Con la infancia, como en la vida misma, también cosechas lo que siembras. Por eso, debes cuidar las palabras que usas y las actitudes que adoptas mientras crías a tus hijos. Pues mañana puede ser demasiado tarde, y las consecuencias pueden ser demoledoras.
¿Cómo cosechas lo que siembras?
“Todo vuelve”, reza el viejo y difundido dicho popular. Pues con la crianza de los niños, esta máxima también aplica a la perfección. Es que, sin lugar a dudas, todo aquello que das, más temprano que tarde vuelve a tí. Entonces, si lo que diste fue amor, lo mismo tendrás.
Ahora bien, si perdiste de foco lo esencial de tu vida, es decir, el cuidado de tu hijo, podrías llegar a lamentarlo a futuro. Irremediablemente, el tiempo no tiene vuelta atrás. Por eso mismo, la maternidad o paternidad se tratan simplemente de disfrutar del aquí y ahora.
No importan los quehaceres domésticos ni los contratiempos laborales. Los niños no entienden de obligaciones. Simplemente necesitan de nuestro tiempo y dedicación. Especialmente de nuestro amor. Hazte unos minutos para dedicar tu tiempo a lo que en verdad vale, y mucho. Pues el pasado no dará revancha.
El rechazo a los infantes
Es real que en ocasiones uno llega a su casa agotado, extenuado. Sin embargo, muchos padres o madres permiten que ese cansancio los venza. Esto hiere de muerte la más intensa y bella de las relaciones, dañando un vínculo único y sagrado: el que se mantiene con un hijo.
Otros tantos, van aún más allá, dejándose absorber también en casa por el trabajo. El niño los ve ocupados, responsables, compenetrados entre cálculos y anotaciones manuales, o incluso con su ordenador. Pero falta lo más lindo y esperado por cualquier chico: el momento compartido.
“Ahora no, hijo”, repiten muchos padres muy concentrados en nimiedades incluso. En la era de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, paradójicamente, pierden la capacidad de comunicarse con sus hijos.
Es así como, de repente, los padres son adictos a los dispositivos móviles o incluso responden solo al poder de la televisión. Mientras tanto, el niño solo pide tiempo, atención, dedicación, protección y mucho amor. Algo que suele ser negado por diferentes motivos, sin pensar en la factura que ello pasará luego.
“Hijo no molestes más”, dice aquella madre mientras ordena maratónicamente la casa o aquel padre que lava relucientemente su auto. Al lado, su niño solo espera una charla plagada de buenos consejos o bien un instante de ocio junto a sus progenitores, el mejor legado para un hijo.
Desde la adolescencia de tu hijo: Cosechas lo que siembras
En ese momento de la vida en que tu hijo comienza a mostrar un carácter rebelde en tanto su cuerpo comienza a experimentar cambios, llegará el momento en que ese irremediable pasado te dolerá. En una mala contestación o cuando tu hijo devuelva alguna de tus frases o actitudes de la infancia entenderás todo.
“Ahora no, madre”, “No molestes, papá”. En un presente incapaz de modificar viejos errores, duele. Sin embargo, en el fondo sabes que malgastaste tiernos momentos y empeñado anécdotas infantiles. Es aquí cuando con claridad comprendes que, efectivamente, cosechas lo que siembras.
Con los años, puede que el carácter de la pubertad, los granos y demás signos se alejen. No obstante, esa cosecha se mantendrá para recordarte lo que sembraste. Llega el momento de conocer gente nueva para su vida. De formar pareja y, quizás, el día de mañana, construir una familia.
En ese futuro, que nunca es lejano, no podrás evitar lamentar aquellas desafortunadas elecciones o yerros del pasado. Dicen que el tiempo es enemigo del hombre, mas eso puede evitarse actuando en función de lo que amamos. ¿Y qué es aquello que puede ser más amado por nosotros mismos que nuestros propios hijos y familia?