Cuando tu hijo no come. ¿Qué hacer para que suba de peso?

Comer alimentos sanos y nutritivos, participar de su elaboración y no hacer de la comida una lucha familiar pueden ayudar a mejorar el apetito del niño y su interés.

Cuando un hijo no come o no lo hace en las cantidades que se creen necesarias, los padres se preocupan y sufren por esta situación.

Sin embargo hay que saber que la falta de apetito y las variaciones en el aumento de peso son algo que ocurre de forma normal, como parte de las diferentes etapas de su desarrollo.

Una alimentación saludable y nutritiva les ayuda a ganar el peso que necesitan, así como a obtener energía y nutrientes suficientes. Pero conviene tener en cuenta más aspectos para no convertir esta inquietud en un motivo de conflicto con el niño. Conocemos más a continuación.

¿Qué pasa cuando no tu hijo no come y no tiene apetito?

La alimentación de los hijos suele ser un aspecto que preocupa a un gran número de padres. En mucho de ellos, la falta de apetito o la poca cantidad que come un niño es también motivo de consulta al pediatra.

En ocasiones, la falta de hambre o un niño que coma poca cantidad puede estar ocasionado por una enfermedad. Pero también puede ser debido a otros motivos no preocupantes y que van a ir cambiando con el paso del tiempo.

Como indican los expertos de la Universidad de Utah, entre los niños de 1 a 5 años de edad es normal que el apetito disminuya o incluso que pase por diferentes fases. 

La cantidad que necesitan ingerir está regulada por el centro del apetito, en el cerebro. Así es que los niños sanos y con acceso a alimentos, van a comer todo lo que necesitan para crecer y tener energía.

Por lo tanto, en principio esto no debería generar una carencia nutritiva ni conllevar enfermedades asociadas.

Como señalan desde la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria existen algunos signos de alerta que podrían indicar un problema más allá de lo normal para la edad:

  • Disfagia, dolor durante la alimentación, llanto en el momento de comer.
  • Deglución con tos, atragantamientos o neumonías recurrentes.
  • Vómitos o diarrea.
  • Síntomas cardio-repiratorios crónicos.
  • Fallo de medro: retraso en el aumento de peso y el el crecimiento físico que puede ocasionar retrasos en el desarrollo y la maduración.

Las visitas con el pediatra son la mejor medida para llevar un control de su desarrollo. Y si el hambre o la forma de comer de tu hijo te preocupa mucho, nunca está de más exponer esta cuestión.

¿Cómo puedo saber si mi hijo no come suficiente y no  está ganando el peso adecuado?

Todos los niños tienen un patrón de crecimiento que es natural para ellos. Para saber si el niño está dentro de los parámetros y comprobar que gana peso de manera proporcionada es necesario hacerle un seguimiento. El pediatra es la persona adecuada para ello.

Hay que tener en cuenta que las tablas de crecimiento ofrecen valores medios, con máximos y mínimos. La constitución del niño y su herencia genética juegan un papel clave, por lo que no hay que agobiarse si el niño están por debajo de la media.

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Asimismo, el peso que sube un niño es fluctuante. Durante los 12 primeros meses de vida un niño puede ganar 7 kilos de forma promedia. Entre el primer y el segundo año unos 2,5 kilos.

Pero a partir de los 2 años tanto el crecimiento como el aumento de peso se ralentizan, y como hemos visto, también disminuye su apetito.

Si a este hecho se suman los cambios en su personalidad y desarrollo; las conductas acerca de la comida, su interés y su actitud pueden verse modificadas.

Es por todos estos motivos que es bueno valorar la situación con el pediatra o el equipo médico si tu hijo no come, lo hace en pequeñas cantidades y esto te preocupa.

De este modo es posible averiguar si existe un motivo real o si es necesario adecuar las expectativas paternas a la realidad.

¿Cómo conseguir que mi hijo suba de peso?

Como acabamos de ver, los niños sanos y con acceso a alimentos comen lo que necesitan y van a ganar peso según sus necesidades. 

Si se da el caso que tu hijo no come, está muy delgado o gana peso con dificultad; puedes aplicar algunas pautas para fomentar unos buenos hábitos alimentarios. Estos van a mejorar su actitud y relación con la comida lo que es beneficioso en el presente y en el futuro.

1. Ofrecer una dieta variada y nutritiva

La cantidad de comida no siempre es el aspecto más importante en relación a la dieta infantil. Ofrecer alimentos nutritivos, saludables y variados es igual de importante y un indicador de calidad en la dieta.

Los patrones dietéticos deficientes en la primera infancia pueden acarrear carencias de vitaminas, minerales, ácidos grasos, proteínas y otros nutrientes clave para su desarrollo.

Por lo tanto, no es adecuado recurrir a cualquier tipo de alimento o preparación para que el niño coma, sino que hay que poner a su alcance alimento saludables.

2. Hacer pequeñas comidas a menudo

La forma y la asiduidad en la que se presentan los alimentos puede favorecer que un niño se sienta atraído por la comida y evitar su rechazo temprano.

Dada su menor capacidad estomacal y su demanda continuada de energía, puede ser favorable ofrecer snacks y tentempiés entre las comidas principales. 

