Cada núcleo familiar es un mundo. Las normas y la forma de relacionarse entre padres e hijos difiere de unos hogares a otros. Por ende, existen numerosos tipos de familias diferentes, dependiendo del aspecto en el que pongamos el foco.
Uno de los factores más importantes a evaluar cuando queremos conocer el funcionamiento de una familia es el grado de cohesión. Este indica hasta qué punto los miembros están implicados unos con los otros, cuánto se interesan por los demás y se ayudan mutuamente.
A simple vista, puede parecer que lo deseable es un alto grado de cohesión, pues el amor y el apoyo familiar son elementos esenciales. No obstante, es imprescindible que también se permita la libertad y la autonomía de cada persona. Que cada individuo pueda desarrollarse de forma individual sin verse coartado por sus lazos familiares.
Así, podemos decir que el grado de cohesión es un continuo, en cuyo punto medio se encuentra la virtud. La dependencia de la familia es negativa y limitante. Pero, del mismo modo, la independencia extrema es perjudicial. Por ello, aquellas familias que se sitúan en puntos intermedios, que son interdependientes, gozan de unas mejores relaciones y un mayor bienestar.
Tipos de familias según su grado de cohesión
Desligada
Estos tipos de familias se encuentran en el extremo de la independencia. Sus miembros están muy poco involucrados unos con otros, pasan poco tiempo juntos y las interacciones entre ellos son escasas. Rara vez aparecen muestras de afecto y pocas veces se recurre a la familia en busca de apoyo u orientación para tomar decisiones.
Cada persona hace su propia vida, manteniéndose en espacios separados y contando con intereses diferentes. Hay poca cercanía emocional y escasa lealtad. Se prima la independencia y la individualidad ante todo.
Separada
Este caso se encuentra ya en una de las posiciones centrales y más saludables. En ellas, existe cierto grado de lealtad y de implicación con los demás, incluso se profieren muestras de afecto. Pero, aun así, se sigue alentando la separación personal y el desarrollo individual.
Cada miembro tiene intereses distintos y el tiempo de ocio suele pasarse por separado. Pero también se dan momentos de esparcimiento conjunto y se comparten espacios familiares. Los límites entre padres e hijos están claros, pero todos son cercanos emocionalmente.
Conectada
Las familias conectadas van un paso más allá en la cercanía e intimidad emocional, pero siguen ubicadas en un punto saludable. En estos tipos de familias se alienta la lealtad y se promueven la expresión del cariño. Se considera importante que cada miembro esté implicado con los demás, que la familia sea un punto central de interés para todos y que se tengan en cuenta todas las opiniones al decidir.
Se promueve y se prima el compartir tiempo, intereses y actividades juntos. Incluso, los amigos personales son presentados y asimilados como amigos de la familia. Pero, aun así, se respeta el espacio y tiempo individual de cada uno.
Aglutinada
Por último, las familias aglutinadas se encuentran en el extremo opuesto del continuo. Es decir, en la excesiva dependencia y apego. Entre los miembros de estos núcleos existe una cercanía emocional extrema y una implicación absoluta. La familia es el interés principal, se exige lealtad y las decisiones se toman con base en el interés conjunto.
Se comparten la mayoría de actividades, tiempos y espacios y apenas se permite la privacidad y el desarrollo individual. Igualmente, existe una falta de límites entre padres e hijos, lo que puede llevar a coaliciones insanas entre ellos; los roles no están sanamente definidos.
La satisfacción en los distintos tipos de familias
Una familia sana es aquella que se encuentra en un balance entre el apego y el desapego. Aquella en la que existe apoyo, amor y confianza, pero en la que también se promueve y se permite el libre albedrío de cada uno. Es decisión de cada núcleo familiar decidir el tipo de relaciones que quieren establecer en ellos. No obstante, es importante comprender que las posiciones extremas pueden perjudicar tanto a los padres como a los hijos.
Las familias excesivamente independientes pueden conducir a que los miembros se sientan solos, carentes de afecto de apoyo y de pertenencia. Pero, por su lado, aquellas excesivamente apegadas pueden coartar la libertad y conducir a dependencias dañinas. Por ello, tratemos de encontrar un equilibrio saludable.
Bibliografía
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