No puedo recordar mi infancia: ¿a qué se debe?

¿Te inquieta no tener recuerdos sólidos de tu infancia? Tienes que saber que hay diversas causas que pueden explicar la amnesia infantil. ¡Te brindamos estrategias para recuperar lo olvidado!

No puedo recordar mi infancia: ¿a qué se debe?

La habilidad de recordar la infancia es un tesoro para muchos. Los primeros amigos, las tardes de juegos en familia, la comida casera de la abuela, los campamentos y otras tantas memorias vienen a la mente en forma de imágenes nítidas, con colores y aromas específicos.

Pero para otras personas los recuerdos de su niñez son fragmentados, borrosos o incluso inexistentes. No poder evocar la propia infancia puede generar confusión y angustia. Es entonces cuando surge la típica pregunta: «¿por qué no me acuerdo de mis primeros años de vida?».

En relación con esta duda, debes saber que el olvido no siempre está relacionado con un trauma infantil. En este artículo, haremos un recorrido por los posibles motivos que pueden explicar la ausencia de recuerdos, incluyendo aspectos biológicos, como también los factores individuales y contextuales.

¿Por qué no recuerdo mi infancia? Posibles razones

A veces, el recuerdo se experimenta casi de modo vivencial, de forma detallada y sensorial. Algunas personas pueden evocar emociones, sensaciones físicas e incluso olores y sabores asociados a momentos de la infancia. Pero estamos hablando de la minoría.

La mayoría de las personas no son capaces de recordar su infancia con lujo de detalles. De hecho, es natural precisar de elementos externos como fotografías o videos caseros para recuperar la memoria de los tiempos pasados. A continuación, mencionamos algunos aspectos que contribuyen a que los adultos pierdan claridad de estos recuerdos.

Desarrollo cognitivo y actividad cerebral

Sigmund Freud llamó «amnesia infantil» a la dificultad (no patológica) que tenemos las personas para recordar eventos de la primera infancia; aquello que sucede antes de los 3 o 4 años.

Dos investigadores retomaron la teoría freudiana para su trabajo publicado en la revista Aprendizaje y Memoria. Allí proponen una hipótesis con sustento biológico: el crecimiento prolongado del cerebro después del nacimiento puede afectar la memoria.

Según su estudio, la adición continua de nuevas células cerebrales en el hipocampo durante la niñez, puede interferir con la formación de recuerdos duraderos. Suena paradójico, pero la altísima neuroplasticidad de la infancia, que permite a los niños aprender y adaptarse en función de la experiencia, también dificulta la consolidación de los recuerdos a largo plazo.

A partir de la adolescencia, cuando el cerebro ha alcanzado su desarrollo óptimo y empieza a madurar, los recuerdos comienzan a consolidarse con mayor firmeza.

Vaguedad de los recuerdos irrelevantes

El olvido es un fenómeno adaptativo en la memoria humana. Nos permite filtrar y eliminar información que consideramos irrelevante, lo que nos facilita centrarnos en conocimientos más importantes y útiles.

Aunque desde la perspectiva adulta puede llegar a ser cuestionable, en aquel momento es probable que le hayamos otorgado mayor relevancia a los nombres de los colores primarios antes que a una tarde más de plaza con amigos.

De hecho, una investigación publicada en la revista Neuron explica que priorizamos aquellos recuerdos que nos llevan a recompensas futuras. 

A su vez, la falta de un lenguaje estructurado y el pobre discurso narrativo, actúan como una barrera que dificulta la consolidación de recuerdos, ya que su capacidad para expresar y etiquetar experiencias se ve restringida. Es decir, no tienen suficientes recursos para contarse a sí mismos lo que viven. Por eso les resulta difícil recordarlo luego.

Las vivencias cotidianas no suelen consolidarse en el recuerdo a largo plazo

¿Recuerdas dónde estabas el 11 de septiembre de 2001? El atentado a las Torres Gemelas fue un evento que paralizó al mundo entero e interrumpió la rutina de millones de personas. Es una pregunta que, sin duda, la mayoría sabe cómo responder.

