Así afectan los castigos al cerebro de los niños

¿Cómo afectan los castigos al cerebro de los niños? ¿Y a nivel de su desarrollo psicológico y cognitivo? Os desvelamos lo que dice la ciencia al respecto.
Así afectan los castigos al cerebro de los niños
Laura Ruiz Mitjana

Escrito y verificado por la psicóloga Laura Ruiz Mitjana.

Última actualización: 24 febrero, 2021

¿Cómo afectan los castigos al cerebro de los niños? Más allá de a nivel cerebral, los castigos en la infancia, sobre todo los castigos físicos, pueden generar graves consecuencias para el pequeño a nivel emocional y psicológico.

En este sentido, los expertos aseguran que el castigo físico reiterativo puede dañar la autoestima del niño y propiciar en él sentimientos de inseguridad. Además, es una estrategia que limita su autonomía y que puede convertirlo en una persona sumisa o, por el contrario, en extremadamente rebelde.

Un estudio publicado en la revista Pediatrics afirma que el castigo físico es un factor de riesgo en la aparición de ciertas psicopatologías, como el trastorno obsesivo-compulsivo y diferentes trastornos de conducta y personalidad. Además, a nivel cognitivo también puede perjudicarlos. Veamos cómo.

¿Cómo afectan los castigos al cerebro de los niños?

¿Alguna vez te has preguntado cómo afectan los castigos al cerebro de los niños? Según el psicólogo Rafael Guerrero, con base en las investigaciones del momento, cuando castigamos a un niño con una sanción (por ejemplo, dejándole sin postre o expulsándole de clase) debido a su mal comportamiento, ocurre algo curioso en su cerebro.

Madre dando azotes a su hijo sin saber cómo afectan los castigos al cerebro de los niños.

Concretamente, se activan las zonas inferiores del mismo, que son aquellas encargadas de los instintos de supervivencia. ¿Qué ocurre cuando le castigamos? Que el pequeño tiene tres posibilidades de respuesta: “atacar”, huir o quedarse paralizado. Estas respuestas se ponen en marcha de forma automática, reactiva e inconsciente.

Se activan las estructuras instintivas y emocionales

Por otro lado, a nivel neuroquímico, en el cerebro se liberan grandes cantidades de adrenalina y cortisol (la hormona del estrés). La consecuencia de ello es una tendencia a actuar que dificulta el pensamiento del niño. Esto hace que muchos chicos tiendan a querer “vengarse”, muchas veces de forma inconsciente.

La hiperactivación de la parte inferior del cerebro, aquella relacionada con los instintos y las emociones, hace que sea muy difícil para el niño conectar con las estructuras más racionales, aquellas ubicadas en la zona superior del cerebro, que permiten razonar y desarrollar un pensamiento crítico.

Dificultades para aprender

Las consecuencias de ello son una dificultad, por parte del pequeño, para pensar sobre lo que ha hecho mal y una tendencia a responder de forma instintiva y emocional. En otras palabras: el aprendizaje aquí resulta muy difícil que se produzca porque el cerebro no está en condiciones para ello.

Por otro lado, recordemos que el castigo es una estrategia punitiva que no ofrece conductas alternativas adecuadas, es decir, a través del castigo el niño no puede aprender cómo hacerlo mejor porque no se le ofrecen los modelos adecuados para ello (como sí ocurriría en la sobrecorrección, por ejemplo).

Así afectan los castigos al cerebro de los niños en el desarrollo intelectual

Más allá de las consecuencias cerebrales que implica el castigo en la infancia, otros estudios han observado cómo esta estrategia punitiva puede afectar al desarrollo intelectual del niño. En esta línea, un estudio realizado por investigadores de la Universidad de New Hampshire (EEUU) analizó a 806 niños con edades entre 2 y 4 años.

También analizaron a 704 niños de entre 5 y 9 años. Sometieron a ambos grupos de participantes a diferentes pruebas cognitivas que se repitieron 4 años más tarde.

Influencia en el cociente intelectual

¿Qué encontraron en sus resultados? Que durante esos 4 años, los niños del primer grupo, que no habían recibido castigos físicos, tenían un cociente intelectual 5 puntos más alto que los niños cuyos padres recurrían al castigo físico.

En cuanto al segundo grupo, los resultados fueron parecidos; los niños que no habían recibido castigos físicos tenían un cociente intelectual 2,8 puntos más alto que los niños que sí habían recibido castigos físicos frecuentes. Otra conclusión a la que llegó esta investigación es que la frecuencia con la que se aplica este tipo de castigos también tiene relación con el cociente intelectual.

En este sentido, a mayor frecuencia de castigos físicos, más retraso existía en las habilidades cognitivas de los niños. Además, los investigadores afirmaron que incluso el castigo físico leve, si se aplica con frecuencia, puede llegar a condicionar el cociente intelectual.

Padre aplicando el castigo físico con su hija.

“Educad a los niños, y no será necesario castigar a los hombres”.

-Pitágoras-

¿Es útil el castigo?

Como vemos, las consecuencias en la infancia del castigo, ya sea físico o verbal, son evidentes. Cuando castigamos a un niño, se activa su cerebro más primitivo, emocional e instintivo, que lo prepara para atacar o huir. Esto dificulta un abordaje racional de la situación y dificulta también que pueda realizar un análisis crítico de la situación.

Por otro lado, el castigo también puede perjudicar la autoestima de los pequeño y debemos recordar aquí que se trata de una estrategia que no es efectiva para enseñar, solo para corregir o punir. Para ello, disponemos de otras estrategias mucho más efectivas desde la crianza respetuosa, que apuestan por la comprensión, el respeto y el amor.


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