Madres tóxicas: cuando la educación ahoga

Las madres tóxicas pueden llegar a afectar severamente la salud mental de los niños. Descubre cuáles son sus características y cómo evitar ser una de ellas.

Las madres son protectoras, amorosas, educadoras por excelencia. A las buenas, nadie las enseña a actuar como tal porque tampoco lo necesitan.

Cada quien, con sus virtudes o defectos, hace lo mejor que puede para criar y hacer que su hijo sea feliz. Pero hay madres que, en su amplio abanico de cariño y cuidado, algunas veces, caen en el error de sobreproteger y “ahogar” a sus hijos. Ellas son conocidas por el apelativo de: madres tóxicas, y aunque ese no sea su propósito, pueden hacer bastante daño emocional a sus pequeños.

El chantaje emocional de las madres tóxicas

Las madres tóxicas son aquellas que manipulan afectivamente a sus hijos, ya dijimos que lo mismo consciente que inconscientemente.

Este proceder siempre se basa en un fin específico: que las perdonen, les den cariño, las quieran, les tengan lástima, accedan a sus caprichos, se comporten como ellas piden…

El chantaje emocional de las madres tóxicas puede comenzar por un:

—Dame un beso y pórtate bien, que me siento mal— mientras su hijo es un niño.

Y en el futuro terminar en un:

—Deja a tu esposa y a tus hijos y vente a vivir solo conmigo. Yo te necesito más.

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La familia biológica: la primera y la más exigente escuela

A veces la familia biológica se convierte en la escuela y los instructores más exigentes. Esos que ponen la “vara” demasiado alta para que el niño, tenga o no las aptitudes y la capacidad, haga un esfuerzo sobrehumano por alcanzarla.

Llegar a la cima, al estrellato, conseguir el éxito, ser el mejor en su rama… ahí se encuentra la meta que emplazan estos peculiares educadores.

Mamá, papá, abuelos… en muchas oportunidades se convierten en la escuela más estricta en donde el niño más que confianza encuentra el temor a fallar y a no estar a la altura de lo que de él se espera.

¿Cómo no ser una madre tóxica?

Mamá, para que no te conviertas en una madre de las popularmente llamadas tóxicas, o si lo eres, que al menos te des cuenta de tu comportamiento y quieras actuar diferente, te ofrecemos estas consideraciones:

Permite que tu hijo alcance su libertad de pensamiento

Aunque nació de tu vientre tu hijo no te pertenece como los zapatos que calzas o la ropa que usas. Ningún ser humano pertenece a otro por más pequeño que sea.

Él, como el resto, tiene el derecho de ser libre en pensamiento y sentimiento. Ofrécele credibilidad a sus ideas, dale valor a sus opiniones y deja que piense y analice por sí solo.

No lo sobreprotejas

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La sobreprotección es una relación dañina que se establece, por lo general entre padres e hijos.

Más que un gran amor, como erróneamente suelen pensar algunos, es un lazo que ata al niño y le impide comportarse tal cual siente y es.

Deja de ser el centro de su vida

No quieras ser para siempre su figura de apego y el centro de su atención: esa persona que, cuando pequeñito, él adoraba y siempre buscaba para jugar, dormir, comer… La mujer que no tenía defectos.

El centro de su vida es su vida misma, o de lo contrario, lo que él quiera que sea.

No lo críes pendiente a ti, teniendo en cuenta solo tus necesidades, limitándose a hacer pensando en: ¿que diría mamá?

Exígele, pero no en demasía

Exigirle más de lo que debes es hacerlo infeliz, es convertirlo en un niño que envidia las conquistas de los otros.

Cuando a un menor se le exige demasiado se le insta a la mentira, al reproche personal y el miedo al fracaso.

No quieras que tu pequeño alcance lo que otros. Cada cual tiene aptitudes y capacidades diferentes.

Edúcalo como una persona segura

Un niño inseguro de sí mismo necesitará estar siempre bajo la falda de mamá. Una madre tóxica alimenta la inseguridad de su hijo para reafirmarse como su puntal y asegurar que él la necesite siempre, que se mantenga a su lado.

Para no ser una madre tóxica debes educar a tu niño como un ser seguro de sí mismo. Que confíe en sus posibilidades, no tema arriesgarse y construya su propia autonomía; con tu asesoramiento, claro, pero sin que tu ayuda sea vital.

Bibliografía

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