La llegada del primer hijo

La llegada del primer hijo
María Alejandra Castro Arbeláez

Revisado y aprobado por la psicóloga María Alejandra Castro Arbeláez.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 10 noviembre, 2020

La llegada del primer hijo es, por sobre todas las cosas, uno de los mejores momentos en la vida de cualquier persona.


Para la pareja este acontecimiento se convierte en un suceso trascendental.

Pero el advenimiento de un nuevo ser humano trae consigo momentos inesperados tanto para los nuevos padres como para el resto de la familia.

Los hábitos cambian, la rutina se troncha, y como por arte de magia la criatura, aun dentro del vientre materno, se convierte en la protagonista en la vida de todos.

En eres mamá te estamos invitando a compartir el tema del nacimiento del primer hijo.

Para las mujeres que aún no han vivido el momento será una buena historia que conocer; las que ya pasaron por eso disfrutarán la remembranza de instantes increíbles.

Todos para uno y uno para todos

Madre abrazando a su bebé

Antes del nacimiento del primer hijo mamá tiene los síntomas del embarazo: náuseas, vómitos, dolores bajo vientre, cansancio…

Papá está tan desorientado como asustado y feliz.

Abuela y abuelo creen que son ellos quienes otra vez dan a luz y quieren hacerse responsables del asunto.

Hermanos, tíos, sobrinos… todos tienen opiniones con respecto al nuevo ser y las condiciones que hay que propiciarle.

Por si fuera poco, los vecinos y los amigos más cercanos también se unen a la “fiesta”.

Nunca falta la anciana que pretende que la madre primeriza se siente en una silla para hacer la prueba del cuchillo y la tijera y así saber si la criatura es hembra o varón.

Pues bien, cada persona con su cultura y creencia participa de alguna manera en los preparativos y la llegada del primogénito.

Alguien viene con sugerencias sobre de qué lado dormir, cuáles alimentos comer para evitar las náuseas…

Las amigas de la pareja comentan sobre el nuevo vestuario de la embarazada, que si los llamados “bobitos” pasaron de moda, si ahora está bien andar en licras, si son mejor o peor los vestidos ceñidos al cuerpo…

Los amigos, ya con hijos, hablarán sobre lo difícil de los primeros meses luego del nacimiento del bebé.

Los amigos, sin hijos, quizás comenten que hubiera sido mejor postergar el embarazo para cuando se estuviera mejor preparado.

En fin, de pronto el bebé que crece dentro del útero y nada sabe de lo que sucede “afuera” atrapa la atención de todos.

El ajetreo cuando el parto se acerca

Los meses previos al parto son tan complicados como divertidos con respecto a los muchos preparativos y consejos que todos tienen para dar.

Pero las semanas que le anteceden a la fecha indicada se vuelven mucho más tensas.

¡Va a nacer el niño y nadie sabe cómo se va a llamar!

A los abuelos les gustan los nombres clásicos: Elena, Rocío, Amalia, si es mujer; Gerónimo, Antonio, Diego, si es varón.

Los miembros más jóvenes prefieren Yania, Alex, Arianna…

Y los padres no saben cómo nombrar a la nueva criatura.

Pero ¡va a nacer el niño y aun no terminamos de elegir su cuna!

¡Va a nacer el niño y falta por preparar el bolso a llevar para el centro de maternidad!

A no pocas familias les ha nacido el niño sin tener todo preparado.

Y es que las necesidades del nuevo miembro se convierten en algo que todos tienen como una prioridad, pero el nerviosismo por su nacimiento nubla la mente de sus familiares.

Coche, bañadera, sábanas, pañales, toallas, ropitas, baberos, pomos, tetes, medias… ¡uf!

Todo este movimiento tiene lugar durante las aproximadamente cuarenta semanas que dura el embarazo.

Un bebé dormido con un gorrito de flores

La llegada del primer hijo

El día del nacimiento del primer hijo es extraordinario y como extraordinario va a recordarse por siempre.

Si bien, la madre debe soportar todos los dolores del parto o la cesárea, los momentos previos al nacimiento, cuando ve por primera vez a su bebé, se convierten en un hecho asombroso.

En ese instante comienza una historia de amor que dura toda la vida.

A la familia le sucede algo similar. Poco importa el nombre del niño o a quien se parezca más. El nuevo ser es recibido en el núcleo con los brazos bien abiertos y la mayor alegría del mundo.


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