Si la sinceridad fuera una persona, sería un niño

Una madre nunca deja de sorprenderse por la increíble sinceridad que, frecuentemente, muestra su hijo.

“Si la sinceridad fuera una persona, sería un niño”. Cuando una madre lee esta frase no tiene dudas. Sonríe al recordar las travesuras de su hijo, quien alguna vez le habrá hecho reír desternilladamente por un buen rato y también en alguna ocasión, y por tanta sinceridad,  la habrá metido en algún lío.

Cuando un niño sonríe, cuando un niño te echa los brazos, cuando un niño coge un carrito o una muñeca entre sus manos para construir su mundo, o cuando un niño dice algo, sigue los designios de su corazón.
Y serle fiel al corazón es una proeza que solo logran los valientes. Se requiere de coraje para decir siempre la verdad, para ser sinceros.

La sinceridad de un niño no solo se circunscribe a las palabras –aunque sí, es verdad que los niños dicen la verdad de manera tan natural que muchas veces es graciosa– la sinceridad de los niños también se expresa en sus actos.

Cuando un niño le da espontáneamente un beso a un peluche es porque le quiere dar amor y ni siquiera le importa si el peluche le responde  o no. Él da sin esperar nada a cambio. Abraza porque le nace, llora porque está expresando sus sentimientos, no finge, es auténtico.

Y aunque la sinceridad de los niños es admirable, también es importante saber que muchos aprenden a mentir desde muy pequeños para agradar o para evitar problemas.

“Sinceridad: Sencillez, veracidad, modo de expresarse o de comportarse libre de fingimiento”.

-Diccionario de la Real Academia Española-

people-217250_640

Sinceridad espontánea

La sinceridad y la espontaneidad son hermanas, lo cual explica por qué de los labios de los niños surge tanta sinceridad, sus mentes no maquinan ni siquiera por instantes lo que van a pronunciar, solo lo dicen y punto.

Por eso más de una madre recordará con rubor en sus mejillas aquella frase que su hijo dijo y que seguro la colocó en un aprieto. Sin embargo los adultos pueden entender que las palabras de los niños no están cargadas de maldad y que a veces aunque la verdad sea dolorosa o incómoda, es la verdad y tener acceso a ella es siempre una bendición.

“Yo dejé de fumar gracias a mi sobrino”, confiesa resuelta Aura Rosa Castillo, una mujer de unos 40 años de edad, quien en medio de una conversación reitera que los niños son las personas más sinceras del mundo.

Un buen día el sobrino de Aura Rosa se negó a abrazarla porque ella traía la ropa impregnada a olor de cigarrillo. El niño se acercó a ella y le dijo que olía mal y que por eso no quería abrazarla. Esa situación desencantó tanto a esta mujer que la motivó de una sola vez a dejar de fumar.

La sinceridad del niño la ayudó a mejorar su calidad de vida, y desde que tomó tal decisión recibe todos los abrazos del mundo, la mayoría vienen de su sobrino.

person-875165_640

Niños libres y sinceros

La mente de los niños es libre y su alma también. Esa mente no está presa de conceptos, no está llena de rencores, por lo que es libre para amar, no está llena de mentiras, poses o falsedades, es honesta, es sincera.

Y, ciertamente, en cuanto a emitir opiniones, los niños son los más sinceros de este mundo. Si aún no lo crees, pregúntale algo o sostén una larga conversación con él.

Más de una vez la espontánea sinceridad de tu hijo habrá logrado sacarte carcajadas. Es natural que resulte encantador un comportamiento que no es fingido.

Vivir de continuo con un niño conlleva a que todas las mamás del mundo asientan cuando alguien les dice: si la sinceridad fuera una persona, sería un niño, pues para ellas no hay sentencia más cierta que esa. “Definitivamente, los niños son muy sinceros, no cabe duda”, dicen algunas madres.

Scroll al inicio