El orden de nacimiento dentro de la familia impacta de forma significativa en la personalidad de los niños. Pero no se trata de algo genético, es la consecuencia de la crianza que con ellos se lleva a cabo. Muchos padres creen y afirman que tratan por igual a todos sus hijos, pero a un nivel sutil, inconsciente, la experiencia que proporcionan a cada uno de ellos es diferente. De aquí se deriva, en numerosas ocasiones, la sobrecarga del hermano mayor.
Es posible que, sin darte cuenta, estés colocando sobre los hombros de tu primer hijo cargas que no le corresponden. Tal vez no hayas percibido estas distinciones o puede que te parezcan una parte lógica de la dinámica familiar. Al fin y al cabo, no podemos esperar lo mismo de un niño de tres años que de uno de nueve. Sin embargo, en ocasiones nos extralimitamos en nuestras exigencias al hijo mayor.
¿En qué consiste la sobrecarga del hermano mayor?
Las expectativas son más altas
Diversos estudios han demostrado que los padres depositan en su hijo mayor, por ser el primero, expectativas mucho más elevadas que en sus hermanos menores. Esperan de él un rendimiento académico superior y son más exigentes respecto a su personalidad y su comportamiento.
De algún modo se cree que este hijo refleja la labor de los padres. Por tanto, estos esperan que su comportamiento sea ejemplar, dando fe, así, de su buen desempeño de la paternidad. Esperan, entonces, que sea bueno, obediente y exitoso.
Además, es en este niño en quien recaen los proyectos personales de cada uno de los padres. Si papá adoraba jugar al baloncesto, presionará para que su primogénito comparta esa pasión. Si mamá soñaba con tener un hijo excelente en matemáticas, deseará ver cumplido su deseo.
Con el resto de hermanos todas estas presiones, exigencias y expectativas se han diluido. Los padres han tenido ya suficientes experiencias como para saber en qué consiste la paternidad y que no siempre puede tenerse todo bajo control. Por ello, con los siguientes hijos suelen adoptar una actitud más permisiva, flexible y relajada.
Se le exige madurez
El primogénito es quien más acusa la llegada de un hermano, pues supone perder su situación de hijo único y comenzar a compartir (o competir por) la atención y el cariño de sus padres.
Sin embargo, por ser el hermano mayor, se espera de él una madurez y una tolerancia quizá poco ajustadas a su edad. Ahora que hay hijos más pequeños, al mayor no se le permiten conductas infantiles y se le sube de nivel antes de que esté preparado.
Los padres son menos tolerantes y comprensivos con sus rabietas, berrinches y caprichos. Sin embargo, le exigen que él sea paciente y tolerante con sus hermanos más pequeños. Por ser el mayor, le piden comprensión y madurez cuando surge algún conflicto con sus hermanos menores, por lo que se establece una distinción en las conductas que son aceptadas en unos y otros hijos.
Se le carga con responsabilidades impropias
Por último es común que los padres esperen que el hijo mayor asuma responsabilidades propias de los adultos cuando ellos no estén presentes. Con frecuencia, se le deja al cuidado de los hermanos menores, se le encarga la tarea de velar por su bienestar y se le responsabiliza de lo que ocurra mientras no hay adultos presentes.
Es evidente que ayudar en el cuidado de los hermanos menores transmite grandes valores como la empatía, la responsabilidad o la solidaridad. Sin embargo, no hemos de olvidar que, aunque sea el hermano mayor, sigue siendo un niño y no podemos cargarle con responsabilidades excesivas o impropias. Es tarea de los padres cuidar de sus hijos y esto no puede delegarse en un ser aún inmaduro.
Aliviar la sobrecarga del hermano mayor
Es inevitable que el orden de nacimiento ejerza alguna influencia en la personalidad de los niños, pues todos somos humanos y ningún padre es perfecto. Sin embargo, en la medida de lo posible, hemos de ser cuidadosos con las responsabilidades y exigencias que cargamos sobre el primogénito.
Para aliviar la sobrecarga del hermano mayor basta con recordar cuál es su edad, independientemente de la posición que ocupe en la familia. Así, nos aseguraremos de tratarle de una forma apropiada y exigirle a un nivel adecuado. Permitámosle también ser un niño.
Bibliografía
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