El mejor refugio para tu hijo es un abrazo

Un abrazo es el mejor refugio que puede existir. Si el abrazo estrecha fuerte transmite confianza, seguridad; si es suave da la sensación de ternura, calidez, apego… Porque los abrazos sirven de cobijo y son sinceros -nadie abraza con hipocresía- decidimos dedicarles un espacio en nuestro blog.

El abrazo que abriga en buenos y malos momentos

Para superar la adversidad se necesita un abrazo de la persona que más nos importa y queremos en el mundo: nuestro hijo. Toda madre sabe que un abrazo de un niño calma, alegra, llena el alma. Cuando estamos deprimidas nos levanta, y si por un momento nos sentimos tan indefensas como esas niñitas temerosas de la oscuridad que fuimos una vez, esos delicados bracitos que apenas pueden rodear nuestro pecho saben cómo espantar el temor y devolvernos a las mujeres valerosas que hoy somos.

De la misma manera sucede con ellos. Nadie conoce a ciencia cierta por qué el pecho de mamá es más cómodo que el de cualquier otra mujer. Algunos dicen que es la química, que sucede porque cada quien es parte de alguien más, como las frutas que pertenecen a un solo gajo.

madre-abrazando-hija-riendo

El abrazo que abriga en buenos momentos sirve de cómplice, es un integrante más de la suerte que se festeja, otorga una felicidad extra.

El abrazo que abriga en malos momentos ofrece apoyo incondicional, perdón por encima de todos los valores, sabe alejar el dolor, hacer que las lágrimas se sequen y relajar cuando es preciso.

El mejor refugio para tu hijo es un abrazo

Mamá, el mejor refugio para tu hijo es un abrazo porque los abrazos son muestras de amor, soporte y protección. Ellos brindan estabilidad emocional a la pequeña personita que tanto apego y cariño necesita.

Cuando abrazas a tu hijo, a través del lenguaje corporal, le estás diciendo que está acompañado.

Si está pasando por una situación dolorosa o que lo lleva al límite como la pérdida de un ser querido, el divorcio de sus padres, el rechazo social, el bullying o cualquier otro trastorno ¡claro que tus abrazos van fortalecerlo!

Él necesita del calor que le brindan tus brazos para crecer sano, ser feliz, superar el dolor y curarse. Está bien si lo apoyas con palabras reparadoras y le explicas cómo ser resiliente, pero no le niegues el roce de la piel, el contacto con la temperatura de tu cuerpo, ese “calor humano que los seres humanos necesitamos para seguir siendo humanos.”

¿Cuándo darle abrazos a tu hijo?

13761833-nino-feliz-abrazando-a-su-madre-y-sonriendo
Para darle abrazos a tu hijo no hay día, horario, ni situación concreta porque todos los momentos son ideales para tal gesto. No obstante, existen situaciones especiales en las que los abrazos no pueden dejar de estar presente. Entre ellas queremos citarte:

  • La despedida de todas las mañanas cuando él se va a la guardería o al colegio y bien te despides en la puerta de casa o en la entrada de dichos recintos
  • Luego del retorno de sus rutinas diarias. Cuando llega a casa después de estar todo un día separados
  • Al despertar. Cada mañana es idónea para abrazar a tu hijo. Si tiene sueño y no quiere levantarse de la cama tu abrazo lo va a despabilar, o si sale corriendo y se te escapa para evadir el lavabo un buen abrazo seguramente podrá convencerlo del aseo
  • Cuando se pone triste porque se acaba de pelear con su mejor amigo, se le pierde un juguete, se cae y se raspa las rodillas, o no pudo alcanzar la nota deseada en el examen
  • Cada vez que su equipo de futbol gana la competencia
  • Si están juntos en casa y comparten el rato viendo fotos de cómo era de bebé y lo mucho que te hacía reír
  • Cuando se acuestan uno al lado del otro para leer un cuento, cantar o hablar sobre algún tema esperando que el sueño, tranquilamente, llegue hasta sus ojos.

Mamá, dale abrazos a tu hijo como le das la leche y el pan en cada desayuno. Si no restringes el alimento, no seas mezquina con los abrazos. Ninguna expresión de cariño que se le dé a un hijo, sobra. Refugia a tu niño en un abrazo para hacerlo sentir, hoy y siempre, amado y seguro.

Bibliografía

Todas las fuentes citadas fueron revisadas a profundidad por nuestro equipo, para asegurar su calidad, confiabilidad, vigencia y validez. La bibliografía de este artículo fue considerada confiable y de precisión académica o científica.

  • Bowlby, J. (1986). Vínculos afectivos: formación, desarrollo y pérdida. Madrid: Morata.
  • Bowlby, J. (1995). Teoría del apego. Lebovici, Weil-HalpernF.
  • Garrido-Rojas, L. (2006). Apego, emoción y regulación emocional. Implicaciones para la salud. Revista latinoamericana de psicología, 38(3), 493-507. https://www.redalyc.org/pdf/805/80538304.pdf
  • Marrone, M., Diamond, N., Juri, L., & Bleichmar, H. (2001). La teoría del apego: un enfoque actual. Madrid: Psimática.
  • Moneta, M. (2003). El Apego. Aspectos clínicos y psicobiológicos de la díada madre-hijo. Santiago: Cuatro Vientos.
Scroll al inicio