Los baños sumergidos pueden generar temor en los pequeños de la casa. Esto suele ser normal, debido a que este es un ambiente diferente e incontrolable para cualquier niño. Ante esto, muchos padres se preguntan: ‘¿Qué debo hacer si mi hijo tiene miedo al agua?’.
El hecho de flotar en el agua y no tocar el suelo suele ser una experiencia diferente a lo que los niños están acostumbrados. Además, si el pequeño ha pasado algún leve susto de ahogo, tendrá miedo de volver a la piscina o la playa.
En la práctica, existen mecanismos y ejercicios que podemos poner en marcha para hacer que un niño supere sus miedos. Nosotros, los padres, podemos transformar la fobia en diversión y disfrute.
Experimentando el agua progresivamente
Es un error introducir de repente a los niños a un baño sumergido, en lo que es un ambiente desconocido para ellos. Al hacerlo, es lógico que su reacción sea de sobresalto, angustia y miedo. Recordemos que se trata de una experiencia nueva para ellos.
De esta forma, lo correcto es introducirlos al agua de forma progresiva. Primero podemos comenzar por una pequeña bañera llena de agua no muy profunda; la idea es que el pequeño al principio sienta que tiene el control de la situación.
A continuación, podemos intentarlo con piscinas inflables y recipientes un poco más grandes. Esto será similar a la evolución en el andar del niño: primero gatean y luego caminan. Antes de que puedan nadar, ellos deberán experimentar de forma más sencilla y donde perciban riesgos menores.
Mi hijo tiene miedo al agua: entra con él para ayudarle
Los padres y demás familiares representan la imagen de seguridad de todo pequeño. De esta forma, si nosotros participamos en una actividad, ellos lo intentarán con mayor facilidad. Sea por repetición, curiosidad o integración social, tarde o temprano lo harán.
Para servir como ejemplo, los primeros que debemos disfrutar del agua somos los padres. Una excelente idea es organizar juegos con los niños mientras nos bañamos; lógicamente, se utilizará una profundidad manejable para que se sientan confiados.
Los primeros ejercicios deberían realizarse en la comodidad del hogar. Después de que el niño se sienta confiado y en un ambiente controlado, podremos pasar a una piscina infantil y, más adelante, a la playa. No obstante, es aconsejable que siempre estemos junto a ellos.
Ofrecer siempre seguridad
Ante el miedo, cualquier ser humano necesita de garantías. Lo mismo les ocurre a los pequeños al bañarse en piscinas, lagunas o en la playa. Por ejemplo, podemos introducir a los niños en una zona de la piscina donde existan agarraderas. En estos casos, podrían distraerse con el agarre y hasta hacer del aprendizaje un juego. Los flotadores también son una excelente opción.
Hay que recordar que, al principio, es necesario que el niño sienta que tiene donde pisar. De lo contrario, se activará nuevamente el temor a lo desconocido. Incluso estando a pocos centímetros de la superficie, el pequeño podría entrar en crisis.
“Es un error introducir de repente a los niños a un baño sumergido, en lo que es un ambiente desconocido para ellos. Al hacerlo, es lógico que su reacción sea de sobresalto, angustia y miedo”
Consejos para introducir a un niño al baño sumergido
Seguir estas sugerencias te será de gran utilidad en este proceso que afrontas con tu hijo:
- Cero sustos: debemos evitar a toda costa los sobresaltos del pequeño. Esto significa prevenirlos de que traguen agua o caigan en áreas algo profundas.
- Busca una buena temperatura: se trata de alejar cualquier sensación que evoque desagrado, lo que podría incrementar las alertas en el infante. Si vamos a una piscina o playa, debe ser en una hora cálida del día.
- Inicia con periodos cortos: si el niño está muy tenso, no debemos torturarlo con un baño largo. Dejemos que sea el propio niño el que decida cuando quiere salirse.
No es malo tenerle respeto al agua
Por otra parte, es importante entender que el miedo de los niños hacia ciertos escenarios no es algo negativo. Muy por el contrario, saber que a los pequeños se les activan sus sensores de peligro naturales es buena señal. Lo ideal es que esas alertas sean moderadas y no los paralicen.
Existen dos tipos de miedo: los evolutivos y los que devienen de traumas. En el primer caso, todo dependerá de la adaptación. Por el contrario, si el chiquillo ha pasado algún susto, el proceso será un poco más largo y difícil de tratar.
En última instancia, no olvidemos que el juego será nuestro mejor aliado. La distracción será la motivación más eficiente que tendrán nuestros pequeños; además, será también la herramienta más aconsejable para ayudarles.
Bibliografía
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