Amo a mi hijo, pero ya quiero que se vaya de casa

Ya sea por motivos económicos, materiales o psicológicos, cada vez más adultos jóvenes postergan su abandono del hogar familiar. Esto suele generar en los padres una sensación de incomodidad y frustración.
Amo a mi hijo, pero ya quiero que se vaya de casa
Sharon Capeluto

Revisado y aprobado por la psicóloga Sharon Capeluto.

Escrito por Sharon Capeluto

Última actualización: 06 noviembre, 2022

La duración y la forma de vivir las diferentes etapas vitales se han transformado considerablemente en el último tiempo. En este sentido, no es de extrañar que muchos adultos jóvenes dependan aún de sus padres en sentido simbólico y económico. Por otro lado, no olvidemos que la expectativa de vida aumentó significativamente, pues al día de hoy no es sorprendente que una persona llegue hasta los 90 o 95 años. Estos cambios favorecen el síndrome del nido lleno.

Esta situación trae aparejados escenarios conflictivos en hogares donde ya todos los convivientes son adultos. A partir de esto, en los padres se fortalece una sensación de incomodidad y enojo. Es entonces cuando se hacen la pregunta ineludible: ¿cuándo se irán de casa?

Motivos del retraso de la emancipación familiar

Sería muy injusto culpabilizar a los jóvenes adultos de esta situación, pues tengamos presente que ellos también están insertos en una sociedad con determinadas características y problemáticas. En ocasiones, no se van de casa porque no quieren, pero otras veces, las circunstancias externas no se lo permiten. En este sentido, tanto los padres como los hijos la pasan fatal y la sensación de frustración es más bien compartida.

Un estudio explica que, en Europa, los jóvenes españoles son los que se quedan hasta más tarde en el domicilio familiar. Además, allí se mencionan los motivos más comunes que explican este comportamiento:

  • Razones materiales y económicas: ya sea por falta de empleo estable y bien remunerado o porque la vivienda es muy cara y no hay muchos departamentos en alquiler.
  • Formación académica extensa: muchos jóvenes adultos optan por irse del hogar familiar una vez que han culminado sus estudios universitarios de grado y posgrado, que cada vez comprenden una mayor duración.
  • Adolescencia prolongada o síndrome de Peter Pan: el hecho de vivir en la casa familiar puede responder también al deseo de mantener los beneficios de ser como un adolescente atendido por sus padres.
  • Sobreprotección: muchos jóvenes reciben mensualidades económicas por parte de sus padres a pesar de contar con un trabajo estable. También, asisten a citas médicas en su compañía. En este caso, son los padres quienes tienen complicaciones para dejarles volar.
Generalmente, los hijos adultos se quedan en el hogar familiar por razones económicas o materiales, pero también por el síndrome de la adolescencia prolongada.

Nido vacío, nido lleno …

De seguro has escuchado alguna vez el término nido vacío. Este hace referencia a las secuelas psicológicas y emocionales que se hacen presentes en los padres una vez que los hijos abandonan el hogar familiar. Si bien no todas las personas lo experimentan de la misma forma, es recurrente que aparezcan sensaciones de tristeza y soledad. Por ejemplo, la idea de no tener un propósito de vida claro y lo suficientemente poderoso como para aferrarse a él durante la tercera o la cuarta edad.

Los cambios en las representaciones sociales, las crisis económicas y las transformaciones vinculares explican el retraso de realización personal y profesional en los adultos jóvenes de las culturas occidentales. Construir un estilo de vida más autónomo no parece estar dentro de sus prioridades. En consecuencia, da como resultado el síndrome del nido lleno en sus padres. 

Así, los jóvenes prefieren mantener el mayor tiempo posible el estilo de vida despreocupado con el fin de viajar, ahorrar dinero o evitar los riesgos y responsabilidades que supone la vida adulta.

“Uno de los mensajes que reciben los jóvenes es: aprovechá el presente,
disfrutá, sé feliz […] Estos mensajes son una de las causas por las cuales el joven
no puede poner su interés en la consolidación de su independencia. ¿Cómo trabajar
para pagar el alquiler, hacerse cargo de la comida, ropa y además tener tiempo y
dinero para salir, beber tragos, viajar y comprar objetos de marca? Algo habrá que
resignar y ese algo es la independencia”.

– Moreschi –

El punto es que ya no les seduce tanto volar del nido, incluso si son capaces de levantar vuelo. Es entonces cuando la convivencia comienza a quebrantarse y los padres empiezan a sentirse invadidos, limitados o molestos. ¿Y qué sucede cuando conviven varias aves grandes en un nido no apto para tanto peso? Si el nido está lleno, corre el riesgo de desmoronarse.

El nido lleno suele dificultar la convivencia entre los padres y sus hijos adultos. Los progenitores pueden sentirse invadidos, molestos o frustrados, por lo que esperan el momento de que el joven abandone el hogar.

Disfruto de compartir tiempo contigo, pero ya es hora de que te vayas de casa

Cuando nuestros hijos son pequeños, nos preocupa el día que ya no se dejen abrazar tanto o que opten por dormir en su camita durante toda la noche. A su vez, nos incomoda saber que en algún momento van a preferir salir con sus amigos en lugar de quedarse en casa junto a nosotros. Así, nos da nostalgia descubrir que ya no nos necesitan tanto. Por ejemplo, la primera vez que ingresan a la escuela sin siquiera despedirse con la mirada, nos deja boquiabiertos. ¡Cuánta nostalgia nos genera ver sus fotos de recién nacidos cuando ya nos superan en altura!

Sin embargo, esto no significa que realmente nos gustaría tenerlos cerquita para siempre. No porque no los amemos o no nos alegre compartir el tiempo con ellos, sino porque el hecho de dejarlos volar suele ir aparejado con la reconexión de la propia vida independiente. Es curioso, pero ahora queremos que suceda eso que tanto temíamos: que se alejen un poco de casa.


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