A pesar de que no son graves, las crisis de ausencia son un trastorno neurológico que se presenta especialmente durante la infancia y que rara vez persiste hasta la adultez. De hecho, suelen desaparecer con el tiempo.
Las crisis de ausencia son fugaces. Apenas duran unos cuanto segundos (por lo general, mucho menos de un minuto). Y dado que son inocuas, tienen un pronóstico positivo. En otras palabras, las crisis no suponen un problema para el niño a largo plazo.
Muchas veces pueden pasar totalmente desapercibidas. No obstante, es importante estar informados acerca de cómo pueden presentarse para que así, llegado el momento de presenciar una, no entremos en pánico.
Las crisis de ausencia, un petit mal
En francés se les denomina petit mal que se vendría a traducirse en español como una afección menor (en el sentido de que pueden pasar inadvertidas y que no constituyen un impedimento físico de gravedad).
Ahora bien, ¿por qué ocurren? Muy simple: por un desequilibrio de los neurotransmisores cerebrales. Esto quiere decir que, durante unos instantes, la actividad eléctrica de las neuronas se vuelve repetitiva. Es uno de los tipos de crisis que presentan los pacientes epilépticos.
Se desconoce la causa exacta de las crisis de ausencia, por ello, aún no hay respuestas definitivas en este tema. Por otra parte, se cree que puede tratarse de un factor genético.
¿Cómo identificar una crisis de ausencia?
Hay casos de crisis de ausencia en niños que se repiten varias veces al día. También pueden presentarse durante varias semanas e, incluso, por meses.
Los síntomas se presentan de forma súbita; siendo los más notorios: distracción, ensimismamiento y somnolencia. Visto desde fuera, pareciera que por un momento, el niño se encontrase soñando despierto o absorto en sus pensamientos. Da la impresión de que se desconectan o se ausentan del mundo.
Una prueba elemental pero efectiva que se puede hacer al niño es interactuar con él. Hay que hablarle, hacerle una caricia en el cabello o en el hombro, ofrecerle un caramelo, preguntarle en qué piensa y así. La idea es ayudarle a que ”regrese a la Tierra”, por así decirlo.
Si el niño solo está distraído o ensimismado, reaccionará y recordará lo que sucedió a su alrededor durante todo ese tiempo. Por el contrario, si no reacciona y tampoco recuerda qué sucedía puede que haya experimentado una crisis de ausencia.
Tipos de crisis de ausencia
- Existe la denominada crisis de ausencia típica, la cual por lo general se origina como consecuencia de una crisis epiléptica. Una vez que el niño comienza a entrar en la adultez tiende a desaparecer. El principal síntoma consiste en la desconexión repentina. En algunos casos el niño puede tener presentar movimientos faciales involuntarios muy leves. Una vez que la crisis haya pasado el niño vuelve a la normalidad, como si nada hubiese pasado.
- Tenemos también la llamada crisis de ausencia atípica, es propia en los niños con epilepsia y encefalopatía. Además suelen presentar problemas psicomotores. Su principal característica también consiste en la desconexión, solo que en estos casos es menos brusca tanto al inicio como al final. Algunos casos de este tipo de crisis en ocasiones puede pasar desapercibida. Sobre todo en aquellos casos en los que aún no se ha determinado la crisis.
- Las llamadas crisis complejas, su principal característica se debe a la aparición de un aura, quiere decir que la aparición de una sensación determina la aparición de la crisis. Son más extensas, pueden llegar a durar hasta un minuto y en algunos casos un poco más. El niño realiza movimientos extraños y consecuentes, como la manipulación de objetos.
Diagnóstico
El neurólogo evaluará el caso a través de un examen físico, el cual puede incluir un electroencefalograma. Este estudio permitirá dar un diagnóstico mucho más preciso. Por otra parte, a la hora de evaluar los antecedentes, un factor muy importante a tener en cuenta en el diagnóstico es la presencia de epilepsia en la familia.
Tratamiento
Para tratar las crisis de ausencia, el neurólogo suele recomendar la administración ciertos fármacos antiepilépticos. Por lo general, se trata de dosis bajas y el tratamiento en sí, tiene una duración relativamente corta. Una vez que el médico decida suspender el tratamiento, no será necesario recurrir con el fármaco.
Al igual que muchos tratamientos, este no se suspende de súbito, sino que se va retirando, poco a poco, bajo supervisión médica. De esta forma el organismo se acostumbra progresivamente a operar sin el fármaco.
Por supuesto, un estilo de vida saludable siempre es el mejor complemento para todo tratamiento. Esto se traduce en una dieta nutritiva y equilibrada, y una rutina sana de actividad física.
Bibliografía
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