embrión de 3 semanas, su tamaño es el de una semilla de amapola y a las 7 semanas, es casi como un garbanzo. El amor más gigantesco, ese de talla XXL, acontece por la llegada de esos pequeñuelos que crecen ante nosotros a pasos agigantados.
Parece sin duda cosa de magia, pero cuando una madre y un padre cogen a su bebé recién nacido en brazos, siempre se asombran por la delicada perfección de sus cuerpos.
De sus manos, tan pequeñas, de esas uñas diminutas que ya se aferran con fuerza a nuestros dedos, de esa nariz menuda, que aunque no lo creamos, encierra el sentido más desarrollado en el recién nacido, ese que le permitirá identificar a su mamá, ese que lo orientará hacia el pecho en busca de leche.
Nada es pequeño en el amor. Aquellos que esperan las grandes ocasiones para probar su ternura no saben amar
-Laure Conan-
No debemos por tanto infravalorar a lo menudo, a lo que es pequeño, a lo que apenas cabe en la palma de una mano. En ocasiones, las cosas más diminutas son las que nos dan los mejores ejemplos, y los que al fin y al cabo, hacen crecer en nosotros los sentimientos más sólidos, los más trascendentes… Los más gigantescos.
El bebé más pequeño del mundo: un auténtico héroe
El bebé más pequeño del mundo nos ofrece sin duda un ejemplo de esperanza, fuerza y amor infinito. Ese que sus papás le profesaron en todo momento, ese que con valor y resistencia les permitió no decaer aún en los momentos más difíciles.
- Emilia Grabarcyzk vino al mundo de forma temprana: a las 26 semanas y pesando solo 250 gramos. Medía 21 centímetros y los médicos, se temían lo peor. Sabemos que lo más problemático en los bebés prematuros son los pulmones, aún muy inmaduros e incapaces de realizar por sí mismos el intercambio gaseoso, y por ello, los especialistas apenas le daban unos días de vida.
- Sin embargo, la pequeña Emilia tuvo la suerte de ser trasladada a una unidad de neonatología especializada del Hospital de Wittem, en Alemania, y gracias a unos fantásticos profesionales ese pequeño hálito de vida dio paso a un corazón que se negaba a rendirse y a unos pulmones que reaccionaron con fuerza.
A día de hoy, la pequeña Emilia tiene ya 9 meses, pesa un poco más de 3 kilos y los médicos indican que su evolución es muy positiva. No tendrá secuelas graves, y con adecuada estimulación, paciencia y mucho amor, esta pequeña crecerá como una niña normal.
Un ejemplo más sobre cómo lo más pequeño puede darnos sin duda los mayores ejemplos de fortaleza.
Un amor que nunca fue pequeño y que sin embargo, crece día a día
Es una sensación curiosa. Una realidad que experimentan sin duda muchas madres y muchos padres: el amor no sabe de tamaños y de hecho, empieza siendo grande, muy grande. Cuando la prueba de embarazo da positiva lo que surge es el asombro y la ilusión, más tarde se inician los sueños, los planes, y ese cariño silencioso que poco a poco se torna reconfortante, mágico y edificante.
El amor por algo tan pequeño nos enseña a ser más responsables
El amor es una emoción con una finalidad muy concreta en nuestro cerebro: nos conecta a lo que nos es significativo para atenderlo, cuidarlo, potenciar su bienestar y construir un lazo de apego seguro con ese ser.
El amor por algo tan pequeño enciende a su vez nuestra necesidad por protegerlo. Todo aquello que es de pequeñas dimensiones, ya sean niños o incluso nuestras mascotas, nos impulsa de un modo natural a atenderlas, a permitir que la oxitocina despierte en nosotros la obligación de favorecer su bienestar.
El amor nos enseña
Cuando tenemos en nuestros brazos a ese bebé frágil y tan dependiente de nosotros, tomamos conciencia de que van a surgir muchos retos y muchas responsabilidades.
- Sabemos que habrá algún instante complejo, pero al fin y al cabo, el amor nos va a impulsar a sacar siempre lo mejor de nosotros mismos, nos obligará a aprender, a ser más humildes, más receptivos a ser pacientes…
- Lo diminuto en realidad tiene poder sobre nuestro ser, nos trasforma y nos guía hacia esa versión más noble de nosotros, porque necesitamos ofrecer siempre lo mejor a esa criatura tan pequeña pero a la vez tan perfecta, a esa persona especial que forma parte de nosotros mismos…
Todo el mundo trata de realizar algo grande, cuando las cosas más hermosas e importantes son las más pequeñas
-Frank Clark-
Para concluir, no infravaloremos nunca el valor que los seres y las cosas más pequeñas tienen sobre nuestra propia persona y existencia. Las criaturas más pequeñas se tornan en gigantes en el día a día de nuestras vidas, son nuestros héroes emocionales, nuestra referencias del corazón.
Asimismo, las cosas más diminutas son las que orlan de bienestar nuestro día a día, porque el amor auténtico se nutre de esas pinceladas más simples, ahí donde se pintan los lienzos más hermosos de nuestra existencia.
Bibliografía
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