Nuestros hijos crecen de adentro hacia afuera

No podemos obligar a la naturaleza a preceder sus tiempos y lo mismo pasa en la crianza de los hijos. Así que evita el autoritarismo y promueve la reflexión.

Todos los padres deseamos velar por el bienestar general de los pequeños del hogar. No solo brindándoles todas las comodidades que necesitan para su desarrollo físico, sino también acompañándolos emocionalmente para nutrir su interior. Y es que, nuestros hijos crecen de adentro hacia afuera, por lo que es muy importante guiarlos en su caminar.

Sin embargo, es indispensable resaltar que por más ventajas y oportunidades que les queramos compartir a los niños, no se puede malcriarlos y hacer todo por ellos. Ya que esto solo los encerrará en una burbuja de dependencia emocional y física que les impedirá ganar nuevas destrezas y habilidades por sí mismos.

Al igual que una valiosa semilla, los hijos crecen de adentro hacia afuera

Los tiempos del universo son sabios y prudentes. Las mariposas que antes eran pequeñas orugas no necesitan de ayuda para salir de su crisálida, ya que en ellas yace la fuerza interior que necesitan para dar el último paso de su metamorfosis. Y si se le brinda auxilio exterior para lograr romper su pupa, el animal termina muriendo, por el hecho de que era algo que debía hacer por su cuenta.

Lo mismo pasa con una valiosa semilla que plantamos con cariño. Podemos sembrarla en una tierra fértil y darle todos los cuidados que requiere, como sol, agua y afecto. No obstante, no podemos ayudar a las raíces a salir de la semilla para que sus flores puedan ver el mundo exterior. Es un proceso que debe ocurrir naturalmente de adentro hacia afuera.

Y, al igual que los dos ejemplos anteriores, la educación y la crianza de los hijos funciona de la misma manera. No sirve de nada obligar a los niños a seguir reglas e instrucciones cuando no se reflexionan ni interiorizan las lecciones alrededor de estas. Ellos necesitan comprender que esos límites y normas están estipulados para pensar en su bienestar y en el de los demás.

A pesar de que los hijos crecen de adentro hacia afuera necesitan de sus padres

La forma en la que criamos a los hijos influye directamente en la capacidad que tienen para acatar conscientemente las normas del hogar. Porque no es lo mismo tener una madre amorosa que mediante el diálogo y el respeto te brinda su sabiduría, que un padre autoritario que emplea el miedo y la culpa como herramientas para que sus hijos le hagan caso.

Y es que para que los niños puedan aprender de sus errores y convertirse en la mejor versión de sí mismos es crucial ser una guía para ellos, más no una figura autoritaria. Porque los hijos no tienen que acatar ciegamente lo que sus padres les dicen, sino que deben comprender por qué esas lecciones compartidas con buenas para su vida.

Para lograr este cometido, es fundamental criarlos desde el amor, el respeto y el diálogo. Primando la comunicación como la mejor manera de reflexionar sobre los errores y no volverlos a cometer. Así mismo, es de gran ayuda emplear una disciplina positiva, con el fin de que tanto niños como adolescentes sepan que sus actos tienen consecuencias y deben hacerse cargo de ellos.

Sé el ejemplo y el modelo para seguir de tus hijos

Una de las grandes premisas de la crianza positiva es tratar a los niños con amor y respeto en todo momento. Teniendo presente que como padres somos el principal ejemplo de nuestros hijos para lo que se requiere un alto grado de responsabilidad afectiva. Pues no se trata de implantar normas desde la autoridad, sino establecer límites para el bienestar de toda la familia en general.

De esta manera, los hijos crecen de adentro hacia afuera y siendo conscientes de su comportamiento. Pero, lo más importante, aprenden a ser buenas personas por decisión propia. Acatando los límites, normas y reglas del hogar como una forma para mejorar la convivencia y no como una obligación que sus padres esperan que cumplan.