La salud de un hijo es uno de los temas que más preocupan a los padres. Saber si está sano o si algo va mal es una gran responsabilidad que muchas veces funciona por intuición. Una de las formas de cerciorarnos de ello científicamente es calculando el percentil del bebé.
Aunque muchas madres y padres suelen utilizar sus propios métodos, la fiabilidad no es la misma. Poder conocer con exactitud el estado de nuestro hijo es toda una hazaña. Pese a la creencia popular, el único que puede determinar esto es el médico o una institución especializada.
Solo un experto en el tema o un organismo avalado pueden interpretar la información concerniente al estado del bebé. Lo mismo ocurre con los resultados obtenidos en el estudio y los consejos para los progenitores a la hora de afrontarlos.
¿Qué es el percentil del bebé?
Un percentil es una medida de estadística que se utiliza para comparar datos entre la población. El percentil del bebé es aquel que se obtiene de la comparación de la medida de perímetro craneal, longitud y peso de un número de infantes.
Sirve para detectar anomalías en el crecimiento del niño como la desnutrición, la obesidad o defectos en la altura. Esto se observa en aquellos casos en los que el percentil presenta alguna clase de desviación, que debe ser analizada por un pediatra.
Las medidas se realizan de forma periódica, comparando las más recientes con las antiguas. Los resultados se estudian junto a los de una muestra de bebés de la misma edad y sexo, que determinan si existe algún tipo de desarrollo anormal.
Hay lugares en el corazón que no descubres hasta que amas a un niño
–Anne Lamott–
La tabla que calcula el percentil del bebé
Existen una serie de calculadores y tablas que se encargan de calcular el percentil del bebé. Las dos valoraciones más utilizadas son la de la Fundación Faustino Orbegozo Eizaguirre y la de la Organización Mundial de la Salud.
Este último se centra en los datos adquiridos de niños de la mayoría de los países del mundo. Todos ellos tienen en común que han sido criados mediante la lactancia materna, dato que se utiliza para el muestreo. Lo mismo ocurre con la edad, que abarca desde el nacimiento hasta los 5 años.
Los criterios más comunes establecen que un niño que se encuentre en un IMC entre 3 y 85 presenta un peso normal. Si lo supera, podríamos hablar de sobrepeso o incluso de obesidad. En el caso contrario, si el percentil del bebé está por debajo de 3, es posible que exista un problema de desnutrición.
Lo mismo ocurre con la talla del bebé. En el caso de que, por ejemplo, obtenga un percentil de 80, significaría que de 100 niños 80 estarían por debajo de la medida del pequeño.
Los recién nacidos cuyo peso y talla es inferior a la media son englobados dentro del grupo de “retrasos del crecimiento intrauterino”. Estos bebés pueden haber sufrido algún tipo de problema en su crecimiento durante el embarazo, pero durante el primer año de vida suelen recuperar la normalidad.
¿Qué debo hacer si mi bebé presenta alguna anomalía en el crecimiento?
Antes de alarmarse, es importante que hablemos con un experto. Puede que, como ya hemos mencionado, la alteración en el desarrollo sea algo temporal. De todas formas, existen una serie de problemas relacionados con estas anomalías.
Problemas congénitos
Puede deberse a un retraso en el crecimiento dentro del útero de la madre. Algunas de las causas tienen que ver con la ingesta de drogas, la radiación o alguna clase de infección. Debido a esto, es tremendamente importante tratar de llevar un embarazo lo más sano posible.
Antecedentes familiares
Se da en aquellos casos en los que los padres tienen tallas y pesos por encima o por debajo de lo normal. Muchas veces los antecedentes son los que determinan la apariencia y los posibles problemas de un bebé. Por supuesto, con ayuda de ciertas recomendaciones las alteraciones pueden llegar a modificarse.
Enfermedades
Hay un sinfín de enfermedades relacionadas con los trastornos del crecimiento. Algunas de ellas son el déficit en la hormona del crecimiento, trastornos endocrinos, el Síndrome de Cushing o enfermedades renales y cardiovasculares. Para la mayoría, afortunadamente, existe tratamiento especializado.