Los niños que tienen poco apetito pueden sentirse incómodos delante de platos muy llenos en los que perciben que hay mucha comida. Es por este motivo por el que es preferible servir platos pequeños y dejar que repitan si tienen más hambre. 

3. Comer en familia y en un buen ambiente

Compartir el tiempo con la familia (o los cuidadores) en la mesa es importante para los niños ya que les permite adquirir hábitos más saludables en relación con la comida.

Si a los pequeños les cuesta comer algún tipo de alimentos, observarlos en la mesa y ver que forman parte de la dieta de los mayores puede animarles a probar.

Estos ratos deben ser agradables, en un ambiente tranquilo y, a ser posible, sin distracciones. Si tu hijo no come o le cuesta acabarse el plato, es fundamental no convertirlo en un motivo de disputa.

4. No forzar a comer ni a terminar el plato

Obligar a los niños a comer, castigarles o amenazarles no es una vía positiva para lograr que coman más. En realidad puede suceder lo contrario ya que, como apuntan los autores de este estudio, es posible que la negativa a comer aumente.

Asimismo, empujarles a comer cuando no tienen hambre puede enseñarles que esta es la conducta apropiada. A su vez, esto no les permite guiarse por sus propias sensaciones de hambre y saciedad y se puede perder esta conexión.

En cuanto a la variedad, no es imprescindible que de bien pequeños ya coman de todo. Si algún alimento no les interesa o lo rechazan, no hay que descartarlo del todo sino ofrecerlo en varias ocasiones o en preparaciones diferentes.

5. Hacerles partícipes del proceso

Este es, sin lugar a dudas, uno de los mejores incentivos para lograr interesar los más pequeños en la comida, probar nuevos alimentos y comer opciones más saludables.

A cada edad pueden participar según sus capacidades, desde preparar la lista de la compra, elegir alguno de los platos del menú, cortar ingredientes y hacer otras elaboraciones.

6. Evitar los alimentos superfluos

Existen algunos alimentos que deberían evitarse al máximo en la dieta de cualquier niño. Nos referimos a aquellos con un exceso de azúcar, sal, harinas refinadas o grasas poco saludables:

  • Chucherías.
  • Galletas, bizcochos, tartas, etc.
  • Helados, postres lácteos azucarados.
  • Patatas fritas y snacks fritos y salados.
  • Bebidas refrescantes y energéticas.

Sin embargo, estos están cada día más presentes en la dieta de muchos niños. Además, cuando los pequeños tienen bajo peso o no quieren comer mucho, se puede tender a ser más indulgente en este aspecto y permitirlos con mayor facilidad.

Pero a esta edad conviene ofrecer a los niños alimentos que les aporten nutrientes y energía. De lo contrario se llenan y sacian el apetito pero con productos que solo aportan calorías.

7. Enriquecer sus comidas

Cuando los pequeños tienen poco apetito hay que aprovechar sus comidas para introducir alimentos y condimentos que sean más calóricos para facilitar que cubran sus demandas energéticas.

Algunas formas positivas de transformar sus comidas sin suplementos ni productos poco adecuados son las siguientes:

  • Aliñar con aceite de oliva, salsa romesco, mayonesa o pesto. Estas salsas son buenas para las verduras, las ensaladas, los bocadillos, la pasta, etc.
  • Añadir frutos secos troceados o en crema al yogur, la fruta o los cereales de desayuno.
  • Ofrecer la fruta junto a un puñado de frutas deshidratadas (sin sustituir la fruta fresca) o untada con crema de frutos secos.
  • Dar prioridad a las fuentes de carbohidratos y proteínas como el huevo, el pescado azul, el arroz, la pasta integral, el pan o las legumbres.
  • Dar preferencia a las cremas de verduras por delante de la sopa con caldo. A esta última se le puede añadir una buena cantidad de arroz o pasta. Los purés de verduras se pueden enriquecer con un huevo duro rallado, lentejas rojas, queso o harina de almendras.
  • Las ensaladas son una buena forma de comer verduras. A ellas se les puede añadir acompañamientos como maíz, atún, queso, aguacate o frutos secos.

7. Fomentar otros hábitos saludables

La salud y el bienestar de los hijos no depende solo del patrón alimentario. Todos los hábitos de vida saludables son necesarios para que crezcan y se desarrollen a su ritmo.

Así que la dieta se debe acompañar de actividad física, relaciones con otros niños o un buen descanso.

8. Los suplementos solo en casos necesarios

Debido a la preocupación que puede llegar a generar ver que un niño come poco, es posible que muchos padres piensen en recurrir a la posibilidad de ofrecer algún tipo de suplemento vitamínico, energético o para abrir el apetito.

En cualquier caso estos solo deben darse bajo supervisión médica y si se estima necesario.

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Si tu hijo no come mucho prueba alguna de estas estrategias para mejorar su apetito

Todas las pautas ofrecidas pueden permitir una mejor relación con la comida y unos hábitos alimentarios saludables.

Ten en cuenta que el apetito en los niños es variable y pasa por diferentes etapas.  Si tu hijo está sano y se desarrolla dentro de su ritmo está dentro de una situación normal que puedes valorar con el pediatra para obtener un consejo más individualizado.

Bibliografía

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