El libro ¿Por qué recordamos lo que recordamos y por qué olvidamos lo que olvidamos?, del investigador del CONICET, Fabricio Ballarini, recorre descubrimientos científicos sobre la memoria y menciona algo más que interesante: muchos de los recuerdos que podemos evocar con precisión, son aquellos que están ligados a situaciones poco frecuentes. 

En este sentido, la imposibilidad de recordar la infancia se puede explicar por la cantidad de situaciones cotidianas y rutinarias que vivimos. Es natural que no se hayan consolidado en nuestra memoria a largo plazo. En contraste, los eventos más extraordinarios tienden a generar recuerdos más vividos y duraderos.

Experiencias traumáticas

Insistimos: la falta de recuerdo de la infancia no es sinónimo de trauma. No obstante, se trata de una posibilidad. Cuando una persona vive una experiencia traumática, su cerebro puede utilizar mecanismos de defensa para protegerse del dolor emocional. Así, una de las maneras que encuentra para sobrellevar la situación es olvidándola.

Este fenómeno se conoce como amnesia disociativa o represión traumática. Un trabajo de grado de la Universidad de la República, en Uruguay, explica que, cuando un niño se enfrenta a una experiencia que supera su capacidad de procesamiento, puede desconectarse de sí mismo y de la realidad que lo rodea, con el objetivo de evitar el dolor.

Esta desconexión puede llevar a una falta de recuerdo, como una forma de protección psicológica.

¿Se puede recuperar lo olvidado?

Como vemos, no contar con una memoria viva de nuestra niñez puede ser por razones diversas. Ahora bien, algunos científicos aclaran que es posible recuperar ciertos recuerdos apelando a los rastros que han dejado dentro nuestro.

Por ejemplo, investigadores australianos, en un artículo de la revista Learning & Memory, sugieren que existe una «huella neuronal» de las experiencias tempranas, incluso cuando no son expresadas o recordadas. Es decir, que la información no se pierde en su totalidad, sino que se esconde.

Estrategias para recordar la infancia

Si sientes tristeza o preocupación debido a las lagunas en tu memoria, o si tan solo deseas evocar los momentos felices de tus primeros años de vida, existen algunas estrategias que puedes utilizar.

Se trata de reconstruir recuerdos a través de desencadenantes, como fotografías, objetos, lugares o conversaciones que te conecten emocional y sensorialmente con aquel momento.

  • Habla de tu niñez: conversa con personas que hayan estado presente durante tu infancia y pídeles que te compartan recuerdos. Escuchar sus perspectivas puede ayudarte a reconstruir tu historia.
  • Visita sitios de referencia: regresa a lugares que solías frecuentar de niño. Visitar tu barrio, el hogar de tus abuelos o tu escuela primaria puede facilitar el recuerdo.
  • Mira fotos y conecta con ellas: revisar álbumes de fotos puede ser una forma poderosa de desbloquear recuerdos. Observa con atención esas imágenes y visualiza cómo te sentías en ese momento, qué ruidos oías, qué aromas olías. Sin presionarte, reflexiona en lo que pudo haber sucedido antes y después de la captura de ese momento.
  • Practica la relajación y meditación: antes de acudir a los recuerdos, es importante realizar diferentes prácticas de relajación y meditación para conectar contigo mismo.

Déjate guiar por un terapeuta

El proceso de recuperar las memorias de la infancia es subjetivo. Cada persona tiene diferentes niveles de acceso a sus recuerdos y distintas formas de evocarlos.

Si tienes dudas sobre el motivo de tu olvido y quieres trabajar en esto, te recomendamos buscar apoyo de un profesional especializado. Un espacio de psicoterapia te brindará orientación para investigar y comprender mejor tus recuerdos perdidos, adaptando las estrategias a tus necesidades individuales.

Bibliografía

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