Decir “gracias” es la forma más directa de retribuir un gesto, un detalle que otra persona tuvo o tendrá para con nosotros. Es una actitud que reconoce lo mucho que apreciamos la acción.
Las gracias se usan para compensar, no en materia económica, pero sí espiritual, a alguien. Quien es portador de la palabra siempre tiene como respuesta un gesto amable, una sonrisa, un movimiento afable de cabeza para indicar: está bien, no hay de qué, te lo mereces, disfrútalo…
Quien recibe las gracias hace suyo el premio de haber obrado correctamente y hecho sentir bien a alguien. Por supuesto, también es acreedor de un afecto recíproco que le servirá para consolidar los lazos de amistad con ese otro ser o, la posibilidad de entablar una nueva amistad en caso de que acaben de conocerse.
Aquel que no sepa decir “gracias”, o sepa, pero considere que no necesita hacerlo, se vuelve un ser solitario, de alma empobrecida, que es ajeno al valor que tienen los buenos modales.
Enseña a tu hijo que cualquier momento es bueno para decir gracias
Si reconoce en un compañero de aula a un buen amigo, que le dé las gracias por serlo.
La paciencia que le tiene su maestra cuando le enseña las matemáticas, el afecto que le da su abuela, la presencia de su hermana que tanta seguridad le ofrece… Dile a tu niño que les debe dar las gracias retribuyendo el cariño que le brindan y diciéndoselo, personalmente, a cada una de ellas.
Para dar las gracias no existe el momento oportuno. Si bien es cierto que se muestra gratitud cuando se recibe una buena acción, un regalo o un gesto de alguien, hay que aprender a dar las gracias en cualquier momento y por cualquier razón.
Las gracias no se piden, se exigen o se buscan con buenas acciones
Las gracias no se piden o se obra bien esperando esa retribución espiritual. Aun cuando la gratitud sea uno de los valores imprescindibles que recoge los buenos modales no hay que ser amable y realizar una buena acción esperando que el otro la agradezca. Se hace el bien de forma desinteresada.
Hay que dar las gracias incluso a aquellos que obran en su contra
Los amigos, aquellos que lo ayudan, aconsejan bien, y tienen su brazo siempre tendido para darle las manos y acompañarlo en el enrevesado camino de la vida: compartiendo tristezas y alegrías, son quienes primero se merecen su gratitud.
Sin embargo, todos son dignos de recibir las gracias, incluso, aquellos que hacen acciones o dicen algo en su contra.
Si su entorno solo estuviera rodeado de amigos no tendría que superarse en materia espiritual y profesional para ser cada día mejor.
Viviría eternamente en su zona de confort y jamás conocería la envidia, el fracaso, el mal, el enojo, la traición…, un cúmulo de sentimientos que fortalecen el espíritu y lo hacen conocer la naturaleza humana tal como es.
A los amigos hay que agradecerles lo bueno, a los enemigos su maldad. Tanto unos como otros le darán fuerzas para seguir adelante.
El valor de enseñar a los niños a decir: gracias
Mamá, enseña a tu niño a decir gracias cuando otra persona le regale un caramelo, le abra una puerta, o lo levante para sentarlo en un asiento.
Si es más grandecito que sepa que el dar siempre las gracias lo va a convertir en un niño más lindo, al que todos admiren y quieran por sus modales.
Enséñale que la gratitud es parte inalienable de la paz, de una convivencia placentera y del respeto mutuo; y que una buena forma de reciprocar buenas actitudes, es decir: gracias y acompañar el vocablo con una sonrisa sincera.
Incúlcale estos saberes como siempre te recomendamos: dándole el ejemplo. Si le das las gracias por lo feliz que te hace, ser parte de tu vida, quererte, y por todo el cariño que te ofrece…, más temprano que tarde habrás cosechado el mismo fruto.
No importa si al inicio no entiende lo que significa la palabra “gracias” y solo la repite porque así se lo has enseñado. Es mejor que, desde pequeñito, crezca con ese conocimiento adquirido como se hace grande junto a muchos otros: la bondad, el compañerismo, la cortesía, la honradez, la tolerancia y el respeto.
Bibliografía
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