No hay dos niños iguales y no existe un tipo de personalidad concreta considerada normal y apropiada. Algunos menores son más tranquilos y despreocupados mientras que otros son más nerviosos y enérgicos.
Cuando tu hijo se encuentra en el segundo caso, es posible que pases por alto ciertas conductas de riesgo al considerar que pueden ser manifestaciones propias de su personalidad inquieta. Es el caso de la dermatofagia, de la que hoy hablaremos.
Todos conocemos niños, e incluso adultos, que se muerden las uñas con frecuencia. Este hábito está relativamente extendido y normalizado en nuestra sociedad y, por ello, no le otorgamos excesiva importancia.
Sin embargo, es solo una de las múltiples formas en las que se manifiestan las dificultades para lidiar con la ansiedad o la preocupación; la dermatofagia es otra de ellas. Conocer qué hay detrás nos ayudará a proporcionar a nuestros hijos la ayuda que necesiten para abandonar este tipo de conductas.
¿Qué es la dermatofagia?
La dermatofagia consiste en el acto de morderse la propia piel de forma recurrente. Por lo general, los niños que la sufren suelen morder la piel de las yemas de sus dedos o alrededor de las cutículas, aunque también es posible que se muerdan la parte interior de los carrillos o la piel de los labios.
A consecuencia de este acto, se crean diversas lesiones como úlceras o heridas sangrantes y enrojecidas que empeoran con el paso del tiempo. Es común que, tras un tiempo con la dermatofagia, estos menores tengan los dedos “en carne viva”, algo que dará la voz de alarma a sus progenitores.
¿Por qué se produce?
Al contemplar las heridas en la piel de sus hijos, los padres no podrán comprender por qué recurren a un comportamiento aparentemente tan dañino y doloroso. Por ello, es necesario entender el mecanismo que subyace tras la dermatofagia.
En primer lugar, hemos de decir que se trata de un hábito nervioso. Se presenta de forma más frecuente en niños con personalidades ansiosas o que sufren de algún trastorno de ansiedad, como trastorno de ansiedad generalizada (TAG) o fobia social. Sin embargo, también puede originarse a raíz de un episodio concreto en la vida del niño que le ha generado ansiedad.
Podemos comparar la sensación que experimentan estos pequeños con lo que sentimos antes de estornudar, ese picor o incomodidad tan molesto que solo se alivia estornudando.
Algo similar ocurre en este caso: se experimenta una inquietud creciente que desaparece al morderse la piel, momento en que se siente un gran alivio y una agradable sensación placentera. Es por ello que para los menores puede ser tan difícil resistir el impulso de continuar haciéndolo.
Por otro lado, la dermatofagia actúa como una herramienta para afrontar la ansiedad. Al morderse los dedos o los carrillos, el nerviosismo disminuye temporalmente, por lo que los niños acostumbran a autorregularse de este modo.
El problema se agrava cuando esto se convierte en un hábito y el niño comienza a hacerlo ya no solo cuando está ansioso, sino en otras ocasiones, como cuando está aburrido o distraído, por lo que ya se ha convertido en algo automatizado de lo que ni siquiera es consciente.
¿Cómo se trata la dermatofagia?
Si detectas que tu hijo padece dermatofagia, es necesario actuar al respecto. En primer lugar, para evitar que siga ocasionándose lesiones en la piel y, en segundo lugar, para enseñarle estrategias de afrontamiento más sanas y efectivas. Así, por un lado, será necesario comprender si la ansiedad que ha desencadenado estas conductas está generada por un episodio aislado o por un trastorno en sí mismo.
Puede que el niño sufra, como hemos dicho, ansiedad generalizada o quizá sea un contratiempo en el colegio el que ha incrementado su ansiedad puntualmente.
Así, podemos enseñarle técnicas para regular la activación, como ejercicios de respiración o relajación. Del mismo modo, habrá que ofrecerle herramientas de resolución de problemas para que no se vea desbordado por las circunstancias que vaya encontrando.
Pero, además, la técnica más efectiva para tratar directamente la dermatofagia es la inversión del hábito. Así, se entrenará al niño para realizar una conducta incompatible siempre que detecte el deseo de morderse la piel.
Por ejemplo, puede sentarse sobre la mano unos instantes hasta que el impulso desaparezca. En cualquier caso, será necesario que un psicólogo infantil evalúe el caso concreto y aplique el tratamiento más conveniente.
Bibliografía
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- AA, A. Z. (2018). Tragic Teenage Boy Presenting With Calluses Due to Dermatophagia. Dermatol Case Rep, 3(140), 2. https://www.researchgate.net/publication/326522135_Tragic_teenage_boy_presenting_with_calluses_due_to_dermatophagia