El mejor regalo para los niños se llama TIEMPO. No lo venden en jugueterías ni por Internet. Ni siquiera se puede ver cómo viene envuelto pero, sin embargo, cuando lo obtienen, sus pequeños ojitos destellan felicidad.
No se ve porque el tiempo está dentro de nosotros, en nuestra disposición y en nuestra manera de hacerles entender que no hay nada tan importante que nos obligue a pasar rápidamente las páginas de su cuento favorito.
Porque es solo a través del tiempo que les dedicamos cuando los niños pueden percibir la magia del amor que sentimos por ellos. Porque este hechizo no lo parecían cuando les dejamos el móvil, la tablet o les enchufamos la tele en su canal favorito.
No es así como se crea el vínculo más importante de nuestra vida. Un apego seguro se crea sólidamente con tiempo, educación, cariño y afecto. Solo así es como se entreteje la tela de un interior emocional fuerte en una época de infinitos cambios que necesitan ser compartidos con los adultos.
Una historia conmovedora que refleja lo importante de la crianza
La noche había caído ya pero un pequeño niño hacía grandes esfuerzos por permanecer despierto. El motivo bien valía la pena: estaba esperando a su papá. Los traviesos ojos iban cayendo pesadamente cuando se abrió la puerta y apareció su papá después de una larga jornada.
Hijo: “Papá, ¿puedo hacerte una pregunta?”
Padre: “Sí, claro, ¿qué es?”
Hijo: “Papá, ¿cuánto dinero ganas en una hora?” —dijo con ojos muy abiertos.
Su padre entre molesto y cansado, fue muy tajante en su respuesta.
Padre: “Eso no es asunto tuyo, ¿por qué me preguntas tal cosa?”
Hijo: “Sólo quiero saber. Por favor, dime, ¿cuánto ganas por una hora?”
El papá, contrariado, contestó con un simple: “100€ por hora”.
Hijo: “Oh, papá, ¿puedo pedir prestado 50€?”- contestó con tristeza.
Padre: “Si la única razón por la que quieres saber lo que gano es para pedir prestado dinero para comprarte algún juguete tonto, entonces quédate en tu habitación, no salgas y piensa por qué estás siendo tan egoísta. Yo trabajo duro todos los días, como para lidiar con este comportamiento tan infantil”. – Contestó furioso.
El niño en silencio cerró la puerta de su habitación. El hombre se sentó y comenzó incluso a ponerse más enojado acerca de la pregunta del pequeño. “¿Cómo se atreve a hacer tales preguntas solo para obtener algo de dinero?” Después de una hora o algo así, el hombre se calmó y comenzó a pensar: “tal vez había algo que realmente necesitaba comprar con esos 50€, después de todo, el niño no pedía dinero muy a menudo”. Así pues, se acercó a la puerta de la habitación del niño y abrió la puerta.
Padre: “¿Estás dormido, hijo?”
Hijo: “No papá, estoy despierto”.
Padre: “He estado pensando, tal vez fui demasiado duro contigo. Ha sido un día largo y descargué mi frustración en ti. Aquí tienes los 50€ que me pediste…”
El niño se irguió, sonriendo.
Hijo: “Oh, ¡gracias papá!” -susurró el niño mientras metía su manita debajo de la almohada y sacaba varias monedas.
Entonces, se levanta y agarra de debajo de la almohada unas monedas y unos billetes arrugados. El hombre vio que el muchacho ya tenía dinero y empezó a enfadarse de nuevo. El niño contó despacio su dinero y luego miró a su padre…
Papá: “¿Por qué quieres más dinero si ya tiene bastante?”
Hijo: “Porque yo no tenía suficiente, pero ahora sí”, –contestó entusiasmado- “Papá, ahora tengo 100€. ¿Puedo comprar una hora de tu tiempo? Por favor, mañana ven a casa temprano, me gustaría cenar contigo.”
El padre se sintió acongojado. Puso sus brazos alrededor de su pequeño hijo y le suplicó por su perdón.
Si los niños pudiesen comprar nuestro tiempo, lo harían sin dudarlo
Educar con éxito es en parte sinónimo de compartir momentos “a fuego lento”, de respetar ritmos y darles tiempo a los pequeños a desarrollarse. Para eso una de las principales responsabilidades de los padres es ayudar a que los pequeños evolucionen en compañía y sin estrés.
Ofrecer tiempo sin prisas significa explicar las cosas con calma, dejarles que hagan preguntas y crear un clima cómodo para responderlas con interés y sosiego. Se trata de vivir promoviendo momentos con los niños para compartir secretos, inquietudes, pensamientos y emociones.
Crear lazos partiendo de esta premisa ofrece a nuestros pequeños el oxígeno psicológico que necesitan. Sin estrés, sin exigencias, sin expectativas medidas sin estar atentos al movimiento del cruel segundero de nuestro reloj.
No podemos permitir que las prisas roben la magia a la infancia. Por eso el mejor regalo, es de más calidad, no es el centro de mando de los dibujos animados de moda o los últimos muñecos de Disney. El mejor regalo es compartir con ellos el bien más preciado que existe en la vida y que nunca vuelve: el tiempo.
Bibliografía
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