La mayoría de nuestras estrategias para educar a los niños en casa gozan de buena intención. Sin embargo, no todas se pueden considerar útiles en cuanto a su efectividad. Por ejemplo, los sermones. ¿En realidad funcionan? ¿Son necesarios los sermones? ¿Qué hacer para mejorar?
De acuerdo con la explicación de la psicóloga Sara Tárres, ese material monológico al cual llamamos sermón, no suele ser muy efectivo. En gran parte, estas reprimendas consistentes no son muy bien procesadas por los niños, porque funcionan como los típicos regaños.
Sin embargo, como padres sabemos lo difícil que resulta evitar este tipo de actos. De hecho, a cierta edad de nuestra vida comenzamos a parecernos a nuestros propios padres. Las regañinas son sin dudas cosas de adultos, por eso es poco probable que surtan efecto en los niños.
¿Qué sienten los niños ante los sermones?
Por lo general las reflexiones que realizamos en estas circunstancias, son suficientemente profundas como para que los pequeños no las comprendan. Se trata de nuestra experiencia y manera de evaluar posibles consecuencias. Mientras que los niños no lo hayan vivido, no podrán procesarlo como creemos.
Aunque los sermones tengan un tono suave y conciliador, no suelen ser comprendidos de esta manera. En la mente de los niños, el progenitor que lo está sermoneando simplemente lo reprende. No le dice cosas por su bien, sino que lo critica y está enfadado. Es difícil para ellos creer que lo que les decimos es por cariño o para cuidarlos.
Intentar que los pequeños tomen conciencia de sus actos para que no los repitan a futuro, es el propósito principal del sermón. Sin embargo, ¿cómo lograrán ellos distinguir eventuales aplicaciones de palabras vacías para ellos?
Según la Tárres, los resultados de estas regañinas son escasos, tanto a mediano como a largo plazo. Quizá logremos que se sienten a “escucharnos”, pero al carecer de estrategias que afecten su conducta, languidecen. De acuerdo a su conocimiento, no solo no son efectivas para el propósito que nos planteamos, además, pueden perjudicar la relación.
Al parecer, los especialistas han determinado que los sermones son causantes de un posible bloqueo en la comunicación entre padres e hijos. La buena intención del mensaje, se ve opacada por la negatividad de la circunstancia. De alguna manera, se genera una actitud de desconfianza hacia lo que han hecho.
El sermón los pone a la defensiva
La doctora explica que de cierto modo el sermón sí funciona, pero no de la forma que deseamos. El hecho es que este tipo de reprimendas tienen un efecto en los niños y en cualquier persona. Cuando nos reprochan por alguna cosa que dijimos o hicimos, nos están diciendo que fallamos.
Si como padres manifestamos nuestro descontento por alguna acción de nuestros hijos, ellos sentirán que desaprobamos parte de su personalidad. Pueden sentir que desconfiamos de sus capacidades y forma de ser en general.
Como resultado, estos se cierran ante el sermón e inmediatamente se ponen a la defensiva. Como cualquier persona, son capaces de defender su punto de vista. Pueden sentirse atacados en su criterio más personal, por lo tanto los sermones terminan fallando.
No obstante, esto no implica que dejemos de hablarles. Al respecto, es recomendable mejorar la manera en que les damos consejos e intentamos que reflexionen. Además, es totalmente nuestra obligación enseñarles a identificar el bien y el mal.
Por lo tanto, la comunicación entre padres e hijos no puede limitarse al hecho de que queremos evitar que se bloqueen. En tal sentido, es conveniente poder explicarles sin enojarnos, de manera precisa y breve.
Consejos para mejorar los sermones
La doctora Sara Tárres nos apoya con los siguientes consejos para mejorar la comunicación con nuestros hijos.
- Procura que tu lenguaje sea adecuado para la edad del niño y su madurez perceptible
- No te precipites a juzgarlo o dar tu opinión
- Pon en práctica el método de escucha activa. Ponte a su nivel y míralo a los ojos mientras le hablas
- Evita que sea un monólogo, es decir, dale la oportunidad de explicarte y contarte su punto de vista
- No le interrumpas mientras te habla, trata de que sea una conversación cuyos turnos se respeten
- Demuéstrale que confías en él y en sus capacidades
- Aprovecha el error para que mejore y trata de aceptarlo
- Intenta que las preguntas que le haces no sean desafiantes ni intimidantes
- Procura controlar tus impulsos y emociones. Que la medida disciplinaria sea breve, evitando palabras hirientes, amenazas o criticas excesivas
- Ten paciencia, ofrécele palabras firmes pero amorosas, donde prevalezcan el afecto y respeto.