Tu hijo aprende cada vez que se emociona

Para que se produzca un aprendizaje significativo, el cerebro necesita experimentar una emoción.
Tu hijo aprende cada vez que se emociona
Elena Sanz Martín

Revisado y aprobado por la psicóloga Elena Sanz Martín.

Escrito por Equipo Editorial

Última actualización: 21 marzo, 2020

A veces olvidamos que aprendemos con todo el cuerpo. La piel y el tacto, los oídos y los sonidos, la vista y las imágenes, el gusto y los sabores, el olfato y los olores… Lo que percibimos a través de los sentidos, cuando nos genera una emoción, se queda grabado para siempre en nuestra mente para siempre. Es por ello que tu hijo aprende cada vez que se emociona.

La información que nos llega puede evocarnos ciertas sensaciones y hasta generarnos sentimientos. Es así como fijamos conocimientos. El cerebro aprende cuando se emociona, cuando vibra con lo nuevo, y desecha todo lo que le parece aburrido. 

Antes pensábamos que cada niño comenzaba a aprender desde el nacimiento. Pero la ciencia ha demostrado que ese proceso al que llamamos aprendizaje comienza mucho antes. Cuando el bebé está en el vientre de su madre ya está aprendiendo porque está escuchando y percibiendo emociones y sensaciones.

Durante los primeros años, cada niño aprende a través de esos mecanismos básicos que son la imitación, la atención compartida y la empatía. Para el bebé todo lo que hay en el mundo es nuevo y por lo tanto emocionante. Por eso es que aprende a velocidades impresionantes.

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La emoción despierta la curiosidad

“Solo se puede aprender aquello que se ama. Aquello que te dice algo nuevo, que significa algo, que sobresale del entorno. Sin emoción no hay curiosidad, no hay atención, no hay aprendizaje, no hay memoria”, explica el doctor en Neurociencia por la Universidad de Oxford Francisco Mora.

Es la curiosidad la que despierta la atención, la cual a su vez se concibe como la ventana del conocimiento. Y así, esa ventana del conocimiento llamada atención se activa cuando hay algo nuevo en el entorno, cuando algo la llama. Y después de que el cerebro descubre qué sucede y sacia su curiosidad, esta información se aloja en la mente o se memoriza.

En este contexto, los neurocientíficos como Mora, han hecho una especie de ecuación que puede resumir la manera en cómo aprende el cerebro. Primero va la motivación, luego la atención y por último la memoria, en ese orden. Por eso es vital que lo que desees que tú hijo aprenda le resulte emocionante, novedoso, llamativo. Si no su atención se desviará hacia otra cosa que si cautive sus sentidos.

tu hijo se emociona mientras aprende

El juego emociona y ayuda a aprender

Ciertamente, parece que cada generación aprende mucho más rápido y fácil que la anterior. De hecho los niños que nacen por estos días nos resultan divinamente inteligentes, incluso muchas veces los llamamos genios.

Quizás por esa percepción muchos padres pretenden inundar las mentes de sus hijos con conceptos, vocabularios y memorización de hechos aislados. Sin embargo toda esta parafernalia muy pocas veces da resultados satisfactorios. Por eso la frustración lleva a los padres que siguen este tipo de método a desistir del sueño de que su hijo desarrolle una especie de “capacidades cognitivas superiores”.

Según señalan muchos expertos en neurociencia esto sucede porque muchos padres ignoran que en esos primeros años los cerebros de sus hijos aún no están capacitados para aprender conceptos abstractos. A esa edad el conocimiento se adquiere  por medio de un mundo sensorial y motor que se descubre ante los ojos del niño a través de ese maravilloso instrumento inventado por la naturaleza que se llama juego.

Sin embargo, y contradictoriamente, resulta que a medida que los niños crecen sus padres y sus docentes les limitan las horas de juego. Cuando en realidad lo que necesitan es más libertad y un entorno que los estimule lo suficiente como para no querer dejar de aprender nunca y que le tiempo se pase rápidamente.

Tu hijo aprende cada vez que se emociona

Por ello si deseas que tu hijo desarrolle sus capacidades y habilidades y, sobre todo, que sea feliz, permite que juegue. Que explore y descubra su entorno, que experimente el aprendizaje en lugar de adquirirlo a nivel teórico. Permítele que se fascine con el mundo que le rodea y que se inunde de la emoción por conocer. 

Los niños tienen una curiosidad innata, pero nosotros se la apagamos con rígidas rutinas y métodos inadecuados. Démosles la libertad para desarrollarse en contacto con su entorno con creatividad e imaginación.


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