Los problemas psicológicos que pueden presentar los menores son muy diversos. Niños con comportamientos completamente diferentes pueden padecer dificultades emocionales, sociales y psicológicas.
Debido a esta gran variedad de manifestaciones, no siempre es sencillo identificar que el pequeño está sufriendo y que requiere ayuda o atención profesional. Por ello, es importante conocer qué son los síntomas internalizantes y externalizantes y en qué se diferencian.
La presencia de estos síntomas no siempre indica la existencia de un trastorno o síndrome completo. Sin embargo, conviene tenerlos en cuenta ya que, de no recibir la atención adecuada, pueden avanzar hacia problemas más serios a medida que el niño crece. Orientarlos desde la infancia acerca de cómo manejar las dificultades puede prevenir un sufrimiento mayor.
¿Qué son los síntomas internalizantes y externalizantes?
Los síntomas internalizantes y externalizantes son muy diferentes entre sí. Sin embargo, ambos esconden dificultades emocionales y conductuales. Para diferenciarlos de forma rápida y sencilla, hemos de pensar que, en los primeros, el malestar se dirige hacia adentro, mientras que en los segundos lo hace hacia afuera. Veámoslo más en profundidad.
Síntomas internalizantes
Cuando el niño piensa, siente y actúa de una forma poco adecuada se genera malestar y sufrimiento. En el caso de los síntomas internalizantes ese malestar se dirige hacia dentro del propio niño y da lugar a manifestaciones como:
- Llanto, tristeza y pensamientos de suicidio.
- Incapacidad para disfrutar de ninguna actividad, lentitud y pasividad.
- Perfeccionismo y sentimientos de inferioridad.
- Alteraciones del sueño y del apetito.
- Miedos y fobias de distinto tipo.
- Ansiedad, nerviosismo y preocupaciones frecuentes.
- Dependencia o apego hacia los adultos.
- Síntomas somáticos, como problemas gastrointestinales o dolores sin justificación médica.
Síntomas externalizantes
Por otro lado, en el caso de los síntomas externalizantes, los problemas del niño se proyectan hacia el exterior. Así, se presentan síntomas tales como:
- Emociones descontroladas.
- Dificultad para manejar los impulsos.
- Irritabilidad y conductas agresivas.
- Incapacidad para seguir las normas.
- Problemas de conducta y dificultades en las relaciones personales.
Detección
A la vista de lo anterior, es sencillo comprender que los síntomas externalizantes son mucho más fáciles de dectar. Se trata de problemas de conducta que saltan a la vista porque interfieren en el normal funcionamiento del niño en el hogar y en la escuela.
La agresividad, la desobediencia o los conflictos con compañeros son llamativos y, por ello, padres y educadores son capaces de identificar, sin apenas dificultad, que algo está sucediendo.
Sin embargo, los síntomas internalizantes muchas veces pasan inadvertidos, algo paradójico, ya que se presentan con mucha más frecuencia. No obstante, se trata de elementos subjetivos que pertenecen al mundo interno del niño y que el adulto no siempre puede observar.
Además, estas dificultades, pese a que generan un enorme sufrimiento en el menor, no causan problemas con los familiares, con los maestros o con los compañeros, pues el malestar va por dentro.
Además, existe un problema añadido, puesto que ambos tipos de síntomas no se presentan por igual en niños y en niñas. Mientras los primeros tienden a manifestar con más frecuencia conductas externalizantes, las niñas son más propensas a sufrir ansiedad, tristeza o dependencia, una diferencia que se vuelve más marcada a medida que los jóvenes se acercan a la adolescencia.
Esto se debe, en parte, a la diferente configuración cerebral de niños y niñas. Sin embargo, los roles culturalmente asociados a varones y mujeres también juegan un importante papel. Y es que a los niños se les permiten más las conductas agresivas mientras que en las niñas son mejor tolerados los comportamientos de pasividad o llanto.
Tratamiento
En este sentido, si eres madre, presta atención a la conducta de tu hijo incluso cuando esta no sea perturbadora o llamativa. Fíjate en cómo habla de sí mismo y de los demás, en cómo es su estado de ánimo o en si presenta miedos excesivos o poco apropiados para su edad. Estos detalles pueden ser síntomas internalizantes que constituyen importantes señales de alerta.
Así, si detectas síntomas internalizantes o externalizantes en tus hijos, no los pases por alto. Es posible que se resuelvan con el crecimiento, pero también puede ser que deriven hacia trastornos más importantes. Por ello, ante la duda, acude a un psicólogo infantil que pueda orientarte al respecto.
Bibliografía
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